jueves, 18 de febrero de 2010

INMERSOS EN LAS REDES SOCIALES

Solos, aislados, inmersos en una soledad que nos obliga a mantener un continuo diálogo con nosotros mismos, sin poder delegar nuestros pensamientos, estamos obligados, condenados, reducidos a vivir nuestro mundo interior al margen de los demás en un eterno monólogo indescifrable para los demás, que nos aísla de cuanto nos rodea, convirtiéndonos en mundos individuales que se reinventan cada segundo que pasa, en un continuo y cíclico comenzar de nuevo que nos aleja del pasado y nos conduce hacia un futuro inmediato e impredecible.
Afortunadamente somos seres sociales que convivimos, lo que nos permite comunicarnos y establecer relaciones de todo tipo, lo cual nos libera en parte de la carga emocional y solitaria, individual e intransferible a que estamos sujetos y atados los seres humanos.
A través de los siglos, esta comunicación ha ido desarrollándose a medida que los individuos fueron tomando conciencia de que eran algo más que seres-objeto del destino que los dioses les habían marcado desde el principio de los tiempos, que eran libres y que podían, mediante la utilización del conocimiento al que poco a poco fueron accediendo, interpretar los fenómenos naturales de toda índole, como sucesos explicables mediante el uso de la razón y no como castigos divinos a los que estaban ineludiblemente destinados.
En la baja Edad Media el raciocinio medieval evoluciona hacia el Humanismo, el hombre se descubre a sí mismo y comienzo a valorarse y a confiar en su razón y en su capacidad para cultivar las ramas de la sabiduría. El Renacimiento y la Ilustración conducirían al hombre, a través del conocimiento científico y cultural, hacia la modernidad, con una época brillantísima, fundamentalmente en el terreno de las artes, como no se ha vuelto a experimentar jamás.
Con la llegada de la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII, se experimentó un cambio económico, social, científico y político de tales dimensiones que sus consecuencias, en estos doscientos años, han cambiado la faz del planeta, en todos los órdenes, más que en toda la historia pasada de la humanidad.
Instalados ya en el presente, a comienzos del siglo XXI, una nueva revolución, en este caso tecnológica, está cambiando, casi sin darnos cuenta, las relaciones sociales, con un auge tal de los medios de comunicación, que afecta día a día y cada vez más a las relaciones interpersonales de tal modo que la sociedad en su conjunto se ve afectada y condicionada por unos cambios que modifican hábitos, costumbres y actividades que hasta hace poco no podíamos vislumbrar.
Internet ha llegado a revolucionar nuestro mundo y el concepto que de él teníamos hasta ahora. Las denominadas Redes Sociales han logrado trastocar por completo la sociedad con un empuje tal que hace tan solo unos pocos años no podíamos ni soñar, pues nos hubiera parecido ciencia ficción el potencial de este poderosísimo medio, cuyos límites, según afirman los expertos, ni se vislumbran aún, ya que, de hecho, apenas acaba de comenzar.
Estamos tan inmersos en este mundo tecnológico, que apenas nos damos cuenta, acostumbrados como estamos a un ritmo infernal en nuestra actividad diaria, de la capacidad creadora y generadora de nueva tecnología que supera los ámbitos de los estados y de muchos gobiernos que se ven incapaces de someter a su control a una enorme capacidad de trasiego de información que no conoce ni idiomas, ni límites ni fronteras.
La revolución positiva que ha supuesto Internet en la sociedad, y, por lo tanto, en nuestras vidas, es innegable. Es una maravilla que nos abre una inmediata y portentosa ventana al mundo, pero que, como todos los grandes descubrimientos, el ser humano debe aprender a controlar para asumir correctamente su doble vertiente.
El efecto que tiene, fundamentalmente en nuestros jóvenes, absortos e inmersos en este mundo, hasta extremos que no podíamos ni imaginar hace apenas unos pocos años es innegable. Les absorbe de tal forma, que consumen Internet y todos los servicios que este fenómeno les procura, con fruición y pasión desmedidas.
Así permanecen horas y horas atados al móvil, al ordenador, al ipod, al ipad, al notebook, a la consola y a todos los servicios que ofrecen estos portentos tecnológicos, es decir las archiconocidas Redes Sociales, de tal forma, que sus consecuencias a largo plazo, nos son aún desconocidas.
Quizás, con esta comunicación permanente, pretendan aislarse del mundo que les rodea y de la soledad y diálogo íntimo y continuo que, aunque no queramos estamos destinados a interiorizar con nosotros mismos.
En cualquier caso, posiblemente estemos en los albores de una nueva revolución, muy lejos ya de aquel Renacimiento que alumbró a un hombre nuevo con una ilusionante capacidad creadora, amante del arte y la belleza, cuyo hermoso legado disfrutamos las generaciones actuales.

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