lunes, 22 de febrero de 2016

MINISTROS SIN COLETA

La ciudadanía, no acaba de creerse, de fijar en su mente, la posibilidad de que los representantes de las candidaturas que han irrumpido con inusitada fuerza en los últimos comicios, lleguen a formar parte de un gobierno, aún por constituir, a los que imagina al frente de un partido, incluso de un despachito oficial, pero no de  contemplar su imagen al frente de todo un ministerio del Estado Español.
No son capaces de imaginar a Pablo Iglesias, a Errejón, Bescansa, Garzón, y otros, sentados en torno a la mesa del Consejo de Ministros, corbata en ristre, elegante traje de diseño, modales acordes al puesto de ministro correspondiente y coleta suavizada hasta el extremo de desaparecer, cual torero dispuesto a retirarse.
Presididos por Pedro, ahora para ellos, Sr. Presidente, los imagino con gesto austero, con un cierto aire de despiste, con los nervios a flor de piel, deseando intervenir para aportar las innumerables iniciativas que tienen en mente, y que desean exponer ante tan ejecutivo auditorio, tal como prometieron a sus votantes, cuando apenas eran aspirantes a lograr un escaño en el Congreso de los Diputados.
Habituados como estamos a visualizar las reuniones del consejo de ministros, bien de un partido, bien del otro, en su continuo y permanente alternar en el gobierno, a fuerza de un pertinaz y cansino bipartidismo, nada tendría de extraño, que el aspecto que dicha mesa ofreciese a nuestros ojos, tan variopinta y singular, tardase un considerable tiempo en adaptarse a nuestras retinas, tan acostumbradas como están a la rutina bipartidista.
Y sin embargo, deberíamos comenzar por adaptar nuestras mentes a una posibilidad, ante la que muchos se llevan las manos a la cabeza, en un gesto de incredulidad y sorpresa primero para pasar después a una temerosa incertidumbre, que en muchos casos degenera en un rechazo ante una situación que les resulta inadmisible y opuesta a toda lógica y sensata opción de gobierno.
Y así nos encontramos con declaraciones de políticos situados en una posición que no se considera derecha radical, sino simple y llanamente derecha tradicional de toda la vida, que se escandalizan y lanzan a los cuatro vientos, que un gobierno en el que pudieran entrar integrantes de los nuevos partidos que han logrado unos excelentes resultados, y que se adornan con camisa de media manga, coleta, rastas, y jersey de punto, no puede sino desembocar en una confrontación civil que nos llevarán al desastre.
Agoreros sin pudor, que olvidan que quienes los han situado en posición de poder acceder al gobierno, han sido los ciudadanos, los verdaderos protagonistas de la acción de gobernar, que han decidido con su voto, ese al que tanto se aferran ellos con las consabidas frases del “mandato recibido”, de la “decisión soberana del pueblo”, pero que tan pronto se les olvida cuando de anteponer las formas al contenido se trata.
Anteponen el aspecto a la inteligencia, las formas a la capacidad, y la rutina incapacitante, a la iniciativa creativa y capaz de innovar, cambiar y gestionar de otra forma unos asuntos públicos, que a todos nos afectan, y que ellos han demostrado sobradamente que son incapaces de llevar a cabo, envueltos como están en un mar de corrupción, despilfarro e ineptitud, que la población detesta.
Un hartazgo expresado en voz alta y clara, en las urnas, que les han dado la espalda, y cuyos resultados parecen no querer aceptar con ese rechazo tosco y vulgar, hacia quienes han sido elegidos por los ciudadanos.

