Para la física, un efecto constituye un fenómeno
que se genera por una causa específica y que aparece acompañado
de manifestaciones puntuales, que pueden ser establecidas de forma
cualitativa y cuantitativa.
El efecto invernadero, el efecto mariposa, el
efecto placebo, son manifestaciones producidas por las oportunas causas, que en
cada caso, conducen a unas consecuencias derivadas de unos hechos concretos que
se sustancian en unas secuelas o resultados característicos, siempre dentro del
ámbito de la acción reacción.
Pero el efecto es también
la impresión que un acontecimiento o una circunstancia sorpresiva deja en
el ánimo de las personas,
después de haberse desencadenado el correspondiente desenlace derivado de unos
hechos que determinaron un concreto y puntual comportamiento personal.
El caso del socialista Pedro
Sánchez, defenestrado secretario general del PSOE, que ha desatado una profunda
crisis que ya dura demasiado tiempo, es un claro ejemplo de un devastador
efecto que está trayendo perversas consecuencias a un partido político que
jamás se había visto inmerso en tales lides.
La guerra por su cuenta que
está llevando a cabo, al margen de la inmensa mayoría de los barones, y que
apenas cuenta con aquellos que mantuvieron su voto negativo a la hora de elegir
al actual presidente del gobierno, en contra de la abstención mayoritaria que
votó casi todo el resto, ha conducido a Sánchez a una huída hacia adelante, que
le ha llevado a declarar una auténtica guerra no declarada, con serios efectos aún
desconocidos, pero que sin duda tendrán consecuencia tanto para el PSOE como
para el resto del arco parlamentario y político nacional.
¿Será Sánchez el detonante que
el PSOE precisa para retomar de nuevo la senda perdida por donde discurrían
antaño las mejores esencias de ese gran partido centenario?
¿Tendrá la suficiente fuerza, el empuje
necesario para recuperar a tantos antiguos y fieles votantes, que quedaron cual
huérfanos abandonados en el proceloso y extraviado camino que ha dejado a este
partido político, irreconocible hasta límites insospechados?
¿Será suficiente su impetuoso y radical giro a
la izquierda para recuperar las esencias de un PSOE, que aunque nunca derivó en
exceso hacia esas posiciones, siempre se caracterizó por una ideología política
siempre cercana a un progresismo social y de apoyo a la clase obrera?
¿Quién se atreve a decir a
Pedro Sánchez que no debe hacer una consulta a los militantes?». Esta incómoda
pregunta que formula un destacado dirigente del PSOE andaluz, muestra la preocupación creciente que hay en una
buena parte del partido por la deriva populista de su líder.
El argumento de los socialistas
andaluces es claro: si le preguntas a los militantes que si votamos a la
derecha o los dejamos fuera del Gobierno, la respuesta está clara. Fuera del
Gobierno. Pero el PSOE es
un partido de Estado y tenemos una responsabilidad que cumplir.
Este es el sentir que suena
cada vez con más intensidad en el PSOE de Andalucía, donde miran con inquietud
las decisiones internas que está tomando Pedro Sánchez. Hasta ahora, el Comité Federal era el máximo órgano
entre congresos, el que decidía toda la política de pactos y el que sigue
teniendo estas competencias en las normas internas del partido.
A este malestar, se ha unido el
hecho de que Pedro Sánchez se
está aproximando a Podemos, e incluso a los independentistas, un extremo para
el que no está autorizado precisamente por un Comité Federal que está pendiente cada día de la trayectoria
errática de quién fue su secretario general, y que no parece haberles perdonado,
ni en el fondo ni en la forma, la manera con que fue destituido de dicho cargo.
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