jueves, 15 de julio de 2010

LA CATARSIS NACIONAL

La Real Academia Española de la Lengua, define catarsis como la purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda, es decir, el sentimiento experimentado por la mayoría de la población de este país durante lo que llevamos de este intenso y caluroso verano, que nos está deparando una suerte de vivas y profundas emociones, de dispares naturalezas y con desenlaces de índole dispar, que harán de este estío, no uno más de nuestra existencia, sino aquel que recordaremos con intensidad y vehemente pasión, sin duda durante mucho tiempo.
Comenzamos con una crisis con la que un día nos despertamos, como si lo hiciéramos después de un mal sueño. Con incredulidad, de la noche a la mañana nos encontramos con que éramos más pobres, más insolventes, más desdichados, en suma, que las facturas estaban sin pagar, que las cuentas no cuadraban, que la culpa, claro está, era nuestra, o al menos eso creían ellos, los culpables, y por lo tanto debíamos saldar los débitos y ponernos al día con ese papá-estado, al cual nos debemos, nunca mejor dicho, y al que de vez en cuando, obligados nos vemos a rendirle pleitesía.
Y comenzaron de inmediato. Congelaron las pensiones, bajaron el sueldo de los funcionarios – pese a todos sus privilegios, la verdad es que les han dado un grandísimo palo, las cosas como son - , anularon multitud de conquistas sociales - aquellas que nunca se tocarían - eliminaron la consecución de numerosas infraestructuras de todo tipo y el comienzo de otras muchas pendientes de comenzar, subieron el iva, y con ello todos los productos de consumo, y, ahora, estamos esperando que nos suban la luz, el teléfono, la gasolina y tantas otras subidas de las que nos tendremos que hacer cargo, y por último, como penúltima medida disuasoria ciudadana – al paso que va esto, nos obligarán a dimitir como ciudadanos – han decidido que nos jubilemos a los setenta años con el objeto de exprimirnos al máximo, completando así un panorama desolador.
Pero he aquí que llega la Roja, providencial en estos momentos de desasosiego, y como si obrara a impulsos de los oscuros intereses de antaño, cuando nos ponían los goles de la Selección Española, obra el milagro de unir como una piña a una sociedad desalentada y deprimida, para así transformarla en otra optimista y animada, que saca las banderas a la calle, que exhibe su entusiasmo sin rubor y que se siente solidaria y encantada de pertenecer a un País, cuyos deportistas - que se van a embolsar, no lo olvidemos, cien millones de las antiguas pesetas en un mes, cifra que ni un maestro de escuela gana en un año – han logrado la catarsis colectiva de un País a base de meter goles – su mérito tiene, qué duda cabe – logrando así, durante ese período de tiempo, cambiar el estado de shock en el que vivíamos, por la inquietud permanente del pase a la siguiente fase del mundial de fútbol, que para felicidad, tanto de gobierno – dicen que hasta puede subir el Pib - como de gobernados, finalmente se consiguió, y, con ello, el orgullo, la satisfacción y el honor patrios elevados al máximo nivel.
Y a todo esto, con un País enfervorizado, envalentonado, envuelto y arropado en la enseña nacional y a punto de jugar la final del campeonato, los nacionalistas catalanes, deciden airear la suya, pero más, mucho más grande – veremos, con perdón, si definitivamente importa o no el tamaño – y la pasean por el Paseo de Gracia Barcelonés, al grito de somos una nación – Los Segovianos somos una nación, y en su momento pretendimos independizarnos, pero nos lo pensamos mejor después de estudiar pros y contras y decidimos dejarlo ya que nadie nos va a quitar ni el soberbio acueducto, ni la sabrosa gastronomía, ni la hermosa catedral, ni nuestros pueblos, nuestros campos, nuestras gestes, ni nuestra natural condición de castellanos, añadiendo a todo esto, que estamos dispuestos a compartirlo con quienes quieran disfrutarlo- . Al día siguiente, España se proclamó campeona del mundo, arruinándoles, sin duda, su bonita manifestación.
Es inevitable que llegue el día después. Y así ha sido como no podía ser de otra manera. Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible –fue un torero de los de antaño el autor de semejante perogrullada – pero ahora todo parece más suavizado, más llevadero, menos insoportable. La fe, dicen que obra milagros, pero son los hechos los que dictan sentencia. En este caso estos últimos han confirmado a aquella y quizás por eso reina la satisfacción y el desánimo cede su lugar a la esperanza al pensar, que al menos por una vez, nuestros deseos se han visto satisfechos al contemplar como las cosas, al menos por una vez hayan salido bien aunque nos sean ajenas.
Defender la alegría como una bandera / defenderla del rayo y la melancolía / de los ingenuos y de los canallas / de la retórica y los paros cardíacos / de las endemias y las academias – Mario Benedetti -.

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