lunes, 24 de agosto de 2015

LA CULTURA DEL AGUA Y DEL VINO

Hemos abusado tanto y durante tanto tiempo del término cultura, lo hemos utilizado hasta tal punto sin sentido alguno, a la buena de Dios, sin arte ni parte, sin lógica ni razón, que lo hemos vaciado de sentido, y hemos creado un mar de confusión en torno a un concepto universal tan ligado al ser humano y a su historia sobre la Tierra.
Lo hemos expuesto en la plaza pública para escarnio de su auténtico y verdadero sentido, que no debiera alejarse demasiado de todo lo que suponga un profundo respeto por el conocimiento y por todo cuanto nos rodea, ya sea animado o inerte, en un acto de inteligencia que nos lleva  a consolidarnos como seres humanos.
El abuso absurdo, irracional e incluso ridículamente partidista, nos ha llevado a considerar que todo es cultura, y así, llegamos al esperpento de pensar que determinadas acciones humanas, incluso cotidianas, tienen el marchamo de cultura.
Cultura es pasear, reciclar, charlar, sestear, merendar, cotillear, y en fin, multitud de actividades que podríamos citar, y que nada de culturales tienen por muy amenas y beneficiosas sean para quienes las practican, y por mucho empeño y audacia pongan en ello.
El hecho de que la tecnología actual, nos permita ponernos en contacto inmediato con medio mundo al mismo tiempo, que simultáneamente seamos visibles nosotros y nuestras circunstancias multimedia, no implica necesariamente que ello suponga un hecho cultural.
La cultura tecnológica, denominémosla así, no sería sino un apoyo a la cultura, entendida como la capacidad del ser humano para relacionarse y establecer de esta forma intercambios de todo orden, creando así los hechos culturales que pueden calificarse como tales, en cuanto son capaces de crear y compartir conocimiento entre los seres humanos.
En un fugaz viaje por la Ribera del Duero, a su paso por la provincia de Burgos, pude comprobar cómo se integran a la perfección dos culturas, que lo son por derecho propio, que allí sobresalen armoniosa y vigorosamente, que se complementan y que dieron origen a la vida y a todas las numerosas manifestaciones que de ellas se derivan en una perfecta conjunción con la naturaleza que contribuyeron a crear.
Maravilla contemplar el majestuoso río Duero - río Douro, río de Oro, por el color característico de sus aguas - discurriendo plácida y armoniosamente por las llanuras de esta comarca donde se asientan lugares como Aranda de Duero, Peñaranda de Duero, Langa de Duero, La Vid, Caleruega, Haza, Gumiel de Izán, Quemada, Peñalba de Castro, San Esteban de Gormaz, y tantos otros, regados por el agua y la historia del Duero.
Sorteando pueblos y villas, serpea con elegancia, creando vida en sus márgenes, ya sean fértiles vegas, huertas y alamedas, pinares, robles,  enebros, chopos y encinas, y los hermosos y verdes viñedos que salpican por doquier una tierra privilegiada, que se honra en acoger en su seno estas culturas del agua y el vino, que la madre naturaleza regaló a esta afortunada tierra de la histórica región de Castilla y León.
Bodegas productoras de los famosos caldos de la Ribera del Duero, que lo comercializan desde antaño, salpican esta privilegiada zona, a la par que un alto número de ciudadanos de los pueblos, poseen sus propias bodegas para consumo propio. Allí, en las galerías excavadas en los cerros y en la roca, duermen en sus barricas los mostos que han de transformarse en el vino de Ribera de Duero.
Mis recuerdos me trasladan ahora al pueblo dónde nací, cuando en un carro lleno de pellejos de vino, el vinatero procedente de estas tierras, recorría las calles de los pueblos castellanos, voceando el vino de Ribera que los vecinos compraban, y que mis recuerdos infantiles grabaron entonces.
El arte que estas culturas crearon, se materializan en un Románico que se manifiesta en bellísimas ermitas, iglesias, monasterios, colegiatas y palacios, mezclados en algunos casos con tintes góticos, renacentistas y barrocos, que se funden en el paisaje con hermosos castillos y recias torres de vigilancia que se mantienen erguidas aún hoy, en un acto de suprema responsabilidad, nobleza y fidelidad, adquirida a lo largo de los siglos de un heroico pasado.
El agua del Rio Duero y el vino de la Ribera del mismo nombre, contribuyen a crear a su alrededor una auténtica y hermosa cultura digna de este nombre. La cultura del agua y el vino.

