miércoles, 9 de mayo de 2007

Fanatismo y religión

Acostumbro a leer y participar en esta sección, abierta a todo y a todos, lo cual es digno de agradecer en los tiempos que corren, en los que cada medio de difusión, ya sea escrito, radiofónico o televisivo, tiene una acusada y en ocasiones mal disimulada tendencia ideológica, que descoloca al lector aquel que es capaz de analizar, digerir e interpretar libre y razonadamente la ingente cantidad de información que nos inunda cada día, extrayendo las conclusiones oportunas con una fría objetividad y de la manera más lógica posible.
Esta semana, y por entregas, he seguido en esta sección un relato cuasi novelado, que aún hoy cada vez que lo recuerdo me provoca escalofríos por su tétrico contenido, siempre enigmático, ya que el lector no descubre el final de la pesadilla hasta el segundo capitulo. Este folletín por entregas su autor dióle por nombre, La locomotora del futuro.
Sólo su título, pretendidamente salvador e iluminado, me provoca el rechazo hacia aquellos que se creen en posesión de la verdad, erigiéndose en salvadores del resto de la humanidad, sin el menor atisbo de duda, sin la menor concesión hacia los demás, acusando a los jóvenes madrileños (los de Alcobendas y Sanse se salvan de la quema), de "indiferentes e increyentes", puesto que no viven en la "comunidad eclesial". Confieso que nunca he entendido (seguramente ellos tampoco), estas expresiones tan vacías de sentido y a las que tan aficionados son estos grupos tan característicos de esta época libertina, inmoral y decadente, de la cual nos quieren apartar y redimir.
No, gracias, no pretendan salvarme, a mí por lo menos, si me condeno, que me condene, eso es cosa mía y sólo mía y no permito que nadie pretenda interferir en los asuntos que atañen a mi salvación. De eso ya me ocupo yo, aquí, en esta vida terrenal donde se dirime todo, lo bueno y lo malo, la bondad y la malicia, la sinceridad y la hipocresía..... la miseria, el dolor y el sufrimiento de tanta gente de este mundo que necesita y espera menos oraciones, rezos, misas, verdades y creencias y más compromisos de ayuda y atención inmediata y material que es lo que de vedad y con urgencia necesitan.
Finaliza el susodicho relato, después de estremecedoras y patéticas escenas del grupo de fanáticos que reunidos alrededor de la cruz pretenden convertir a un grupo de jóvenes que les observan con una mezcla de incredulidad y espanto, con un emocionado recuerdo hacia el Papa anterior, el misionero por excelencia, (para misionero, un obispo de Palencia, que abandonó sus privilegios, su palacio y su boato y se fue a una misión donde de verdad le necesitaban), y al que la juventud ama y sigue por donde quiera que va, según el autor del relato.
Hastiados estamos ya de tanto salvador. Como decía el célebre científico Carl Sagan, la única verdad sagrada, es que no hay verdad sagrada. Ni siquiera ésta que acabo de formular.