martes, 16 de febrero de 2016

ESTADO DE DEMORA

Resulta como mínimo curioso, el hecho de que en algunos países, como es el caso de Grecia, la toma de posesión del nuevo ejecutivo surgido de las urnas, no se hace apenas esperar, y así hemos podido comprobar en varias ocasiones últimamente, y no solamente en ese País, como la toma de posesión del nuevo gobierno, una vez celebradas las elecciones, es de efecto casi inmediato.
Apenas un par de días después de celebrados los comicios – al día siguiente en algún caso - el nuevo ejecutivo toma los mandos, las riendas del poder que los ciudadanos le han otorgado, y comienzan su labor sin más espera, sin dilación alguna, sin que cree un vacío de poder y mantenga en vilo a una ciudadanía deseosa de experimentar los oportunos cambios prometidos y las mejoras anunciadas por los nuevos representantes del pueblo elegidos democráticamente.
Es lo lógico, lo justo y oportuno, lo necesario y deseable por parte de una población que ha decidido con su voto quienes les han de gobernar en una nueva legislatura que no ha de demorarse en su comienzo, que debe surtir efecto lo más rápido posible, de tal forma que los cambios y mejoras a que hubiere lugar, surtan sus efectos ya, sin esperar dilatados espacios de tiempo, que no benefician a nadie.
Algo que ya quisiéramos para nosotros en nuestro País, dónde han de pasar periodos de tiempo con frecuencia excesivamente largos, incluso en condiciones normales, cuando las mayorías absolutas campaban por sus respetos y el nuevo ejecutivo tomaba posesión con un tiempo excesivo siempre, que el ciudadano no acaba de explicarse y que no hace sino retrasar siempre las acciones de un gobierno, que estando en funciones, apenas tomaba decisiones, en espera de un traspaso de poderes, que no resulta fácil de entender, y mucho menos de justificar, ya que dicho retraso conlleva un pérdida de tiempo que suscita todo tipo de suspicacias.
Pero aquí, en nuestro país, ni siquiera se da este caso, sino uno infinitamente más complicado, ya que los resultados surgidos de las últimas elecciones, han arrojado un panorama infinitamente más complicado, con una tremenda dispersión del voto, que ha propiciado una fragmentación política tan diversificada, tan alejada del hasta ahora omnipresente bipartidismo, que ha dejado irreconocible el reparto de escaños, en un Congreso de los Diputados que lleva esperando ya demasiado tiempo a que sus señorías decidan ocupar sus respectivas poltronas, algo que por cierto está causando problemas, a la hora de la adjudicación física de las mismas.
Y ahí andan a la greña los diversos grupos, tirándose los trastos a la cabeza, en un acto de suprema irresponsabilidad que tiene a la ciudadanía pasmada ante  tanto desvarío, tanto y tan falaz despropósito, que desdice a todos nuestros políticos, ya suficientemente desacreditados, cuando afirman que están deseando llevar a cabo el mandato que han recibido de sus electores, cuando son incapaces de ponerse de acuerdo, por un quítame allá esas pajas, que les lleva a coincidir única y exclusivamente en la negación y la crítica del otro, del contrincante, que no debería serlo en estos casos, pues la incapacidad para llegar a acuerdos, no sirve sino para crear el recelo y la desconfianza en una opinión pública, que ya empieza a sentir inquietud y cansancio.
Es preciso llegar a acuerdos incluso entre formaciones tan dispares como las que han deparado los comicios. Incluso las bases están obligadas a entender posibles alianzas que puedan resultar inadmisibles.

lunes, 8 de febrero de 2016

UN PÁLIDO PUNTO AZUL

El catorce de febrero de mil novecientos noventa, la nave Voyager 1, se encontraba a seis mil millones de kilómetros de la Tierra, a punto de abandonar nuestro Sistema Solar y entrar de lleno en el espacio exterior, rumbo a lo desconocido, en un viaje estelar que durará cuarenta mil años como mínimo, para acercarse a los dominios del sistema estelar más próximo.
Entonces, cuando el largo y solitario viaje de la sonda duraba ya trece años, viajando a velocidades de vértigo por el oscuro y frío espacio, se le dio desde la base desde dónde fue lanzada, la imperiosa orden de girarse ciento ochenta grados sobre sí misma, y dirigir por última vez sus poderosas lentes hacia atrás, con el objeto de enfocarnos por última vez.
Lo que sus ojos pudieron ver y que sus cámaras se encargaron de registrar, fue la negrura profunda del espacio que había dejado atrás, salpicada por una inmensa cantidad de minúsculos puntos blancos, brillantes, entre los cuales destacaba especialmente uno de ellos, tan minúsculo e insignificante como los demás, pero con una peculiaridad característica, muy especial, que lo hacía diferente al resto, debido a su colorido ligeramente azulado.
Se trataba de nuestro hermoso planeta Tierra, nuestro hogar, contemplado desde miles de millones de kilómetros. Un pálido punto azul, tal como lo describió el genial científico Carl Sagan, que fue quién tuvo la brillante idea de llevar a cabo dicha acción, que proporcionó unas increíbles imágenes, que nos sitúan inmersos en un  mar de estrellas, como un astro más, pequeño, minúsculo, donde se desarrolla una civilización que nosotros mismos hemos calificado de inteligente.
Y es en ese punto, que desde la Voyager 1 no destaca más que por su ligera coloración diferente al resto, dónde se abre camino ese portentoso milagro que hemos dado en llamar vida, que sin duda proliferará en el inmenso y sobrecogedor universo, pero de la que no tenemos más noticia que la que se abrió camino hace millones de años en ese minúsculo astro que hemos dado en llamar Planeta Tierra.
Sobrecoge pensar que millones de seres humanos, cada uno con sus azarosas vidas, puedan habitar un espacio tan ínfimo, tan insignificante, en un desolado, y gélido Cosmos de dimensiones ciclópeas, que visto desde la inmensa distancia que la nave pone por medio, causa un tremendo desasosiego en las mentes de quienes han tenido la suerte de contemplar tan sobrecogedor espectáculo.
Las imágenes enviadas por la nave, causan más que sorpresa y asombro, un auténtico estupor e incredulidad, al ser conscientes de la absoluta incapacidad de la que hacemos gala para poder entender el destino que espera a una Humanidad que no sabe ni cómo ni por qué,  se halla habitando ese punto olvidado en medio de la oscura soledad de la eterna noche que lo envuelve.
Estamos solos, inmensamente solos, en un universo de proporciones inimaginables para nuestro insignificante cerebro, que no puede llegar a concebir, entender y asimilar tanto derroche de materia y energía que nos envuelve, en un universo, que por lo poco que conocemos, no tiene ni límites ni fronteras, ni comienzo ni fin.
 Lo desconocemos todo de él, ante el cual nuestra humana soberbia es incluso capaz de mostrar un momentáneo respeto, que no suele durar más allá de nuestra escasa capacidad de asombro, después de lo cual, retornamos indefectiblemente a dar rienda suelta a un estúpido y vano orgullo por el nivel que nuestra tecnología ha alcanzado, en contraste con la miseria a la que se ve abocada media humanidad, condenada por la otra mitad al abandono, al olvido y al atroz sufrimiento que experimentan sus vidas presas del hambre, el dolor y de una desesperación insoportable ante la oscura perspectiva de una vida sin futuro.
La nave Voyager 1, continúa en su largo y esperanzador viaje en busca de otras civilizaciones que puedan llegar a entender los mensajes que porta, grabados en un disco de oro, que contiene imágenes de la vida en la tierra, de los seres humanos, animales, plantas, de los mares, ríos y montañas, de las diferentes razas, culturas, lenguas, tradiciones, melodías, folklore, sinfonías, sonidos, y otras representaciones de nuestro Planeta.
Todo ello con la intención de que ilustren e informen acerca de nosotros los humanos, a quien pueda llegar a verlas y sea capaz de traducirlas e interpretarlas, con el objeto de dar a conocer a posibles viajeros interestelares, que en medio de la negrura profunda de un inmenso y sobrecogedor universo, se halla girando alrededor de una poderosa y brillante estrella, un hermoso planeta que contiene el más preciado bien que el Cosmos puede llegar a albergar: la vida.

