lunes, 19 de junio de 2017

EL REY DE EUROPA

Hace apenas cuatro años, los seguidores del Real Madrid, consiguieron al fin ver satisfecha la consecución de la tan apasionada, ferviente y ardorosamente deseada décima Copa de Europa, que con tanto ahínco y denuedo se resistió durante demasiados años, a una afición tan acostumbrada a los brillantes y continuos éxitos de un club que en esta competición es, sin duda, el número uno de Europa.
Y hete aquí, que ahora, cuando apenas han pasado esos pocos años, se encuentran celebrando la número doce, de la ahora llamada Champions, algo impensable cuando tan eufóricos disfrutaban de la mítica y legendaria Décima, con la que quedaron tan satisfechos después de tan larga espera, hasta el punto de que podrían haber esperado algo más de lo que lo han hecho, pues tan contentos estaban con esa cifra de diez campeonatos, algo inalcanzable, y mucho menos ahora, para el resto de los competidores.
Aún mantiene mi memoria viva, los mágicos años de aquellas ilusionantes y fantásticas cinco copas de Europa consecutivas, que el Real Madrid encadenó una tras otra y que fueron la admiración del mundo deportivo de entonces, que despertaban la envidia y el asombro en todo un continente europeo.
 En aquellas fechas, apenas se hablaba de España, salvo para denunciar una penosa situación social y política, que con una tímida apertura pretendía abrirse al resto del mundo, en un País donde una férrea dictadura no permitía ningún tipo de libertades a unos ciudadanos que vivían los éxitos del Madrid, como sutil bálsamo para combatir sus numerosas desdichas.
Todavía me causa una ligera y agradable sensación, escuchar el himno de Eurovisión que entonces se emitía simultáneamente con el logotipo de este certamen, y que era la señal que precedía a la conexión por televisión de una más de las finales de la Eurocopa que el Madrid disputaba, y que aún hoy sigo asociando a esa sintonía, preludio de aquel famoso "¿qué, el Real Madrid otra vez campeón de Europa?”
Son muchos los que no logran entender este torrente de sensaciones que los seguidores de un equipo pueden llegar a experimentar en estas particulares situaciones. El hecho es que estos grandiosos eventos, como la última final de la Eurocopa, son vistos en todo el mundo por centenares de millones de ciudadanos, que se agolpan ante el televisor para vivir hora y media de una intensa y vibrante emoción, que despierta pasiones que resultan difícil de comprender para tantos que no sienten ningún interés por este u otros deportes de masas.
Pero la realidad de cada día, conduce a pensar que la gente, que vive todo tipo de situaciones y circunstancias agradables unas y adversas otras en su día a día, tiene todo el derecho del mundo a disfrutar con sus mitos, que por otra parte casi todos, ya sean de uno u otro origen o de una u otra esencia, solemos mantener en nuestro ideario existencial, y que nos satisfacen en unas ocasiones y defraudan en otras, pero que en cualquier caso pasan a formar de nuestra vida de forma habitual y permanente.
Es por todo ello que estas efusiones que tantas críticas procuran por parte de quienes no aceptan ni entienden estas manifestaciones, carecen de un elemental sentido lógico y humano, ya que no es necesario ser un enfervorizado seguidor de un determinado deporte ni de un club concreto para seguir con cierta pasión estos acontecimientos, que como en este caso, proclaman a un equipo de fútbol, como el indiscutible Rey de Europa.

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