miércoles, 3 de agosto de 2011

FARSANTES

No son tan numerosas como para no poder citarlas aquí y ahora, las lacras, los oprobios y las miserias que acucian desde el principio de los tiempos a una humanidad que a lo largo de sus digamos seis milenios de existencia – posiblemente podríamos retroceder más tiempo – no se ha dado ni un momento de respiro y no ha cejado en su empeño de mantener, acumular e incluso de incrementar su capacidad de gestionar el sufrimiento, pese a la provisionalidad que la fecha de caducidad innata a nuestra condición humana, nos marca y nos condiciona toda nuestra existencia desde el comienzo de la misma.
Ignoramos si otras civilizaciones de otros mundos, guardarán un parecido semejante a cuando acontece en el nuestro a lo largo de los milenios que la vida humana lleva establecida sobre la faz de la Tierra, tan solitario e insignificante en una galaxia con cien mil millones de estrellas, a su vez un simple punto en el inconmensurable Cosmos poblado por una sobrecogedora e incalculable cifra de mundos que nuestro cerebro no puede ni imaginar, viajando a velocidades inimaginables por un Universo en expansión ante cuya presencia el hombre es simplemente un espectador sobrecogido ante tamaña y titánica expresión de arrebatadora fuerza que desborda nuestra más poderosa imaginación
No cabe la duda a la hora de plantearse la existencia de vida en otros planetas. La vida se abre camino con asombrosa facilidad y su presencia se hace inevitable en cuanto existen unas condiciones mínimas que necesariamente se han de dar en una inmensa cantidad de mundos a lo largo y ancho de un universo de dimensiones hercúleas y formidables cuyo alcance jamás podremos llegar ni siquiera a comprender.
Están sin duda ahí, viviendo en paralelo a nuestra existencia, aunque jamás entraremos en contacto, ya que las sobrecogedoras distancias que nos separan lo harán del todo imposible. Dejando volar la imaginación y dando rienda suelta a nuestros más profundos y ocultos deseos, podemos dar carta de naturaleza a unas civilizaciones no necesariamente ideales, porque seguro que no existirán, pero sí ausente de la maldad, la violencia y la miseria que azota a la especie humana a las cuales no hemos podido sustraernos con el paso de los milenios.
La ciencia no duda ya, prácticamente en su totalidad, de la presencia de vida entre los cientos de miles de millones de planetas habitables. La vida no es un fenómeno aislado, limitado a nuestro mundo. No seamos presuntuosos ni pequemos de ignorantes ni mucho menos de fanáticos religiosos, cuyo integrismo cegador les lleva considerar que estamos solos en medio de la nada infinita, de un universo que no necesita de la existencia ni de la mano de ningún Ser Superior, de ningún Dios para su existencia. La física, las matemáticas, así como la razón utilizada sin prejuicios religiosos ni de ninguna otra índole, desprovista de esa servidumbre que anula y nubla la capacidad de razonamiento, así lo demuestran.
¿Se han detenido a pensar por qué ningún texto religioso, ningún profeta, ningún salvador, ningún supuesto Ser Superior de los muchos que desafían y azotan la inteligencia de cualquiera de las religiones existentes, jamás han hablado, han dejado constancia, han llegado a vislumbrar siquiera que otros mundos aparte del nuestro pudieran existir?. ¿No les importa su salvación eterna?. No, sencillamente, esos falsos profetas, esos falsos Dioses, esas estúpidas religiones, son una farsa que condenan a la esclavitud y a la servidumbre más odiosa a sus fieles seguidores que no se preguntan nada, o mejor, que no se quieren interrogar a sí mismos para no descubrir unas respuestas que chocarían frontal y duramente contra su fe.
Semejante ceguera no tiene explicación alguna. Simple y llanamente deja meridianamente claro que no han hecho sino utilizar a los seres humanos, abusando del miedo existencial que los atenaza, para la consecución y el logro de sus propios fines.
Envidio a los habitantes de esos mundos que al menos se han librado de los cantamañanas que amenazan con el cielo y el infierno – creo que ya han anulado el infierno a título oficial – cuyos Dioses sapientísimos y todopoderosos, no se enteraron que otros seres habitaban otros mundos además del nuestro.
Hoy en día, con Internet omnipresente, no habrían cometido semejante error.

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