sábado, 6 de agosto de 2011

SE APAGÓ LA VOZ DE AMY

Tan sólo en una ocasión y por apenas unos breves días, visité Londres, capital de la pérfida Albión. Confieso que me causó una agradable impresión, aunque apenas tuve tiempo de recorrer sus calles, visitar sus lugares más emblemáticos y disfrutar de su excelente cerveza y acogedores pubs, que no su gastronomía, al parecer inexistente, aspecto éste que me niego a admitir, pero que los ingleses no parecen hacer esfuerzo alguno por desmentirlo.
Mucho más populosa que Madrid, es con diferencia menos ruidosa y más limpia y ordenada, aunque no tan cálida ni acogedora como lo es nuestra capital. La Nacional Gallery - nada tiene que envidiar el Prado, sino más bien al contrario – conforma junto con el museo del Prado y el museo del Louvre, tres de lo los templos más sagrados de la pintura universal.
El Museo Británico, el BIritish, es la visita ineludible de Londres. Impresionante, enorme y majestuoso, nada hay comparable en el mundo. Allí se encuentra representada gran parte de la historia de la humanidad. Sus tesoros, muchos de ellos sustraídos por los ingleses, según ellos para evitar que se perdiesen o deteriorasen – y en parte llevan razón, pero sólo en parte– proceden de todas las civilizaciones que han poblado este Planeta a lo largo de su historia.
Y Camden, inmenso, multicultural, gigantesco babel de los tiempos modernos. Un mundo, una sinfonía de lenguas, razas, olores y sabores, integrados en una espacio original, ordenado, respetuoso y con un poderoso atractivo que atrapa al visitante.
En este barrio, tan peculiar y tolerante, residía Amy Winehouse hasta hace unos días, cuando de improviso decidió abandonarlo para siempre. Con veintisiete sufridos y machados años se apaga una voz única, una personalidad conflictiva y atormentada que parecía no hallar su lugar en este mundo, que le proporcionó, para su desgracia, el alcohol y las drogas que fueron minando su existencia poco a poco, hasta anular por completo su capacidad para desenvolverse en los escenarios y por ende, la posibilidad de regalarnos su maravillosa y hermosa voz.
Se movía por ellos como si paseando estuviera por el parque, al tiempo que su voz, fresca, clara, nítida y rotunda, surgía de su interior sin el menor esfuerzo, como si estuviera susurrando. Cantaba como deben de hacerlo los ángeles y así la despidieron sus padres: duerme bien, ángel mío.
Inevitable no saber de Amy, difícil no conocer sus excentricidades, imposible no haber oído una voz que los amantes del Soul tanto van a añorar. La conmoción que ha causado su desaparición ha sido enorme en el mundo donde se desenvolvía y entre los innumerables admiradores repartidos por todo el Planeta.
Incluso para mucha gente que apenas la conocíamos, ha logrado despertar una cierta pena, una sensación de vacío, una ternura que quizás encuentre su explicación en la imagen de ser inerme e indefenso que ofrecía ante tanta locura y desenfreno en la que parecía moverse permanentemente, pero que no respondía con exactitud a la verdad, y que la imagen de la copa en la mano mientras cantaba, ha contribuido en gran manera a deformar.
Amy no era así. Circunstancias adversas de toda índole le han condicionado y apartado para siempre del mundo de la música al que tanto aportó. Todos hemos salido perdiendo con su desaparición.
Descansa en paz, Amy.

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