martes, 2 de febrero de 2016

UN PAÍS INDESTRUCTIBLE

Se atribuye al Canciller de Hierro, Otto Von Bismarck, la célebre e inefable frase de que “España es el País más fuerte del mundo, porque lleva años tratando de destruirse a sí misma, y todavía no lo ha conseguido”, en un memorable ejercicio de una dudosa, arriesgada y siniestra capacidad para analizar y extraer conclusiones acerca del porvenir de toda una Nación.
Se permite utilizar el adverbio de tiempo “todavía”, según afirma dicha expresión, como una licencia, un margen de maniobra, una permanente duda, que sólo el tiempo determinará, pero que en cualquier caso, no deja imperturbable a nadie, pues las consecuencias que parece atisbar el Canciller, aunque nadando en la duda y la vacilación, más bien deberían quedar en el terreno del esperpento.
Claro que contemplando la situación actual de nuestro País, con una clara y problemática ingobernabilidad, tanto a nivel nacional – con altas probabilidades de convocatoria de nuevas elecciones – como a nivel de una región con ínfulas independentistas como la Catalana - que lleva tres meses de desgobierno – la deducción inmediata, es que no parecemos andar tan lejos de un fatal desenlace, que aunque de hecho es materialmente imposible en un País moderno y europeo, impone en cualquier caso al contemplar el desolador panorama actual.
Jamás este País se había encontrado en una situación similar a la actual, sumido en una incertidumbre política de proporciones inimaginables hace apenas dos años, cuando surgieron los hoy influyentes y poderosos partidos emergentes que han puesto el punto final al bipartidismo, y que han dividido profundamente a una ciudadanía que ha procurado con sus votos una fragmentación inusitada.
Algo que a nadie debería extrañar, pese a los agoreros que no quieren entender ni admitir una situación que es de todo punto de visto lógica dadas las circunstancias que vivimos. Y es que harta está una inmensa parte de una ciudadanía que no soporta tanta corrupción, tanto despilfarro y tanto político envilecido, que han arrasado este País a espaldas de una población que no quiere, ni puede, ni debe perdonar tanta estulticia, tanta rapiña y tanta maldad como ha soportado proveniente, fundamentalmente de los dos partidos que se han ido turnando en el poder desde el principio de los tiempos de esta incipiente democracia.
Por otro lado, la situación Catalana, cada día más enrevesada y enrocada en sus postulados independentistas, ha logrado en estos últimos dos años, algo que entonces era inimaginable, que no es otra cosa que el auge del separatismo en unas proporciones que multiplican casi por cuatro a los independentistas que se hacían valer hace poco más de dos años.
Con un Artur Mas empeñado en continuar en el poder, pese a quien pese, arrastrándose vilmente y haciendo todo tipo de concesiones ante una CUP, anti sistema, anticapitalista y anti europeo que, que nada tiene que ver con el ideario y el programa político que represente el partido de Mas. Todo con tal de seguir, de cubrirse, de protegerse, de vaya usted a saber qué oscuros e inconfesables intereses, que está llevando a Cataluña a un desgobierno que ya dura demasiado tiempo.
Es por todo esto, que este País, necesitado de una renovación urgente, no va hacia su autodestrucción, ni mucho menos, tal como aventuraba Bismarck, sino más bien hacia una regeneración política necesaria, urgente y que sin duda traerá aires nuevos a una sociedad que ya ha sufrido lo indecible.