jueves, 1 de octubre de 2020

CENTENARIO DE MIGUEL DELIBES

Entre tanta y tan vulgar mezquindad con la que convivimos en estos difíciles tiempos, con políticos ineptos y ruines, incapaces de hacer frente a las miserias de todo tipo que padecen los ciudadanos de nuestro País, surge el recuerdo centenario de la figura de un gigante de las letras, con la inteligencia, la sabiduría y la sensibilidad que a los antes citados les falta, con una arrolladora fuerza tal, que parece ahora tan vigente, fresco y actual, de un arte que manejó a la perfección, con una portentosa capacidad de atraer a todos los sectores pensantes, léase ávidos lectores, del  genio vallisoletano y universal de las letras españolas y del mundo, Miguel Delibes.

Cien años hará de su nacimiento en Valladolid, este mes de octubre, quién obtuviera los más altos galardones de las letras, entre las que figuran el premio Cervantes, el premio nacional de las letras, el premio Nadal, y el premio nacional de narrativa.  Académico de la Lengua, fue director del Norte de Castilla, dónde realizó una ingente labor, pese a los problemas que le causó la censura. Autor de una obra inmensa, tanto en narrativa como en ensayo, como en libros de viajes, relatos, libros de caza, es un autor por todos alabado, y sobre todo respetado, por su enorme capacidad para llegar a todas las sensibilidades posibles, y hacerlo de una manera culta, noble y digna, que a nadie pudiera ofender, salvo a quienes le reprochaban estar contra el progreso, algo que está fuera de toda realidad.

Fue un hombre que amaba la naturaleza, pese a sus detractores por el hecho de que fuera cazador, y que detestaba el consumismo voraz y absurdo que llevaba a las gentes a no reponer nada, sino a sustituir una y otra vez los bienes de consumo que podían ser reparados, y que de esta forma contribuían a una masificación brutal de residuos, que, como vemos ahora, contaminan una naturaleza, que él consideraba se estaba maltratando de esta forma, así como también mediante el continuo abandono de la misma por las masificadas e inhumanas ciudades, en detrimento del campo, de la vida rural que tanto amaba.

Se le acusaba de “alabar la aldea” y “censurar la corte”, cuando lo que preconizaba era la deshumanización y falsedad de la vida en la gran ciudad, algo por lo que lo tacharon de reaccionario, como cuando un protagonista de Camino, Daniel el mochuelo, renuncia a la gran urbe, para no convertirse en cómplice de un falso progreso, de esplendorosa apariencia, pero de una absoluta y necia insensatez. Decía Delibes, literalmente: “En los grandes centros urbanos, viven en gigantescas torres colmena, en donde viven apiñados perdiendo todo rasgo personalizador, de esta manera, las comunidades degeneran en unas masas amorfas, fácilmente controlables por el poder concentrado en unas pocas manos”.

Sorprendente y genial precursor del cuidado del medio ambiente, contrario al consumismo desaforado, a la par que visionario en sus predicciones sobre la sociedad de un futuro que aventuró y presagió su avanzado pensamiento, y que hoy en día vemos materializado, un sexenio después, y que en muchos casos refleja en su extensa obra, como en el caso del disputado voto del señor Cayo, dónde se lamenta de la destrucción de la cultura rural, creada a través de siglos, sustituida por la cultura industrial, que ha destrozado una cultura campesina sin alternativa alguna para una tradición de siglos, tal como él afirmó en su momento.

Hablar de su ingente obra necesitaría de un tratado aparte para poder hacerle justicia. Desde la sombra del ciprés es alargada, premio Nadal, hasta el Hereje pasando por la Hoja Roja, Las Ratas, cinco horas con Mario, Los Santos Inocentes, diario de un cazador, señora de rojo sobre fondo gris, y tantos otros títulos, que han hecho de Delibes un escritor accesible para el gran público, ameno y sencillo, siempre con un profundo, sensible y humano mensaje que se adivina tras su claro lenguaje, que trasciende los tiempos, y que se mantiene fresco, actual y vigente, como sólo los grandes escritores logran impregnar e incorporar a su obra.

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