viernes, 14 de marzo de 2014

LA ESCALERA DE CARACOL

Andan los ánimos en extremo exaltados, y cada vez más a medida que nuestros gobernantes se empeñan, se empecinan, se obcecan más bien, repitiéndonos una y mil veces, que los números de la macroeconomía y otros índices varios, que al común de los ciudadanos de a pie de calle nos resultan extraños, por ininteligibles y perversamente retorcidos, muestran que la recuperación es ya un hecho, que estamos saliendo del oscuro y profundo bache – eso que se lo digan a las infraestructuras, por ejemplo viarias, como la A1, que en muchos tramos entre Madrid y Segovia, que conozco bien, está ya impracticable, no con baches, sino con auténticos socavones que hay que ir evitando para no caer en ellos – y que por lo tanto la recesión es ya historia, un mal recuerdo que va quedando atrás, muy lejos de la situación en la que nos encontrábamos hace unos pocos años, cuando en lugar de los cinco millones de parados que tenemos ahora, tan sólo teníamos tres, cuando la sanidad, la vivienda, la cultura, los sueldos y las pensiones, aún estaban intactos, inmaculadamente intangibles, y los museos, las bibliotecas y la formación a todos los niveles, gozaban aún de ayudas que les permitían perseverar en incrementar el nivel cultural de este País.
De esta manera, la ciudadanía se lleva las manos a la cabeza, cuando no al bolsillo, en un gesto de airada sorpresa, al escuchar estas reflexiones que los gobernantes exhiben sin el menor pudor, intentando hacer comprender a la población que sus problemas han tocado a su fin, o que al menos están próximos a ello, cuando la cruda realidad es otra muy distinta, que no parecen querer ver – lo cual es más que dudoso, dadas las estadísticas que ellos mismos confeccionan, o quizás precisamente por ello – con unas cifras de desempleo que continúan impertérritas y unos recortes en todos los órdenes sociales que deberían desmontar de inmediato las optimistas afirmaciones de los políticos, que parecen no querer ver lo que pasa a su alrededor, entre sus conciudadanos, donde todos desafortunadamente conocemos a alguien en el paro, y donde las situaciones de extrema necesidad, cada vez son más evidentes y de común alcance.
Pero estos datos parece que no cuentan a la hora de valorar la supuesta recuperación de un País que lleva varios años sumido en la recesión, y donde todo se fía a la llamada macroeconomía, conjunto de enrevesados datos expresados en valores numéricos que no parecen estar pensados ni dirigidos para los ciudadanos de a pie, para el trabajador dependiente de una nómina cada vez más exigua, sino para las altas finanzas, las grandes empresas, los bancos, las sociedades de inversión y sus correspondientes dirigentes blindados en sus exuberantes sueldos, muy alejados todos ellos de quienes tienen en sus manos la fuerza del trabajo, la de los productores, la de los trabajadores, cada vez más hundidos y anclados en ese último escalón por donde se mueven arriba y abajo, a sus anchas, quienes se encargan de publicar esas cifras que airean una recuperación que sólo se divisa en la cúspide de esa perversa escalera de caracol, en sus peldaños más altos, más lustrosos y menos desgastados, por donde sólo pasan quienes habitan los pisos más elevados, opulentos y ostentosos, con los que comunica esa más real que virtual escalera, que se muestra más rica y suntuosa, cuanto más alta se encuentra.
Enredados, atrapados y hundidos en los últimos peldaños de la vertiginosa y helicoidal subida, los ciudadanos miran hacia arriba sin encontrar respuestas a sus cada vez más angustiosas preguntas. Las sugerencias más airadas, cada vez están  más próximas a la violencia. Algo que tampoco se pueden permitir.

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