domingo, 13 de mayo de 2007

Historia de un voto

Llegan las elecciones, en este caso las municipales y autonómicas y una vez más nos encontramos con el eterno dilema de abstenerse debido al hastío, al cansancio y a la incredulidad reinante en el electorado ó la del voto denominado útil, al que casi siempre acabamos recurriendo para acallar la mala conciencia.
Es el mío un voto que lleva años confiando en esta izquierda tan civilizada, sosa y anodina, casi ñoña y con un exceso de talante que aburre hasta a las ovejas, en que se ha convertido hoy. La derecha, sin embargo, ha seguido el camino inverso, es decir, cada día más extrema, radical, vocinglera y desafiante, pero que está consiguiendo llevarse el gato al agua, hasta el extremo de convertir Madrid en su feudo, inaugurando túneles y estaciones de metro día sí día no cual si de pantanos se tratara.
Desencanto es la palabra que mejor refleja el espíritu que me anima a la hora de decidir mi voto, al contemplar como la clase política de este País en general y de los actuales dirigentes en particular, son incapaces de actuar como representantes de los ciudadanos al servicio de los mismos, y de mostrar una imagen acorde con la representación que ostentan. Un ejemplo claro lo tenemos aquí, en Alcobendas, donde las peleas internas están dando una imagen penosa de la izquierda.
Desanima, cansa y hastía hasta el aburrimiento, contemplar como los partidos políticos se tiran los trastos a la cabeza sin el menor rubor, ante los atónitos ojos de los ciudadanos, a quienes cuando llegue el momento no tendrán ningún escrúpulo en pedir su voto en aras de un egoísmo personal mal disimulado por un cúmulo de promesas que saben, sabemos, no van a cumplir.
Resulta desalentador contemplar como ante problemas de índole nacional que requieren el acuerdo de los dos grandes partidos, se empeñan en distanciarse cada vez más, alejándose con ello las posibilidades de resolver conflictos que se eternizan a través de los tiempos y que por su gravedad exigen la unidad de criterios de los dos grandes partidos para poder llevar a cabo tan delicada labor.
Decididamente, a los políticos les interesamos hasta el momento de introducir el voto en la urna. Después, si te he visto no me acuerdo y esta situación se agrava con la corrupción y el despilfarro que campa por sus respetos a diestro y siniestro (nunca mejor dicho), sin que veamos llegado el final de semejante desatino.
Pese a todo, uno tiene su ideología y sus preferencias, pero no somos de piedra y observamos este panorama con una irritante, triste y frustrada resignación. Todo tiene su límite y hasta aquí hemos llegado. Estoy harto de que especulen con mi voto, lo vacíen de contenido y lo echen en saco roto. Es por ello, que, harto de tanta farsa y dado el hecho de que nos encontramos en un mundo globalizado y mercantilista, donde todo se compra y se vende, he decidido poner en venta mi voto y concedérselo al mejor postor. Interesados, diríjanse al que suscribe.