lunes, 14 de abril de 2008

Todos estamos invitados

Bajo este título, en apariencia inofensivo y carente de dramatismo alguno Gutiérrez Aragón forja una desgarradora historia que tiene lugar aquí al lado, en el País Vasco y que logra desbordar al espectador, hasta el extremo de sumirle en un estado de inquietud y desasosiego ante la contemplación de unos hechos magníficamente expuestos por este excelente director, que aunque harto conocidos, no por ello dejan de impresionar profundamente.
En pocas ocasiones he visto al público continuar sentado en su butaca impactado por la escena final, esperando quizás algo más, con la esperanza de un gesto, una situación nueva y gratificante que suavice su tremenda dureza para al final abandonar la sala en un silencio absoluto y con una expresión mezcla de incredulidad y asombro ante lo visto en pantalla que no es sino un fiel reflejo de una dramática situación que tantas personas viven a diario en ese maravilloso y próspero País Vasco.
Miedo, angustia y desolación resumen y empapan los hechos narrados. Miedo por parte de la víctima y miedo por parte de quienes le rodean que con su mal disimulada ignorancia ante el estremecedor acoso a que son sometidos, aumentan la incredulidad, la soledad y el abandono de quienes ven trastocada su vida por estos terribles hechos.
Mirar hacia otro lado, ignorar lo que está pasando, continuar viviendo.

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