Paseando por la calle, por el
parque, por el centro comercial, por las escaleras y el vestíbulo del edificio
dónde vivimos, es fácil escuchar con harta frecuencia, comentarios acerca de la
situación política que tensa a los ciudadanos de este País, como consecuencia
de una situación tan inesperada y confusa como grotesca, en una región como
Cataluña, que está afectando al resto del País.
Nadie se merece esto, nadie ha
provocado este conflicto, que sin embargo los radicales independentistas se
empeñan en atribuir y culpar al resto de España. Son otros, y muchos, los
problemas que afectan a tanta gente que no llega ni a mitad de mes, que pasa
hambre y necesidades sin cuento, que nos parecen invisibles, sencillamente
porque no los queremos ver.
Nadie podía esperar esto hace
apenas un año, no digamos tiempo atrás, cuando era el País Vasco, incluso
cuando el terrorismo había dejado de golpear, quien nos tenía continuamente
inmersos en la incertidumbre por una situación parecida a la que ahora vivimos
en Cataluña, con el inefable Ibarretxe presionando cada día, hasta el momento
en que decidió abandonar su empecinamiento independentista.
Imposible, nos decíamos en aquellos
tiempos, que los catalanes llegasen a optar por la vía del independentismo. Vista
la trayectoria seguida por ambas regiones, Cataluña y el País Vasco, pensábamos
que los problemas llegarían de éste último, pero jamás se nos pasó por la
cabeza lo que hoy contemplamos con asombro, aunque visionarios hubo, hace ya
mucho tiempo, que afirmaban que estábamos equivocados.
Nos decíamos que los catalanes eran
muy listos, demasiado para llegar a pensar en la independencia, son muy prácticos se comentaba, la pela es la
pela, jamás cometerán semejante error. ¿Cómo es posible que no fuésemos capaces
de considerar que podría llegar a plantearse la situación en la que nos
hallamos inmersos?
Ni siquiera ha habido una
retirada, ni táctica ni estratégica, como llevaron a cabo los Vascos, que observan
el presente proceso con sumo interés, pendientes de su desarrollo y de los
resultados que de él se deriven, imposible de conocer en este crucial momento
en el que nos encontramos.
En una alocada y vertiginosa
huída hacia adelante, saltándose todas las leyes y normas, incluidas las suyas,
despreciando y obviando la Constitución y su Tribunal, que ha invalidado todas
las actuaciones del parlamento, una fracción de la ciudadanía se ha lanzado a
la calle impulsada y dirigida por el propio Govern, sus aliados anti sistema y
sociedades civiles, en pos de una independencia que proclame la República
Catalana.
Cataluña entera ha quedado
dividida en dos, creando una dolorosa fractura que ya existía, pero que ahora
se multiplicará sin duda en intensidad y número, lo que motivará odios, recelos
y enemistades que llegarán a todos los rincones de una sociedad que no podrá
soportar por mucho tiempo tanta incertidumbre, tanto desasosiego y tanta
zozobra, salvo que el buen juicio, la serenidad y la sensatez se impongan de
inmediato.
Pero no son estas las virtudes que
adornan a unos dirigentes que son los primeros en mostrarse al frente de los
acontecimientos, con una actitud secesionista, de rebeldía, deslealtad e irresponsable
desobediencia, así como por un absoluto desprecio hacia las leyes. Kapuscinkski,
escritor polaco, afirmó: “La ideología del siglo XXI, es el humanismo global,
pero tiene dos peligrosos enemigos: el nacionalismo y el fundamentalismo
religioso”.
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