viernes, 1 de abril de 2011

PEQUEÑO CORAZÓN DE LEÓN

No lo esperábamos, nadie en su entorno lo esperaba, nadie pensó que pudiera suceder tan pronto, pero se nos ha ido el pequeño León y lo ha hecho sin avisar apenas, allá donde nadie sabe, dónde le bastará un pequeño y sutil espacio para descansar. Era un componente más de la familia con la que convivía cada día, cada hora, hasta que una mañana, sin molestar a nadie, sin hacer ruido, casi de incógnito, tal como él solía mostrarse a veces, recogido en una esquina del sofá, o sobre un mullido cojín, decidió dejarnos para siempre dejando un profundo vacío.
Y ahora su ausencia se hace presente en cada rincón de la casa, en cada habitación, en cada uno de sus lugares favoritos donde solía descansar su delicado cuerpecito, en el corazón de aquellos con quienes compartió tantos y tan felices momentos. No se verán más, no nos gruñirá más el pequeño León, que por algo se llamaba así, en los momentos en que enseñaba sus sutiles dientecillos, cuando de defender a su gente se trataba si consideraba que alguien podía importunarlos.
No le gustaban las visitas numerosas, los bullicios, las reuniones de amigos y familiares que le hacían perder protagonismo, que le mantenían en un segundo y discreto plano. Solía observarnos a los que allí estábamos con sus ojillos a mitad de camino entre tristes y tiernos, haciéndose ver sólo de vez en cuando al cruzar el salón con su habitual parsimonia, sus movimientos lentos, su trotecillo armonioso haciendo bailar su delicado y frágil cuerpecillo de un lado a otro, casi como un suspiro, como un soplo tierno y delicado de color marrón.
Se le veía algo cansado, y es que padecía desde hace tiempo del corazón. Un soplo, decía el veterinario. Pero cómo es posible que un órgano tan diminuto pudiera albergar semejante dolencia, si su tamaño no superaba al de una almendra. En cualquier caso fue demasiado para él, no pudo superarlo, pese a que últimamente, tal como le habían recomendado, sus paseos se habían reducido, debía descansar, se fatigaba, parecía a veces un ancianito prematuro, pero él se sentía aún joven, porque lo era, porque deseaba que lo vieran así, porque era coqueto y presumido.
Fiel a su papel de protagonista, de personaje principal, aunque pretendiera disimularlo, se nos dio a conocer de una forma original, muy a su estilo. Eran los tiempos heroicos de Internet, cuando apenas existían los lentos y frágiles modem, cuando a través de una milagrosa videoconferencia, sujeta con pinzas, apareció de improviso en el monitor. La pantalla se llenó entonces y en un primerísimo plano con unos ojos saltones insertos en una cabecita de color marrón.
Una aciaga mañana se encontraron a León exhausto, respiraba con dificultad y sus tiernos ojillos denotaban el sufrimiento por el que estaba pasando. Le dieron masaje en su pequeño corazón y le aplicaron los primeros auxilios. Consiguieron reanimarlo y con el corazón en un puño lo llevaron al veterinario. Nada se pudo hacer. Apenas pudieron estar con él un rato más. Se quedó allí sólo, inerte y desamparado. El pequeño corazón de León se había parado. Hasta siempre, querido León.

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