jueves, 22 de noviembre de 2007

EL DISCRETO ENCANTO DE LA NAVIDAD

Un año más contemplamos como las fiestas navideñas adelantan su llamada a nuestra puerta, arañando unos cuantos días más al calendario. Nos machacan con el supuesto mensaje navideño contenido hoy en día en la pesada y pedante publicidad mediante la cual pretenden vendernos la supuesta magia navideña, y lo digo así porque ya ni se molestan en darle ese calificativo que entrañaba una mezcla de nostalgia y hechizo que contrasta frontalmente con las intenciones puramente interesadas y fundamentalmente mercantilistas que dominan el panorama navideño actual.
Y es que esa magia ha perdido todo su valor y hoy esa expresión está vacía de contenido, habiéndose transformado en una desenfrenada fiebre consumista que todo lo devora en aras de una autosatisfacción y culto personal que nada tiene que ver con el supuesto espíritu que debería presidir estas fechas y no me refiero precisamente al religioso tan omnipresente y alienante que siempre se ha apropiado de las mismas sino al que se refiere a la solidaridad entre los seres humanos y que brilla y ha brillado siempre por su ausencia, aunque hoy más acentuado que nunca.
Ese discreto encanto y esa dudosa magia, residen hoy en los grandes almacenes y centros comerciales que nos impulsan a consumir de una forma desaforada y por los que nos dejamos llevar acabando hastiados un año sí y otro también de dos semanas de hartazgo consumista y familiar, respirando aliviados cuando los interminables festines de todo tipo terminan por fin. Y es que dos años de pantagruélicos fiestas acaban con cualquiera – no hay que olvidar que estos festejos comienzan en un año y terminan en el siguiente – . Todo ello nos provoca el firme propósito de desertar el próximo año con un viaje a recónditos lugares donde el encanto y la magia navideña brillen por su ausencia.
Deberíamos sonrojarnos al contemplar el espectáculo de los centros comerciales superabastecidos más que nunca con todo tipo de productos y alimentos propios ó no de estas fechas – juro que experimento una mezcla de desprecio y vergüenza al contemplar semejante espectáculo - mientras medio mundo que agoniza en medio de la más espantosa de las miserias nos contempla como vivimos y disfrutamos de la magia de una navidad impregnada de consumismo y de felicidad egoístas a plazo fijo.
No considero acertado aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí que las sociedades cuanto más opulentas y acomodadas, más insolidarias y egoístas se tornan, siendo éste un hecho incontrovertible y que nuestros padres atestiguan cuando les preguntamos sobre los tiempos pasados en los que las gentes se ayudaban los unos a los otros desinteresadamente.
Confieso que en mi infancia viví unas navidades entrañables plenas de magia y encanto y de las que guardo un grato recuerdo. Quizás estábamos condicionados y alienados por la religión que lo empapaba todo. Quizás éramos delicadamente ingenuos. Pero fuimos dichosos con lo poco que teníamos. Cada juguete era un tesoro que conservábamos durante años y cada navidad un acontecimiento que se hacía esperar. Eran otros tiempos. Eran otros lugares. Éramos inmensamente felices.
Con mis mejores deseos para toda la gente de buena voluntad. Un recuerdo muy especial para mi querida madre que nos ha dejado para siempre, con la que tantas navidades dichosas pasé. Ya no podré felicitarla más. Ella también adoraba aquella navidad. Ella sabe bien cuanto la quiero.