viernes, 30 de septiembre de 2011

CON EL ALMA EN UNA NUBE

No es éste un País que se haya distinguido a lo largo de su dilatada historia por el amor a la cultura y, sobre todo, por quienes se encargan de divulgarla y difundirla mediante su contribución directa, como son los maestros, los formadores, los enseñantes y educadores en general, que nunca han sido excesivamente bien considerados, ni admirados, ni mucho menos respetados y si no, recuerden cuando de una forma despectiva, bárbara e ignorante, se acuñó aquella odiosa e inculta expresión con la que se calificaba a quienes ejercían esta hermosa profesión: “el que vale, vale, y el que no para maestro”.
No deberían extrañarnos estas demostración de una soberana incultura, que, pese a todo, seguimos arrastrando, con una inmensa mayoría de la población que no lee ni un solo libro en toda su vida, pero que conoce a la perfección la marcha de la liga de fútbol o que recita de memoria el nombre de todos los aberrantes famosillos que invaden las pantallas de televisión con sus gritos, cotilleos y estupideces varias, siempre inmersos en el terreno de la incultura, la ignorancia y la brutalidad más acendradas.
Y es que la España de charanga y pandereta, del a vivir que son dos días o su sinónimo de a vivir del cuento, pese a los difíciles tiempos que vivimos, sigue vigente, y los defectos nacionales tradicionales, continúan estando demasiado presentes, hasta el punto que la mala educación, el mal gusto y las malas formas, siguen estando instaladas en una País que ha avanzado en todos los órdenes, sin lugar a dudas, pero al que le cuesta desprenderse de muchos defectos que aún le acompañan.
En estos días se vive en el sector de la enseñanza pública una cierta inquietud y desasosiego, sobre todo en la Comunidad de Madrid, a propósito de las declaraciones formuladas por su presidenta, la cual afirma sin sonrojo alguno que los profesores apenas trabajan veinte horas a la semana, que no dan ni golpe, que su jornada laboral supone un agravio comparativo con la de la mayoría de los trabajadores que duplican el número de horas trabajadas.
Más de lo mismo, una afrenta más hacia unos profesionales que dedican su vida a formar a nuestros jóvenes, con unas afirmaciones inexactas, que no responden a la verdad, tan alejadas de la realidad, como la población lo sigue estando de los enseñantes, a los que no se les reconoce su labor, pues ignoran las horas que dedican fuera del aula, en el mismo centro, en casa, preparando trabajo, corrigiendo, programando.
En definitiva, todo esto supone un desconocimiento absoluto hacia una labor que se desarrolla cada día en un ambiente de mayor dificultad debido a los problemas con los que se enfrentan cada vez con mayor frecuencia motivado por las características del alumnado y la incomprensión y a veces la desidia de las autoridades en unos casos y de los mismos padres en otros, que no contribuyen a mejorar una situación cada vez más deteriorada en el ámbito de la enseñanza.
Con el alma en una nube / y el cuerpo como un lamento / llega el problema del pueblo / llega el maestro. Cantaba Patxi Andión, que posteriormente ejerció también de enseñante, allá por los tiempos heroicos en los que los maestros rurales, ejercimos de maestro de escuela en aquellas deliciosas escuelitas unitarias repartidas por la mayoría de los pueblecitos y aldeas de la geografía española, donde el maestro era más respetado, querido y considerado que en los tiempos actuales.
Conservo un hermoso e imborrable recuerdo de aquellos impagables tiempos de maestro de escuela por pueblos de la provincia de Segovia. Sigo amando esta profesión que hace muchos años abandoné y para la que pido el respeto y la consideración que se merece.

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