Tiempos aquellos en los que el
inefable Ibarretxe nos martirizaba con una constante y permanente tozudez,
amenazando con una consulta independentista del País Vasco, que nunca llegó a
celebrarse, pero que nos tuvo en continua y exasperante tensión durante todo el
tiempo que duró su irritante mandato, hasta que vino al Congreso de los
Diputados y se le comunicó que dicho referéndum no podía llevarse a cabo,
porque así la impedía la Constitución.
Para sorpresa de muchos, y
descanso de todos, que no confiaban en que simplemente con este sencillo pero
radical y convincente argumento se le pudiera convencer, de la noche a la
mañana se retiró a sus cuarteles, dejó de reivindicar la consulta y poco le
faltó para olvidarse de una Euskadi situada fuera de una España que le
agradeció inmensamente su relajación independentista, hasta el punto de que si
no fuera porque siempre demostró su testarudez en estas convicciones, podríamos
afirmar que se había retractado de las mismas.
Algo impensable en los actuales
dirigentes catalanes, que están dando muestras de una inquebrantable y decidida
marcha hacia un separatismo radical y feroz, que están llevando desde hace ya
varios años de una manera tal que les ha llevado a plantar cara al Estado,
llevando a cabo una serie de medidas dirigidas llevar a cabo un referéndum
unilateral que les conduzca a una independencia de la que no están dispuestos a
hacer dejación alguna, pese a las continuas sentencias negativas y
condenatorias del Tribunal Constitucional.
El problema planteado es mucho
más serio y trascendente de lo que parecen querer dar a entendernos tanto los
medios oficiales, como los medios de comunicación. Los primeros se dedican a
negar la imposibilidad legal de llevar a cabo un referéndum que la Constitución
no contempla, y los segundos nos trasladan las declaraciones que llevan a cabo
los dirigentes catalanes, en un tono cada día más insumiso y desafiante, pero
sin sugerir o plantear soluciones a un conflicto que cada vez está más
estancado y que puede desencadenar consecuencias imprevisibles y en absoluto
deseables.
Mientras tanto, los dirigentes
independentistas, cada día más radicalizados se preparan para plantar cara al
Estado con acciones que llevarían a cabo con la imprescindible colaboración de
una ciudadanía que tendría que movilizarse en masa, siempre con vistas a una
resistencia activa y no violenta, que impediría las supuestas acciones
represoras del Estado, y que sucintamente citamos a continuación en nueve
resumidos puntos:
1.- Si se precintan los
colegios electorales, sencillamente se desprecintarán. 2.- Creación de grupos
de defensa de la república catalana. 3.- Ocupación de infraestructuras de todo
tipo y protección de la radio y la televisión. 4.- Invitación a los
trabajadores para que paguen sus cotizaciones y tributos a la Generalitat y no
al Estado español. 5.-Desobediencia civil masiva.
6.- Cuando un juez dicte una inhabilitación
contra un cargo público, la desobediencia por parte de éste, y con el apoyo de
la ciudadanía, serán la norma a seguir. 7.- Se advertirá al pueblo catalán, que
se llevarán a cabo acciones que se situarán al margen de la legalidad. 8.- Se
llevarán a cabo acampadas de protesta indefinidas por parte de los ciudadanos. 9.-
Se invitará a los catalanes a la insumisión fiscal.
Una declaración de rebeldía en
toda regla. Un gigantesco problema, que este País debe afrontar.
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