miércoles, 28 de diciembre de 2011

LAS CUENTAS REALES

Si usted, estimado lector, se decide a teclear en un buscador de Internet el texto que se corresponde fielmente con el título de este comentario, obtendrá cerca de veintitrés millones de coincidencias, resultados o enlaces, todos los cuales – la inmensa mayoría, ya que es imposible examinar todos – relativos al área contable, ya que esa expresión se corresponde con una de las numerosas acepciones, en este caso de las cuentas, que se manejan en la contabilidad financiera.
No era mi intención penetrar en el farragoso e ininteligible mundo contable, ni siquiera por una mera curiosidad tratando de discernir, dada la expresión, entre las posibles cuentas virtuales y por oposición, las reales. No, en absoluto, aunque dado el hecho de que vivimos tiempos financieramente convulsos, tampoco hubiera tenido nada de excepcional que pretendiera tratar de aclarar las cuentas que simplemente ya de oído suenan fatal, provenientes de tanto ingeniero financiero, tanto siniestro banquero y tanto mangante de guante blanco y de tantos otros colores, como asolan el panorama que a río revuelto se crea.
Y no me ha extrañado gran cosa el resultado obtenido tras la oportuna consulta, ya que soy consciente de que nos encontramos en un país, dónde demasiados tabús, vetos y censuras varias persisten aún, lo cual, a estas alturas, no deja de ser un anacronismo y una deficiencia democrática bastante notable. Resulta inconcebible, el desconocimiento, la dejadez y la indolencia, ante un tema que debería interesarnos y al que casi nadie parece encontrar el atractivo suficiente para interesarse por él.
Es éste un País con un alto porcentaje de cortesanos, con la prensa a la cabeza – y en este caso concreto a los pies – junto con un elevado índice de políticos y personajes relevantes que conforman un coro de aduladores irredentos, patéticos y sumisos que de una manera absurda e irracional, se dedican a cantar las virtudes y a ocultar los defectos de personajes de la vida pública, cuyo comportamiento, vida y hacienda, nos incumben a todos los ciudadanos, por una sencilla razón: nosotros somos quienes pagamos sus facturas.
Hoy, veintiocho de diciembre, día de los santos inocentes, la Casa Real, ha decidido graciosamente, después de treinta y dos años y por primera vez, hacer públicas unas cuentas que deberían haberlo sido desde siempre y que inexplicablemente se han ocultado, haciendo honor a esa extraña y absurda actitud que gobiernos tanto de derechas como de izquierdas han mantenido y mantienen hacia una institución como es la Monarquía, que guste o no, nos ha sido impuesta.
Demasiado tiempo han tardado en publicar unas cifras, nada detalladas por cierto, considerablemente elevadas y más con la que está cayendo sobre los ciudadanos de a pie, que no obstante han sido difundidas tras el escándalo financiero de uno de sus componentes, de una forma un tanto precipitada y obligada por unas circunstancias que en nada favorecen a una institución que permanentemente vela por una imagen que por otra parte tanto nos cuesta a los contribuyentes y que miman hasta extremos que rayan en la obsesión por mantenerse en el pedestal donde se hallan.
Imposible e inimaginable resulta pensar que este ingenuo comentario de un ciudadano de andar por casa, pueda publicarse en un medio de comunicación. Sería una agradable sorpresa, que de vez en cuando pudiese entrar un poco de aire fresco en unos medios que, salvo honrosas excepciones, solo airean copiosa y abundantemente, los minutos de aplausos, los innumerables elogios y las infinitas bondades sin cuento a las que al Rey se le atribuyen.
He ahí el reto, por si algún medio de comunicación, tiene la gallardía de recogerlo.

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