domingo, 18 de octubre de 2020

UN NUEVO ORDEN

Han sido tantos los vaivenes que la humanidad ha experimentado a lo largo de su corta historia, que ya de nada nos sorprendemos cuando con frecuencia nos encontramos inmersos en uno de ellos, como en el presente, que de una forma brutal está afectando a todo el planeta, esta vez en forma de pandemia, que está consiguiendo cambios que jamás llegamos a soñar, no sólo en el orden social, económico y laboral, sino incluso en el político, que están dejando un patético rastro de devastación y sufrimiento, con un bagaje terrible en forma de víctimas mortales, así como de dolorosas secuelas en muchos de los que logran sobrevivir al misterioso y secreto enemigo, que en forma de virus, está azotando al mundo entero.

En el orden político, los cambios, apenas imperceptibles, no se aprecian en principio y a simple vista para quien sólo los visualiza cuando los tiene delante de sus ojos, cuando las evidencias son tales, queno se pueden ocultar, que son notorias y claras, hasta tal punto que nadie puede negarlas, por lo que su aceptación es innegable, y nada ni nadie puede oponerse a su material y cristalina materialización, algo que nada tiene que ver con una situación aparentemente normal, que esconde una realidad radicalmente opuesta, de la que no todo el mundo es consciente, y que disfrazada de una aparente normalidad, oculta unas intenciones siniestramente malévolas e ilegales, que se oponen sutilmente a un estado social y de derecho, tan cacareado por los protagonistas que pudieran estar incursos en estas consideraciones.

Hablamos de la democracia, del estado de bienestar al que todos aspiramos y tenemos derecho, dirigida por unos gobernantes que hemos elegido en unas elecciones libres y democráticas, en los que supuestamente confiamos, que pueden pertenecer o no a la opción que hemos elegido, y qrue en cualquier caso tienen la obligación y el alto deber de defender a todos los ciudadanos, algo que confiamos en que lleven a cabo, y de lo que solemos desentendernos una vez hemos depositado el voto en las pertinentes urnas, que decidirán en gran medida nuestro futuro.

Experiencias recientes en el tiempo, en una desconcertante Europa, nos mostraron el rostro terrible de una salvaje guerra en la antigua Yugoslavia, a finales del siglo XX, que tuvo dramáticas consecuencias, con una violencia brutal que conllevó una auténtica y despótica demostración de desprecio por los derechos humanos, mientras el resto del mundo miraba hacia otro lado, como ocurrió con la guerra de Chechenia, o la ocupación de la península de Crimea a cargo de Rusia, hace apenas seis años,todo ello en la Europa de las libertades, en los tiempos actuales, cuando ya nadie pensaba que tales soluciones violentas, dictatoriales, tiránicas y antidemocráticas, pudieran tener lugar en nuestro avanzado, democrático y confiado mundo.

Vivimos unos tiempos de desesperación, humillantes e inciertos, tiempos de hierro e indignación, provocados por un desastre absoluto en todos los órdenes, con la pandemia como origen de todos los males, que han dado la excusa suficiente, según ellos, para confinarnos una y otra vez, para encerrarnos en nuestros hogares, en nuestros barrios, en nuestras ciudades, en nuestro País, en una ceremonia de la confusión y el despotismo, tan sutil, que para las mentes pensantes que no se contentan con la verdad oficial, no les valen tales razonamientos, tan radicales, tiránicos y excesivos, que no satisfacen su deseo de saber, de conocer lo que en realidad está sucediendo.

Y es así, porque discriminan, porque ponen en cuarentena cuanto procede del omnímodo poder, ante lo que suena a sospechosa acción dictatorial y arbitraria, dado el hecho de que quienes ordenan tales limitaciones de los derechos ciudadanos, no aportan alternativa alguna, detentando el poder de una forma sutilmente brutal y sin ambages, pretextando que es lo mejor para unos ciudadanos tan afectados por una situación que está dejando unas huellas indelebles en todos los órdenes, en una población sometida ante las formas que sus gobernantes utilizan para obligarlos a seguir sus imperativos dictados, con la policía controlándolos, aplicando los innumerables medios coercitivos de que disponen, para hacerse respetar ante una ciudadanía que temerosa unas veces, e indignada otras, comienza a preguntarse si todo esto es verdad, si nos estarán mintiendo en cierta medida, o si se trata de una gigantesca y brutal confabulación, que afecta a la humanidad entera.

Nadie levanta la voz, sin embargo, ante este nuevo orden que parece estar fraguándose. Ni siquiera los intelectuales, se preguntan, con su innegable poder de influencia en la sociedad, si todo esto no obedece a oscuras y siniestras maniobras del poder. Tampoco los científicos y los sabios en la materia contradicen a los políticos, bien por miedo, bien por seguridad absoluta de lo que está pasando, de que todo tiene un origen natural, de que no es fruto de una maniobra provocada artificialmente para crear el estado de inquietud extrema en que vivimos con todas las terribles y dolorosas consecuencias que la humanidad está soportando.

Alguien, debe de saber algo, pero sin duda, no se nos va a trasladar a quienes somos objeto de tan siniestras maniobras, a quienes no nos queda más remedio que la obediencia obligada y servil, ante la que tan solo la resignación y la más firme indignación, puede aplacar nuestras profundas dudas, ante lo que nos está sucediendo, y que el alemán Martin Niemoller, plasmó en sus famosas reflexiones: “primero vinieron a por los comunistas, y no dije nada, porque yo no era comunista, luego vinieron a por los socialistas, y yo no dije nada, porque no era socialista, después vinieron a por los sindicalistas, y no dije nada porque yo no era sindicalista, luego vinieron a por los judíos, y no dije nada, porque yo no era judío, luego vinieron a por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada”.


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