sábado, 31 de octubre de 2020

JUGUETES ROTOS

No hace mucho tiempo, era harto complicado que en España, un científico español hablara abiertamente sobre los animales con los que se investigaba en laboratorio, mientras los abusos en prácticas experimentales en el pasado, la presión de los gru pmpos en defensa de los animales, y los ataques sufridos en algunas instalaciones en Europa obligaron a una política de puertas cerradas que no ha ayudado a su maltrecha reputación, ya que continúan dichas actividades en todo el mundo, pretextando que no hay otra solución para poder avanzar en el desarrollo de la ciencia en cuanto a las enfermedades se refiere, lo que repercute en la salud de los ciudadanos de todo el planeta.

Argumento difícil de rebatir, de oponerse a su incontestable contenido, de una lógica, en principio aplastante, a la que parece que nadie en su sano juicio puede oponerse, dado el hecho poderoso y radicalmente taxativo, que supone la defensa y mejora de la salud de las personas mediante una actividad que, aunque repugne por su metodología, que en definitiva incluye el maltrato de los animales utilizados en laboratorio, su finalidad es la de beneficiarnos mediante los resultados obtenidos a través de esos métodos, de cuya existencia somos plenamente conscientes, pero que tratamos, y en última instancia conseguimos olvidar, debido a nuestra mala conciencia.

 sin embargo, pocos esfuerzos llevamos a cabo para intentar encontrar alternativas a estas actuaciones científicas, cuyos métodos imaginamos, pero que desconocemos en sus más intrincadas y perversas manifestaciones a que dan lugar estos oscuros y siniestros modos de utilización de unos seres vivos sometidos a torturas, absolutamente indefensos ante el egoísmo de quienes van a beneficiarse de su dolor y sufrimiento, en un acto a todas luces reprobable y de dudosa legalidad, que desdichadamente no pueden reclamar, y que nosotros, los ególatras y narcisistas humanos, no se esfuerzan en denunciar.

Ante estos deplorables y malvados hechos, acostumbramos a cerrar los ojos y la insensible y perversa inteligencia, para no ver ni sentir lo que nos molesta, lo que nos incomoda, en un acto culpable de cinismo colectivo, de un siniestro e irresponsable modo de actuar, mediante un silencio interesado, que no obstante no podemos obviar ante la mala conciencia que nuestro subconsciente no nos permite mantener al margen de nuestras desagradecidas e interesadas vidas, que no dudamos hacer prevalecer tiránicamente, sobre las de los vulnerables y desvalidos animales, que denominamos irracionales, sin habernos detenido jamás a analizar tan despótica y brutal aseveración.

Y ahora, somos nosotros, los humanos, los auto denominados seres superiores, los que deciden sobre la vida de los seres inferiores, los animales, a los que nos permitirnos utilizar a nuestra entera conveniencia, los que, ahora, en esta devastadora pandemia, se sienten, nos sentimos, utilizados por nuestros semejantes, instalados en el poder de decidir sobre la vida y la hacienda de los demás, con las muchas y poderosas armas legales de diverso tipo, que se supone les hemos autorizado a utilizar contra nosotros mismos, apoyados por las fuerzas del orden, que no dudan en aplicar las medidas que ejecutan sin miramientos, en un ejercicio de autoridad inapelable e incontestable para los ciudadanos.

Ante esto, nada podemos oponer, salvo la frustración y la indignación más humillante, cuando de semejante demostración de fuerza somos víctimas, a cargo de aquellos que elegimos un día en votación libre y secreta, según nos aseguraron, y de cuyo sentido, hoy, sometidos, vigilados, y tratados como cobayas humanos, comenzamos a dudar, de una forma razonable, absolutamente detestable y rechazable,  mientras que la mayoría no se plantea cuestionar cuanto nos está pasando, ya que no discriminan, ni analizan, ni ponen en cuarentena las decisiones de las instancias oficiales, sino que las asimilan y admiten como buenas, como las mejores para nosotros, obedientes y serviles ciudadanos, que no se plantean las decisiones de los que ostentan el poder.

Sorprendidos e incrédulos, contemplamos cómo los políticos mercadean con nuestras vidas, sobre todo en estos complicados y adversos tiempos, cuando vivimos en un continuo sobresalto, atemorizados por una pandemia, que quienes tanto nos exigen, se sienten incapaces de contener, con errores iniciales, que por supuesto no admiten, y con continuos cambios de rumbo, confinándonos unas veces, limitando la movilidad otras, sectorizando ciudades a su antojo, perimetrando, cambiando horarios, con estados permanentes de alarma y toques de queda incluidos, prohibiendo e imponiendo en definitiva, el recorte y restricción de las libertades, mientras su señorías del gobierno y compañía llegan a acuerdos y desacuerdos, negociando sobre las vidas de nosotros, los ciudadanos, como si fuésemos simple y vulgar mercancía con la que jugar, como si  fuésemos figuras inanimadas, juguetes rotos, movidos en un gigantesco tablero de ajedrez.


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