viernes, 6 de junio de 2014

PASTORES DE ALMAS

Anda la Iglesia Católica dando tumbos, de un lado para otro, sin rumbo fijo, aunque siempre persiguiendo la misma línea, el mismo sendero, idéntico e inmutable camino marcado desde el comienzo de los tiempos, que no le impide desvariar con frecuencia, empeñada en un enfrentamiento constante consigo misma y con una sociedad que avanza a un ritmo infinitamente mayor que el seguido por una institución harto desfasada respecto de los tiempos que corren, que no logra conectar con las necesidades de un Mundo cuya sociedad se va desmarcando de ella poco a poco, incluidos muchos fieles descontentos, en un continuo y permanente desbarrar en sentido contrario, empeñados en ir contra corriente, en un mundo cambiante al que se enfrentan con un ideario que choca frontalmente, y lo saben a ciencia cierta, no solamente con las nuevas generaciones, sino con las que les han seguido siempre y que ahora comienzan a flaquear en un apoyo en el que ya no creen, hacia una Iglesia empeñada en aislarse del resto del Mundo, anclada en tiempos pretéritos, ya ampliamente superados en todos los órdenes, que sólo puede conducirlos al aislamiento, el ostracismo y la soledad que depara a todos aquellos que nos son capaces de contactar con la sociedad en la que se desenvuelven, y a la que dicen dedicarse en cuerpo y alma – nunca mejor dicho - pero sin convencer a casi nadie, dadas las circunstancias actuales por las que está pasando.
A nadie se le escapa que la Iglesia Católica es una institución con una gran implantación a nivel mundial, con una gran fuerza no sólo religiosa, sino social, política y hasta económica que le supone gozar de una importante influencia en todos los órdenes, que todos los políticos y Estado del Mundo tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones sumamente importantes, cruciales y definitivas, como tantas que han tenido lugar en los últimos tiempos como la caída del comunismo y otras que quizás jamás lleguemos a conocer, dada la siempre oscura y siniestra actitud de esta institución tan dada al oscurantismo en cuanto a sus actividades internas se refiere, que han dado lugar a muchas suposiciones acerca de sus intrigas palaciegas, que merced a ese empecinamiento, en un silencio que se presta a todo tipo de interpretaciones, está logrando que se acreciente cada vez más una leyenda inacabable sobre las interioridades más profundas de la Iglesia.
Y he aquí, que llegados a este punto, aparece como por encanto, como por arte de magia, a estas alturas y un tanto inesperado y por sorpresa, un cura argentino llegado de un país sudamericano, al que han elegido sumo representante de una Iglesia Católica, cuyos fieles no salen de su asombro, ante un Papa que con sus inhabituales y transgresoras formas, ha roto todos los esquemas habidos hasta el presente en un jerarca que no solamente es el máximo representante del Estado del Vaticano, sino que es el pastor de millones de almas repartidas por todo el mundo, y que ha sorprendido a propios y extraños, pero que no debería obnubilar ni confundir necesariamente a quienes pensamos que una institución con dos mil años de historia, durante los cuales apenas ha sufrido cambios, pueda acabar hecha pedazos, llevando a cabo una metamorfosis transformante tal, que la deje irreconocible.
Contemplo a Bergoglio con gesto sonriente y desenfadado, andando a zancadas, sin molestarse en dar muestras de elegancia, boato y ceremonial tan propio de sus antecesores, y no puedo evitar un sentimiento de simpatía hacia un Papa que habla nuestro idioma y que parece dar síntomas de intentar, al menos formalmente, lavar la cara de la Iglesia. Dudo que pase de ahí, pero no deja de ser un buen intento.

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