No es este un País agradecido
con sus mentes pensantes en particular y con sus talentos creativos en general,
que a lo largo de la historia se han visto relegados al olvido, cuando no al
destierro, virtual en unos casos y literal en otros, que en tiempos
afortunadamente ya pasados, nos llevaron aún más lejos, hasta la desaparición
ominosa de quienes con sus opiniones y sus versos, se atrevieron a desafiar la
brutalidad de quienes ostentaban el abominable pensamiento único, de quienes tenían
la razón que les daba la fuerza, con un desprecio absoluto, despiadado e
irracional hacia la cultura y la sensibilidad, así como hacia los seres humanos
capaces de manifestar y de acercar a las gentes esos valores, plasmando en sus
escritos, en sus poemas y de viva voz, en un alarde de valentía y solidaridad
humanas, cuanto sus mentes les dictaban, en nombre de una libertad que se les
negaba, proclamando a los cuatro vientos, que el ser humano nace libre y que
nadie puede imponer la fuerza como razón para doblegar y oprimir a sus
semejantes.
Este año dos mil catorce, se
cumplen setenta y cinco desde de la muerte de nuestro gran poeta Antonio
Machado, que anduvo por estos desagradecidos pagos, antes de exilarse, en una
forzosa y penosa huída, con su anciana madre y su hermano, hacia el País de
acogida, Francia, donde yace el poeta en un pequeño pueblo de pescadores,
Colliure, que lo recibió con los brazos abiertos, en un acto de humanidad que
honra a ese País y a ese pueblecito que se siente feliz de acoger para siempre
a un poeta universal, que salió de un País ingrato, intolerante y
desagradecido, que ahora le reclama, con el objeto de que sus restos retornen a
España, cuando, tal como él dijo en uno de sus versos, “sólo la tierra en que
se muere es nuestra”, razón más que suficiente, por él adoptada y que es toda
una premonición, casi una declaración de intenciones, que deberíamos respetar,
acatar y llevar a cabo sin más dilaciones.
Sevilla, dónde nació, Soria,
Baeza y Segovia, ciudades donde vivió y ejerció la docencia, le podrían
reclamar, deseando que su poeta descanse allí definitivamente, lugares donde
vivió sus primeros años infantiles “mi infancia son recuerdos de un patio de
Sevilla”, como en Soria, donde conoció a su joven amor, Leonor, que luego sería
su esposa, con la que apenas convivió durante dos años antes de morir, Pilar
Valderrama, su Guiomar, su gran amor platónico, que conoció en Segovia, como
los años vividos con su madre en Baeza, adonde conoció a Federico García Lorca.
Todos estos lugares lo recibirían con los brazos inmensamente abiertos,
orgullosamente satisfechos al recibir de nuevo a quien fue su ciudadano más
ilustre.
Pero en Colliure descansa en paz,
en una Tierra que sin reparo alguno le abrió los brazos y que se sintió y se sigue
mostrando inmensamente feliz y orgullosa de tener entre sus miembros a un poeta
universal, obligado a huir de un País, que ingrato y desleal, le envió al
destierro, en un acto de suprema injusticia y cruel ingratitud, que llevó a
Machado a escribir estos versos, harto significativos, que ilustran la
situación cultural de una España atrasada y bárbara: “en España, de cada diez
cabezas, nueve embisten y una piensa”, que muestran con una extrema dureza, la
imagen de un País, con un penoso déficit cultural, que ahora, setenta y cinco
años después, continúa arrastrando muy a nuestro pesar.
Federico
García Lorca y Antonio Machado, yacen en tierra extraña. Se ha buscado
fervientemente a Federico, sin éxito alguno y se intenta ahora repatriar a D.
Antonio. Dejémoslos en paz. No pertenecen a la tierra que los acoge, sino al
corazón de los hombres que aman su legado. Para toda la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario