jueves, 24 de junio de 2010

LA LEY DEL SILENCIO


Las imágenes de dos hermanas, que con lágrimas en los ojos agradecían la inhumación de los restos de un hermano desaparecido durante la guerra civil, han vuelta a remover, una vez más, la conciencia ciudadana ante unos hechos, que siguen estando ahí, que seguirán machacando nuestros oídos y ante los que no podemos ni debemos aplicar la ley del silencio. Sus restos, estaban enterrados en una cuneta de la carretera de entrada a su pueblo, un lugar, por cuyas proximidades tantas veces habían paseado y que gracias a la pertinaz insistencia de quienes no se resignan a pasar página, han sido hallados.
Apoyándose en que el tiempo ha pasado, que la gente, a veces, tiende a olvidar, a ceder ante el cansancio y el desánimo, algunos piensan que bastaría con hacer el vacío y los oídos sordos ante quienes, reclaman, suplican y finalmente exigen saber al menos, dónde están. Pero la memoria colectiva sigue estando ahí, no es olvidadiza, y ni el paso del tiempo puede evitar que un silencio cómplice se extienda para siempre sobre unos hechos que es necesario afrontar.
Confiar en el olvido, es una maldad, una taimada injusticia y una acción imperdonable que un país como éste no se puede permitir. Nunca pasará el suficiente tiempo para que se cierren los ojos ante los hechos que tuvieron lugar durante de la guerra civil, y que supusieron la desaparición de seres humanos de ambos bandos, sin juicio, sin oportunidad alguna de defenderse, por una simple denuncia, una venganza, una delación, o en el caso de los años de hierro de la posguerra, por crímenes cometidos por el gobierno que se alzó en armas contra la legalidad establecida, y que constituyen crímenes de Estado, de Lesa Humanidad, que no prescriben nunca que no pueden quedar impunes ni por parte de la justicia ni de la sociedad.
Si lo hiciéramos, si permitiésemos la ignominia de correr un tupido velo de silencio, indiferencia y abandono hacia las víctimas y quienes las reclaman, las generaciones futuras deberían recriminarnos semejante actitud de omisión y desprecio hacia quienes no piden más que saber dónde, como, por qué, no ya encontrar, porque en muchos casos, ni siquiera hallarán los huesos que las dos hermanas tuvieron la suerte localizar, pero sí indagar, investigar y llegar a conocer, al menos, las circunstancias de su desaparición.
Aún quedan hermanos, pronto sólo quedarán nietos y después biznietos, que seguirán reclamando. Nadie puede arrogarse el derecho a cerrar las puertas, a negar a las familias el derecho que les asiste, derecho que jamás se extinguirá por mucho que se empeñen quienes se oponen a que la Ley de la Memoria Histórica siga adelante.
Oscuros intereses han de esconderse detrás de esa negativa que sólo procura olvido, dolor y resignación. La pretendida justificación de que es mejor no remover asuntos pasados es de una lógica perversa, injusta e irracional, que nos conduce a los profundos abismos donde moran los más atroces instintos que han hecho de la raza humana, pese a su inteligencia, la más vil y pérfida de todas las especies que habitan el planeta.
No cabe el olvido, ni la impunidad. No podemos desviar la mirada, ni soterrar unos acontecimientos que ya nadie puede obviar. Están ahí y una vez destapada la caja de los truenos, que tanto tiempo ha tardado en abrirse, ya nada ni nadie puede ni debe cerrarla. Alejemos de nosotros a los agoreros de siempre, a los portadores del miedo que tratan de disuadir con sus nefastos augurios a quienes pretenden que un rayo de luz ilumine una oscura y lóbrega época que constituye un capítulo de la historia de España aún por cerrar.
Sólo la verdad lo conseguirá y con ella pasaremos una página que debió leerse en su momento y que erróneamente se saltó, pensando que el tiempo se encargaría de borrar su contenido. Estamos a tiempo. Abramos la ventana. Entrará la luz serena y transparente y resplandecerá la verdad. Después podremos cerrarla con la conciencia tranquila y la seguridad de haber cerrado el capítulo más convulso de nuestra historia reciente.

1 comentario:

Paco Bernal dijo...

Hola

Hace unos años estuve de vacaciones en España y pasé a visitar a un amigo que vive en un pueblo del interior de Valencia.

Yo iba con otro amigo austriaco y, para que el extranjero se hiciera idea de cómo se comía en la región (fenomenal, por cierto), mi amigo nos llevó al casino de la localidad.

Al entrar, los dos españoles nos echamos a reir, y el austriaco nos preguntó qué nos pasaba. En la pared del casino había colgados dos retratos: uno de Franco y otro de Jose Antonio Primo de Rivera, de 2 metros por 1; en medio, un retrato del rey la mitad de grande.

Después de poner al austriaco al corriente de la biografía de los dos retratados, el austriaco, como a mí a veces me pasa, hizo una operación de traducción mental a los términos de su país, y se echó las manos a la cabeza al pensar en qué pasaría si, en cualquier local semejante de aquí hubiera colgado un retrato de Hitler.

Aún le cuenta la historia a sus amistades.

Creo que la diferencia entre el caso austriaco y el español es que, aquí, la llamada "desnazificación" la hicieron terceros más o menos neutrales -los aliados- mientras que en España a)no hubo un proceso similar y b)existe la imposibilidad de considerar los hechos de la Guerra Civil desde un punto de vista neutral como lo que son: acontecimientos históricos tristísimos que habría que evitar por todos los medios que se repitiesen.

Creo que sería inevitable que los que juzgasen las atrocidades cometidas durante la guerra civil, prólogo y postrimerías, se sintiesen juez y parte de lo juzgado. Aún hoy, después de casi un siglo.

Soy muy pesimista en este sentido y, si bien creo que los muertos deben tener una sepultura decente y digna, creo que este anhelo legítimo (y más en estas circunstancias de río económicamente revuelto) se está utilizando para enconar conflictos actuales bajo la apariencia de otros que no deberían figurar ya más que en los libros de historia.

Le recomiendo, porque a mí me pareció apasionante, "Anatomía de un Instante", de Javier Cercas, que toca, aunque lateralmente, esta cuestión de una manera interesantísima.

Saludos