miércoles, 15 de diciembre de 2021

FARISEOS

Que el ser humano es sumamente acomodaticio, es algo que nadie puede negar, y que la mayoría ha podido comprobar cuando ha experimentado esta capacidad tan resolutiva para quien la experimenta, ya que su puesta en práctica suele ser de sumo interés para quién, egoísta o necesariamente, tiene que acomodarse a las circunstancias que le condicionan para amoldarse a los vaivenes de la humana existencia, sin posibilidad de evadirse de los condicionamientos que le obligan, tomando las decisiones pertinentes para adecuarse a los nuevos tiempos que las circunstancias vitales le han obligado a considerar como inevitables para proseguir su forzado e inevitable caminar.

Tan adaptables son los protagonista de estos habituales hechos, tan comunes y frecuentes en la existencia humana, que su repercusión en el quehacer humano suele ser mínimo, y sus efectos adversos pasajeros, de tal forma, que pese a las incomodidades y trastornos, que indudablemente causan, no acostumbran a ser tan traumáticos como para quedar marcados por ello, llegando a aceptar los inevitables cambios originados, como un mal menor que se debe asumir, que nos permitirá continuar nuestra trastocada actividad, ya sea personal, familiar, o de cualquiera otra índole, sin alterar, de esta forma, nuestra diaria existencia, aún a costa de la obligada alteración de la diaria rutina existencial.

Pero no siempre los cambios, variaciones y alteraciones del rumbo vital de los seres humanos, están condicionados por una inevitable y obligada contingencia que no podemos evitar, que no depende de nuestra voluntad, de nuestra libre capacidad para dirigir nuestras acciones y más fervientes deseos, sino que dichas alteraciones existenciales, son asumidas libremente por motivos más o menos inconfesables, que no obligan, porque no son una imposición, que como tal, no depende del individuo, sino que es decidida libre y voluntariamente en un ejercicio del libre albedrío, que no supone imposición alguna más o menos rechazable e indeseada, sino una manifestación buscada y realizada con la intención de mejorar una determinada situación, con propósitos quizás egoístas, quizás inconfesables, pero siempre decididos y dirigidos racionalmente, sin presión exterior alguna.

Sus manifestaciones, sus facetas, sus expresiones materializadas en hechos determinados y concretos, son tantos y tan variados como la mente y la voluntad humanas pueden llevar a término, de tal forma que su pretendida intención de relacionar todos y cada una de ellas, resultaría un vano y fútil intento por desentrañar la capacidad del ser humano para llevar a cabo sus más íntimas y recónditas perversidades, más o menos retorcidas, de las que es capaz, y de las que a lo largo de la historia ha dado amplia y nutrida muestra, a través de ejemplos que no han llegadoa traspasar la barrera de lo meramente personal, y de aquellos que han logrado tal eco, que han trascendido el ámbito individual, para llegar a alcanzar metas mucho más elevadas y tocar techos tan altos que no conocen fronteras.

Así, podemos encontrar innumerables casos de personajes famosos a nivel internacional, de todas las épocas, de todos los orígenes, y de todas las ocupaciones, actividades, y dedicaciones posibles, con preferencia por los políticos, pero dónde no faltan los genios más o menos dotados, de las diversas y variadas artes, los militares, los artistas, los dedicados a la ciencia y la tecnología, las grandes fortunas y  cómo no, y en gran medida, los que se habían inclinado por dedicarse al lucrativo y falsario negocio de la religión, desde el más bajo servidor, hasta el que representa las más altas instancias a las que se puede llegar en ese proceloso mundo que conduce a las alturas más altas e inmateriales a las que el ser humano puede llegar a alcanzar, una vez se ha traspasado la línea que divide esta vida terrena, de la que ellos dicen, sin el menor sonrojo, ostentar por divino y sobrenatural  mandato.

Estos últimos son, sin duda, junto a los denostados y soberbios políticos, los que se llevan sin duda la palma en esta singular pelea farisaica, con su enorme capacidad para engañar, aquellos a sus fieles y devotos seguidores, y éstos últimos a sus crédulos e ingenuos votantes, con sus falsas promesas, eternas en un caso y temporales en el otro, pero siempre basadas en la enorme capacidad para convertirse en lo que no son, salvadores de almas, los unos, y repartidores de dádivas y bienes materiales sin cuento los otros, en un ejercicio de engaño, falsedad manifiesta e impostura desleal e hipócrita, que difícilmente admite parangón en este engañoso y malicioso mundo en el que nos movemos, dónde todo vale si con ello se obtienen los jugosos réditos que suelen estar en juego, y que con tanta facilidad suelen obtener.

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