Siempre se pensó que la vida
era una rara excepción, un privilegio, que se
limitaba a su existencia en nuestro Planeta Tierra, y que en el resto
del universo, sería algo extraordinario, una rareza que sólo podría darse en
caso de que pudieran encontrarse planetas con idénticas condiciones como las
que disfrutamos aquí, algo en extremo difícil y complicado, como si fuéramos
los únicos en facilitar ese milagro llamado vida.
Ilusos e ingenuos somos
pensando así. Desde hace bastante tiempo, los científicos están cada vez más de acuerdo, en que la vida
en el Cosmos, no es una excepción, sino más bien una norma, algo mucho más
habitual de lo que habíamos llegado a pensar, ya que la vida en sus diversas
manifestaciones, tiende a abrirse camino en los lugares y medios más
insospechados, más adversos y más inhóspitos que pudiéramos imaginar.
Se ha hallado en lugares donde
jamás habríamos soñado que pudiera encontrarse, en condiciones infernales, a
temperaturas increíbles, bajo el hielo de los polos, a profundidades abisales,
soportando inmensas presiones, que en principio, a la teoría científica le
resultaba inadmisible, y en otros casos soportando temperaturas elevadísimas,
que constituyen el otro lado de la moneda, pero que confirman que la vida es
capaz de derribar cuantos obstáculos halla a su paso para abrirse camino.
Hoy se sabe que Marte pudo
albergarla en época remota, cuando océanos de agua ocupaban parte del desierto
que hoy cubre toda su superficie, y que en la actualidad, muy posiblemente se
encuentran sumergidos, donde posiblemente puede desenvolverse la vida, como
sucede, casi sin duda en varios de los satélites de Júpiter, donde se presume
que el agua ocupa las entrañas de estos astros, y por consiguiente, y con casi
toda seguridad, allí la vida habría encontrado su camino.
Y hablamos de nuestro Sistema
Solar, en el que nos encontramos, aquí al lado, en el que estamos inmersos,
formando parte de una galaxia, la Vía Láctea, que tan sólo es una de las miles
de millones que llenan un Universo del que no tenemos noticia de que tenga
límite alguno, y donde la vida debe desarrollarse en sus múltiples formas en
infinidad de planetas parecidos o no, a la Tierra, algunos a unos pocos años
luz, y otros a distancias tan fabulosas como inimaginables e incomprensibles
para nuestras limitadas mentes.
¿Quién entonces puede hoy
afirmar que la vida es un fenómeno que se circunscribe únicamente a un planeta,
que es apenas un minúsculo, diminuto e insignificante grano de arena en medio
de la soberbia y majestuosa grandeza de la infinita playa cósmica?
Nadie en su sano juicio, y con
una mente abierta y mínimamente científica, puede sostener semejante
afirmación, que hoy tan sólo los fanatismos y radicalismos de índole religiosa
o similar aún se empeñan en mantener en contra de la inmensa mayoría de la
comunidad científica, y de la más elemental lógica humana.
Una manifestación como la vida,
que posee esa titánica y soberbia fuerza para surgir y desarrollarse en los
medios más duros y hostiles, no puede, de ninguna manera ser patrimonio de un
insignificante planeta, sino de un portentoso y grandioso universo, donde
incluso la vida inteligente encontrará su lugar, como lo ha hallado, en nuestro
hermoso Planeta. Saber de ellos y confirmar un día su existencia, sería el
hallazgo más fascinante, esperado y asombroso de la historia de la humanidad.
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