miércoles, 2 de marzo de 2011

CON VELAS Y A LO LOCO

Mientras que cualquier automóvil recién salido de fábrica es capaz de sobrepasar ampliamente los ciento ochenta kilómetros por hora y la potencia disponible en una importante mayoría de los mismos ronda los doscientos caballos y bastante más allá aún que los disparan a doscientos cincuenta kilómetros por hora, alguien, no sabemos quién, ni cuando, ni cómo recibió la inspiración divina o humana, y hallándose bien en brazos de Morfeo o bien en los de Baco, decidió que a partir de ya, de inmediato, sin darle tiempo a la opinión pública a que pudiera analizar y debatir, se reduciría la velocidad en autopista a 110 Km/hora.
Así las cosas, una mañana de éstas, amanecerán miles de señales de tráfico con una bonita pegatina con la mágica cifra que nos recordará que a semejante velocidad no deberíamos dormirnos, pese a que nada de extraño tendría, dado el sopor que debe experimentarse en una recta de veinte kilómetros viajando por una moderna autopista, sólo y a las ocho de la mañana con cuatrocientos kilómetros por delante y unas irrefrenables ganas de pisar el freno y poner la marcha atrás.
Y Esto es sólo el principio, ya que, a estas velocidades, podrían perfectamente sustituir las lámparas de los faros por velas de cera, las de toda la vida, los candiles o los quinqués, los cuales alojadas en el hueco dejado por las antiguas inquilinas, alumbrarían a la perfección, dadas las necesidades ahora requeridas y permitirían un ahorro muy considerable, no solamente en lámparas, sino en cables, interruptores y demás complementos antes necesarios y ahora obsoletos.
Pero prefiero no dar ideas, ya que en el plan que los señores ahorradores se encuentran, no me extrañaría que las llevasen a cabo, no solamente estas, sino cualquiera que podamos sugerirles y que supongan un ahorro por estrafalaria que sea la medida. Y es que su desesperación es tal, su capacidad de ingeniárselas para inducir al ahorro y gastar menos llega a tales alturas que nuestra capacidad de sorpresa se va agotando a medida que amanece un nuevo día y nos disponemos a tratar de averiguar con qué han soñado la pasada noche y en qué nuevas y delirantes medidas se traducirán dichos sueños.
Lo que sí sabemos es lo que nos van a costar las pegatinas, que un ejército de artistas tendrán que colocar apropiándose de la noche, para así, de una manera callada, subrepticia y un tanto de incógnito, dedicarse a una incalificable pegada de carteles, en este caso pegatinas, para que al amanecer nuestras autopistas aparezcan como nuevas, remodeladas con su nuevo look, con una imagen nueva, más sosegada y tranquila, tanto que muchos conductores ni se darán cuenta.
Caerá así sobre ellos el voraz apetito recaudador de la Dirección General de Tráfico que, sin duda, compensará con sus numerosas multas los casi trescientos mil euros que nos va a costar la susodicha remodelación de las sufridas señales de tráfico, muchas de las cuales, es posible que no soporten durante mucho tiempo su nuevo ropaje, ya que las inclemencias del tiempo, las manos cabreadas y otros elementos varios sin calificar, podrían despojarlas de su nueva vestimenta, lo cual tendrían consecuencias jurídicas en cuanto a recursos de todo tipo se refiere, a lo cual, de todas formas y casi con seguridad, habrá lugar.
No se lo pierdan. Acabo de oír en la radio en un programa de muy buena reputación, lo siguiente: un conductor ha hecho el recorrido de Madrid a Galicia, con un total de 569 Km y a 110 Km/hora. Ha hecho el recorrido inverso, es decir de Galicia a Madrid a 120 Km/hora.
Conclusión: ha tardado una hora más y ha ahorrado 1,88 euros. Sin comentarios.

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