jueves, 11 de noviembre de 2010

MI FERRARI EN EL GARAJE

No lo puedo evitar. Confieso que vivo gran parte del año pendiente de las carreras de F1, que despiertan en mí una pasión desenfrenada, nunca mejor dicho, y más este año, que Alonso se juega el campeonato del mundo, su tercera corona, en la última carrera, donde yo, como tantos miles de aficionados como en este País existen – me refiero también a las motos – estaremos pendientes frente al televisor, con los nervios a flor de piel esperando disfrutar del gran premio, y cómo no, de la victoria de nuestro piloto más representativo.
La velocidad es una auténtica droga que colma de satisfacción a quienes tienen la suerte de poder vivirla en un circuito o allí donde se puedan exceder los límites de velocidad tan restrictivos como tenemos aquí. Confieso que he gozado enormemente cuando en tiempos pasados no existían estos límites y/o los radares eran ciencia ficción, volando bajo a una inconfesable velocidad que comparada con la que ahora me muevo, me hacen experimentar un sentimiento de nostalgia irreprimible.
Y es que los límites actuales, en determinados tramos de las modernas autopistas y autovías que afortunadamente tenemos, están obsoletos y así lo demuestran muchos estudios llevados a cabo por especialistas del motor, que han concluido que en esas autovías, circular a los límites actuales es absurdo, ya que la seguridad en absoluto está comprometida y demostrado está que es en las carreteras de segundo orden donde tienen lugar la mayoría de los accidentes, y es ahí, donde cobran todo su sentido los límites actuales de velocidad, al tiempo que deberían mejorarse tantos y tantos puntos negros donde reiteradamente tienen lugar numerosos percances que podrían evitarse.
Pero circular a ciento veinte km/hora, en autopistas de primer orden, con un trazado perfecto de grandes rectas y curvas de amplísimo ángulo, es, como mínimo, ridículo, y más si tenemos en cuenta los sistemas de seguridad cada vez más numerosos y efectivos con que los automóviles modernos vienen dotados.
El anacronismo y la incoherencia entre los modernos automóviles, con potencias cada vez más elevadas, así como la velocidad que pueden alcanzar por pequeños que sean, con los límites actuales de velocidad en nuestras carreteras, es de un despropósito tal, que debería obligarnos, como mínimo, a reflexionar sobre el asunto.
Claro está que la voracidad recaudadora de Tráfico es cada vez mayor, por lo que la situación actual favorece unos enormes ingresos por parte de este organismo estatal, que, ahora sobre todo, le viene que ni pintado para sanear las arcas, que tan vacías están, según nos dicen, y que los radares que aparecen por doquier se encargan de llenar.
Puede deducirse al leer estas líneas, que, de una forma ligera e irresponsable, pretendo favorecer un incremento, por las buenas y sin más, de la velocidad en el tráfico en general. No es cierto. Si nos informamos detenidamente de los accidentes que tienen lugar en nuestro País, concluiremos, reiterando lo ya expuesto, que la mayoría de ellos no tienen lugar en las modernas autovías y autopistas, sino en carreteras nacionales, comarcales y locales, donde sí cobran sentido los topes actuales establecidos.
En Alemania, existen numerosas autopistas sin límite alguno de velocidad. Pues bien, el porcentaje de accidentes en ellas es mínimo y en este País, tenemos ya autopistas que pueden competir con aquellas. Recuerdo un viaje hace años a Astorga, desde Madrid, para ver la exposición de Las Edades del Hombre que entonces se celebraban allí.
Este viaje supuso la última ocasión de disfrutar de verdad de la velocidad – que no voy a citar aquí, porque las garras de Tráfico son muy largas - en un buen coche, a las siete de la mañana, sin tráfico apenas –por supuesto sin radares - y por una autopista hoy en día superada ya por las actuales de concepción más modernas. Fue un viaje perfecto, de pleno disfrute y sin percepción alguna de peligro ni para mí ni para los vehículos que apenas circulaban por la autopista.
Ahora, circulo a ciento veinte en un coche que casi puede doblar esa velocidad, mientras recuerdo con nostalgia aquellos tiempos. Me queda al menos la visión de Alonso, Valentino, Lorenzo, Pedrosa y compañía que cada quince días – pena que ya se acaba – nos deleitan con sus embriagadoras exhibiciones.
Al paso que vamos, cualquier día los pilotos se van a encontrar con radares en los circuitos. No me negarán que tendría su gracia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres un inconsciente.

Las carreteras no están para insuflar adrenalina por tus venas, están para circular, y los límites actuales son más que correctos.

Si tienes "mono" de velocidad, te las arreglas para correr en un circuito, pero no hagas apología de ir más deprisa por carreteras donde conducimos todos.

¿Cual es el límite correcto, los 100 que le gustaría a mi abuelo, o los 160 que te gustarían a ti, o tal vez los 200 que me gustarían a mi? O tal vez, en un país de inconscientes al volante, lo bueno sería que no hubiese límites de velocidad...

Sinceramente, no sabes lo que dices.

Anónimo dijo...

De piedra me he quedado querido Anónimo,al ver tu respuesta sobre un artículo tan entretenido y sin ningúna intención de promocionar la velocidad al volante. Suelo mantenerme como mera lectora y observadora de comentarios, pero aquí me veo obigada a decir algo. A mí parecer lo que ha querido decir el autor, al cual para nada conidero que pueda ser un adolescente loco por la velocidad, es que en ciertas autopistas de primer orden ( como las que he visto viajando por Alemania e Inglaterra) los 120 km/h parecen bastante poco teniendo en cuenta que hoy los seiscientos y los 127 ya no existen. Yo he hecho uso de esas autopistas y se pueden hacer eternas si vas a 100 o 120 , ( que conste que no he pasado ni pasaré jamás de 140), así pues elevar de una manera discreta la velocidad, en esos caso, y solo en esos casos como explica el autor, no sería descabellado. ¿Acertado? no lo sé, pues siempre hay personas que estropean las buenas estadísticas, ¿recomendado? quizás, en pro de no entorpecer los desplazamientos realizados en esas grandes autopistas.
En cuanto a lo de " inconsciente" me parece un término bastante atrevido para dirigirse a alguien que, primeramente ya no creo que tenga 18 años y segundo, del cual no conocemos más que una pequeña opinión acerca de un tema muy acotado como es " la velocidad en las grandes autopistas. Si te parece mal mira los alemanes lo cuales en éstas han suprimido el límite de velocidad , ¿ te parecen ellos unos inconscientes? ;-).

José Luis Casla dijo...

En respuesta a quien considera que soy un inconsciente, le ruego lea y relea detenidamente el artículo. Quizás así, comprenderá que mi intención no es la de romper las reglas establecidad ni disfrutar sin más de la velocidad en cualquier circunstancia. Nada más lejos de mi intención.
José Luis Casla Martín.