Por fin se bajó el telón, y la larga
e insoportable ópera bufa, acerca de la independencia catalana llegó al último
acto de una penosa y patética representación que ha mantenido al público
expectante y tenso ante una obra que ha durado mucho tiempo.
Demasiado, sin duda para la
inmensa mayoría, que ahora, al abandonar sus incómodas y fatigadas butacas, respiran
con un cierto aire de alivio, que no es interpretado por igual por todos los
asistentes, que en función de sus expectativas, muestran sus impresiones
divididos en dos irreconciliables bandos.
Unos más que otros, han salido desigualmente
satisfechos de este inacabable drama, que en demasiados actos y sin apenas
descanso alguno, ha logrado crear un ambiente de crispación y permanente estado
de incredulidad, que no ha cesado durante toda la dramatización.
Y es que ha conseguido mantener un estado de
excitación permanente con continuas bajadas y subidas de tono, avances y
retrocesos exhaustivos, dudas y afirmaciones, que han mantenido la atención de
un público, que incrédulo ante lo que veía, sólo decidió abandonar la sala cuando
creyeron que el desenlace había llegado a su fin, ignorantes de lo que aún
tendrían que soportar.
Ha sido tanta la tensión
acumulada durante todo este tiempo, tantas las falsas alarmas, los desmentidos,
las idas y venidas, que los ciudadanos que creyeron quedar plenamente
satisfechos en un caso y sumamente desencantados en el otro, pronto se darían
cuenta de que todo había sido un engaño.
Una pesada y grotesca broma, que
supuso un desencanto para los que pensaron que la independencia y la
consiguiente República habían sido por fin proclamadas sin suspensiones ni
arbitrariedades, y un alivio para quienes se oponían a una secesión que no
parecía tomar carta de naturaleza.
Así fue pasando el tiempo, sin proclamas
solemnes en el balcón de la Generalitat, a cargo del President, sin arriar la
bandera española en el Palau, algo que cabía esperar si la independencia se
hubiera llevado a cabo sin ningún género de dudas, algo que a medida que pasaba
el tiempo se iba sustanciando y materializando, con un gobierno que no dudó en
aplicar la ley que suponía la intervención de la Autonomía Catalana.
Algo que dejó en su forzado y
tozudo lugar, una división de opiniones manifestada antes de comenzar una cómica
y burlesca función, que a su término pareció dejar bien claro que unos, al
final, y afortunadamente, habían visto lo que ya no esperaban lograr, mientras
que el resto, que pensaban disfrutar intensa y vivamente, quedaron sumidos en
la más desesperante de las frustraciones.
Nadie, ni los más atrevidos y
audaces profetas, podían prever el final de esta absorbente e impredecible
ópera bufa, que ha divertido tan sólo a unos, mientras el resto, que todo lo
esperaban y que tenían fundadas esperanzas de salir airosos y plenamente
satisfechos, se preguntan ahora cómo es posible que algo que veían tan cercano
y próximo, lo contemplen ahora lejos de su alcance.
Mientras tanto, los
responsables políticos que fueron los culpables de tensionar la situación hasta
extremos insoportables y que crisparon profundamente una sociedad ahora más
dividida y fracturada que nunca, han tomado las de Villadiego, abandonando a
sus partidarios que no cesan en su desconcertado asombro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario