martes, 3 de junio de 2014

LA PAZ DE LOS POETAS

No es este un País agradecido con sus mentes pensantes en particular y con sus talentos creativos en general, que a lo largo de la historia se han visto relegados al olvido, cuando no al destierro, virtual en unos casos y literal en otros, que en tiempos afortunadamente ya pasados, nos llevaron aún más lejos, hasta la desaparición ominosa de quienes con sus opiniones y sus versos, se atrevieron a desafiar la brutalidad de quienes ostentaban el abominable pensamiento único, de quienes tenían la razón que les daba la fuerza, con un desprecio absoluto, despiadado e irracional hacia la cultura y la sensibilidad, así como hacia los seres humanos capaces de manifestar y de acercar a las gentes esos valores, plasmando en sus escritos, en sus poemas y de viva voz, en un alarde de valentía y solidaridad humanas, cuanto sus mentes les dictaban, en nombre de una libertad que se les negaba, proclamando a los cuatro vientos, que el ser humano nace libre y que nadie puede imponer la fuerza como razón para doblegar y oprimir a sus semejantes.
Este año dos mil catorce, se cumplen setenta y cinco desde de la muerte de nuestro gran poeta Antonio Machado, que anduvo por estos desagradecidos pagos, antes de exilarse, en una forzosa y penosa huída, con su anciana madre y su hermano, hacia el País de acogida, Francia, donde yace el poeta en un pequeño pueblo de pescadores, Colliure, que lo recibió con los brazos abiertos, en un acto de humanidad que honra a ese País y a ese pueblecito que se siente feliz de acoger para siempre a un poeta universal, que salió de un País ingrato, intolerante y desagradecido, que ahora le reclama, con el objeto de que sus restos retornen a España, cuando, tal como él dijo en uno de sus versos, “sólo la tierra en que se muere es nuestra”, razón más que suficiente, por él adoptada y que es toda una premonición, casi una declaración de intenciones, que deberíamos respetar, acatar y llevar a cabo sin más dilaciones.
Sevilla, dónde nació, Soria, Baeza y Segovia, ciudades donde vivió y ejerció la docencia, le podrían reclamar, deseando que su poeta descanse allí definitivamente, lugares donde vivió sus primeros años infantiles “mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”, como en Soria, donde conoció a su joven amor, Leonor, que luego sería su esposa, con la que apenas convivió durante dos años antes de morir, Pilar Valderrama, su Guiomar, su gran amor platónico, que conoció en Segovia, como los años vividos con su madre en Baeza, adonde conoció a Federico García Lorca. Todos estos lugares lo recibirían con los brazos inmensamente abiertos, orgullosamente satisfechos al recibir de nuevo a quien fue su ciudadano más ilustre.
Pero en Colliure descansa en paz, en una Tierra que sin reparo alguno le abrió los brazos y que se sintió y se sigue mostrando inmensamente feliz y orgullosa de tener entre sus miembros a un poeta universal, obligado a huir de un País, que ingrato y desleal, le envió al destierro, en un acto de suprema injusticia y cruel ingratitud, que llevó a Machado a escribir estos versos, harto significativos, que ilustran la situación cultural de una España atrasada y bárbara: “en España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”, que muestran con una extrema dureza, la imagen de un País, con un penoso déficit cultural, que ahora, setenta y cinco años después, continúa arrastrando muy a nuestro pesar.
            Federico García Lorca y Antonio Machado, yacen en tierra extraña. Se ha buscado fervientemente a Federico, sin éxito alguno y se intenta ahora repatriar a D. Antonio. Dejémoslos en paz. No pertenecen a la tierra que los acoge, sino al corazón de los hombres que aman su legado. Para toda la eternidad.

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