Un grupo de maestros cargados
de diverso material pedagógico, llegan con un camión a un pueblo recóndito de
Segovia, Ayllón. Llevan un teatro de títeres, libros y un proyector de cine. Los ciudadanos, que no dan crédito a lo que
ven sus ojos, son citados esa misma tarde al salón del pueblo. Es el 17 de
diciembre de 1931, y la primera misión pedagógica de la II República, se ponía
en marcha
La inmensa mayoría de los
habitantes del pequeño pueblo segoviano, acuden a esta primera cita en en el
salón de baile de la localidad. Gran parte de los asistentes son hombres,
viejos y mozos. El número de mujeres es escaso, pero con los días irán en
aumento. Están todos de pie.
El rumor es enorme. Un grupo de
personas ha conseguido sentarse gracias a unos bancos traídos de la iglesia. El
ambiente no parece el idóneo para el aprendizaje, pero los jóvenes maestros comienzan
a recitar una serie de textos y a continuación,
el presidente del Patronato, Manuel Bartolomé Cossío, añade:
"Es natural que queráis
saber, antes de empezar, quiénes somos y a qué venimos. No tengáis miedo.
No venimos pediros nada. Al contrario, venimos a daros de balde algunas
cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero
una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con
lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer
novillos”.
El presidente del Patronato, añade:
“el gobierno de la República, que nos envía, nos ha dicho que vengamos ante
todo a las aldeas, a las más pobres, a las más escondidas, a las más
abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo de lo que no sabéis por estar
siempre tan solos".
En el bagaje cultural no sólo
entraban en juego las lecturas, representaciones, charlas y películas, sino que
se utilizaron colecciones itinerantes de pintura, cada una con catorce copias
de cuadros de los pintores más famosos de la escuela española.
Los cuadros se transportaban en
fuertes cajas de madera, o en una camioneta especialmente acondicionada, y se
exponían en los pueblos a los que se podía llegar. La colección iba acompañada
por dos o tres misioneros, a quienes el Patronato confiaba este encargo, y que
explicaban los cuadros a los campesinos.
Las Misiones Pedagógicas,
constituyeron todo un admirable alarde empeñado por llevar la cultura a todos
los rincones del País, allí adonde la República, al contrario que en las
ciudades, aún no había llegado con todo su ímpetu de renovación social,
cultural y económica que no obstante quedó desbaratado con la derrota que los
insumisos rebeldes infligieron al ejército republicano.
La caída de la República dio al
traste con esta y tantas otras iniciativas, como la Barraca de García Lorca,
que fueron ejemplo único en toda Europa, y que hubieran supuesto un
incuestionable avance cultural para una España rural pobre y atrasada, sumida
en la miseria y en el más profundo de los abandonos.
Hoy, ochenta y cinco años
después, en pleno siglo XXI, y en la civilización de la tecnología de la informática
y las redes sociales al alcance de todo el mundo, en la era de la comunicación
instantánea y universal, del conocimiento global y de los medios de
comunicación multimedia accesibles a todos, las carencias culturales,
formativas y de preparación técnica, dejan mucho que desear, en un País donde
apenas un veinte por ciento lee con cierta frecuencia. También hoy, se
agradecerían tan admirables iniciativas.
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