Por razón de mi profesión, he
asistido últimamente al cierre de numerosos centros de formación, donde se
impartían conocimientos en diversas áreas como la informática, los idiomas, la
preparación de oposiciones y otras, cuyo propósito era el de formar a los
alumnos. Muchas de ellas se dedicaban a preparar a los trabajadores en paro en
múltiples especialidades, lo cual, en unos casos los mantenía al día en los
conocimientos del curso correspondiente que habían elegido, y en otros,
recibían la formación en nuevas áreas de conocimiento que desconocían y que les
permitirían, tanto a unos como a otros, pensar en la posibilidad de incorporarse a un
mundo laboral cada día más exigente.
Estos cursos han desaparecido
casi totalmente en la mayoría de las Comunidades Autónomas, mientras que en
otras los recortes económicos han provocada una caída en picado de la oferta
formativa dedicada a los desempleados, con lo que este sector ha quedado en el
mayor de los desamparos al no tener ni trabajo ni formación, con las
consiguientes consecuencias de todo orden, incluidas las psicológicas, ya que
estos cursos mantenían al alumno en el aula una media de tres o cuatro meses
durante toda la mañana formándose por una parte, y evitando la tortura que
supone el hecho de darle vueltas a su situación, por otra, lo cual repercute en
su vida y en su situación social a todos los niveles.
Conozco el tema a la
perfección, por lo que puedo opinar sobre el caso del partido político catalán,
ahora socio del que se encuentra en el
gobierno de aquella Comunidad. Dicho Partido se sufragó con gastos destinados a
la formación de los cursos para desempleados. Estos cursos se financian con
fondos provenientes en parte de la Comunidad Europea, que se conceden en forma
de subvenciones a los Centros de Formación y entidades diversas que imparten
dichos cursos. Estas subvenciones han de justificarse rigurosamente con todos
los gastos que conlleva cada curso, desglosándose en conceptos tales como
nóminas del profesorado, material didáctico, instalaciones, amortizaciones de
bienes y equipos, personal auxiliar, seguros de los alumnos, etc.
Pues bien, según he podido
leer, no solamente se han desviado estas subvenciones a otros fines, como los
que hemos comentado anteriormente con CIU, sino que un número muy considerable
de cursos que sí se llevaron a cabo, lo hicieron de una forma absolutamente
irregular, justificando gastos que realmente no tuvieron lugar y falsificando
documentos varios de dichos cursos con el objeto de poder cobrar cantidades que
realmente no se llegaron a gastar, por lo que no se podían considerar
subvencionables. El organismo pertinente de la Comunidad requirió esos gastos
para que fueran devueltos. Nunca se devolvieron según leo, lo cual me parece de
todo punto no sólo increíble, sino totalmente injustificable.
Quiero enmarcar este caso, en
el que son los desempleados los que quedan desprotegidos, al margen de otras
consideraciones aquí expuestas, en el de los recortes que está sufriendo la cultura
en general, la formación y la investigación en España, y ya que hemos citado
Cataluña, no puedo dejar de lado la lamentable noticia del cierre de la
librería Catalonia de Barcelona, que después de noventa años de aportaciones
valiosas a la cultura, dejará paso a otra actividad que ninguna conexión tiene
con un templo del conocimiento como el que representaba la librería Catalonia. En
su lugar habrá una hamburguesería.
El conocimiento, la cultura y
el saber, no parecen ser ya rentables, así que apaga y vámonos.
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