martes, 18 de agosto de 2015

LA MARGINACIÓN DE LOS JÓVENES

Son los grandes olvidados, los excluidos de una sociedad que parece haberse desentendido de ellos, cuando tantas veces proclamamos a los cuatro vientos, la manida, cansina, petulante y falsa proclama, de que los jóvenes son el futuro, de que el País está en sus manos.
Proclamamos una y otra vez que representan el porvenir de un País, de su sociedad, de su bienestar social, político, económico, tecnológico, de su desarrollo a todos los niveles, de la supervivencia misma que garantiza su devenir histórico.
De su quehacer futuro, de su capacidad para intervenir en la transformación de una sociedad en continuo cambio, más o menos próximo, más o menos profundo, que necesariamente va a depender nuestra supervivencia, ya sea por acción u omisión.
Bien porque intervengan activamente como sujetos decisorios, o porque lo hagan de forma pasiva, sin formar parte de los cuadros directivos, productivos o consumidores netos, que repercutan positivamente en el producto interior de un País que los necesita con urgencia.
Ni siquiera las recientes candidaturas ciudadanas, que tanto éxito han tenido en las urnas en las últimas elecciones municipales y autonómicas, parecen haberse ocupado de ellos.
Apenas les han dedicado unas líneas en sus vibrantes e innovadores programas, que no han logrado destacar ni llegar, ni mucho menos influir en una opinión pública, que parece haberse rendido ante un problema, grave, extremadamente serio y trascendental para el futuro de una nación.
Y sin embargo nos atañe a todos, tengamos o no hijos en edad laboral. Más tarde o más temprano, esta delicadísima situación nos estallará en las manos si no somos capaces de proporcionar una ocupación efectiva a millones de jóvenes que no pueden esperar más para integrarse en un proceso productivo, que además los necesita perentoriamente.
¿Cómo podemos permitirnos el lujo de prescindir de la nueva, preparada y vital savia joven que representan? ¿Cómo podemos excluirlos de un futuro que es suyo, que les corresponde por derecho propio?
¿Cómo van a subsistir, material y anímicamente, insertos en una frustración permanente que les produce un pesado y letal sentimiento de inutilidad, de generación perdida, sin perspectivas de futuro?
¿Cómo van a poder asegurarse las pensionas, no ya para ellos, que harto difícil lo tienen, sino para el resto de los pensionistas, si los jóvenes no cotizan?
¿Permitiremos que tengan que salir de su País, los pocos que puedan hacerlo, en un hipócrita intento de tratar de justificarlo como una experiencia personal, a riesgo de ser explotados como lo fueron sus antepasados?
¿Dejaremos que el talento de muchos jóvenes formados aquí, desarrollen su creatividad, lejos, en otros países, dónde se los valorará en la justa medida que nosotros hemos sido incapaces de reconocer?
Son preguntas que llevamos haciéndonos demasiado tiempo, sin una respuesta clara y determinante. No podemos por lo tanto demorarlo por más tiempo. De ello depende el porvenir de los jóvenes y por ende, el de nuestro País.
Quizás pueda parecer que se están acomodando, adaptando a una situación que es del todo inaceptable. Pero no es así. Es más bien la actitud de quienes se sienten olvidados y marginados por una sociedad absurda que no los valora.
Es la desesperación y el desánimo lo que les conduce adoptar esas formas, esas maneras que a veces criticamos, y que somos incapaces, no ya de analizar, sino de lo que es mucho peor, de escuchar y de elaborar una respuesta creíble y adecuada. Somos incapaces de proporcionales una esperanza ilusionante que les haga creer en que existe un futuro prometedor.

viernes, 14 de agosto de 2015

MI DISTINGUIDA LECTORA SEGOVIANA

Llevo años colaborando de una esporádica y pertinaz forma, con El Adelantado de Segovia, este querido periódico nuestro, que lo es de todos los segovianos, ya sean de la ilustre y hermosa ciudad de Segovia, ya pertenezcan a los numerosos y encantadores pueblos de las diferentes comarcas y tierras que conforman nuestra provincia.
Guardo muy buenos recuerdos de este entrañable diario, con el que conviví en mis primeros años en el pueblecito dónde nací, ya que he sido siempre un enamorado lector de cuanto encontraba a mi paso, ya fueran tebeos, historietas, resúmenes de artículos de ciencia – Reader´s Digest, que no me explico cómo llegaba a mis manos - y por supuesto, este nuestro querido periódico.
En mi casa lo leía todos los días. Recuerdo que durante aquellos primeros años llegaba siempre al día siguiente, lo cual no suponía ningún problema a la hora de estar informados. Por entonces, no teníamos televisión – en el local del ayuntamiento se encontraba el único televisor del pueblo – y sólo la radio, el mágico y omnipresente aparato de radio, cubierto con el obligado pañito de puntilla tricotado por mi madre, nos ponía al día a través de los inefables “partes o diarios hablados” de las dos y media de la tarde.
Era por lo tanto, el Adelantado de Segovia, el único medio escrito informativo que poseíamos en el pueblo. Su contenido versaba fundamentalmente sobre noticias de la provincia, ya fueran de la capital o de los pueblos, aunque no faltaba una sección nacional que informaba sobre el resto del  País, y que debido a la limitación de medios, tomaba de otros periódicos para poder acceder a dicha información.
La recopilaba de los periódicos de alcance nacional, en un admirable esfuerzo digno de reseñar, teniendo en cuenta las enormes dificultades de todo tipo con los que el personal de aquella época se encontraba, hasta el extremo, creo recordar, y que me perdonen si cometo error, que tuvo problemas incluso con la férrea censura de aquellos tiempos, por un acertado y valiente artículo publicado, que admiré y valoré profundamente, en un gesto que se celebró ampliamente en aquellos difíciles tiempos.
Se llama Carmen, y apenas tiene noventa y un años. Y digo bien, que “apenas tiene esa edad”, porque de ninguna forma los aparenta. Vive sola, allá por la zona de José Zorrilla. Sola va a la compra, y sola sale de paseo. Le encanta comer bien, y le gusta leer cuanto pasa por sus manos, que suele ser mucho. Las próximas serán ya noventa y dos navidades las que celebre, pues es en esas fechas, cuando más que cumplir, parece que descumpla sus admirablemente bien llevados años
Hace tiempo que sé de Carmen, a través de un familiar que la conoce, y así he sabido del amable tiempo que me dedica. Nunca he tenido el placer de saludarla - apenas una foto he visto de ella – aunque afortunadamente pronto tendré el placer de verla y de presentarle mis respetos y mi agradecimiento. Lee los contados artículos que me publican de vez en cuando en el Adelantado, y es más, en un acto que me emociona, los guarda, los colecciona y seguramente los relee, por lo que me siento profundamente halagado.
Coqueta ella, viste de forma juvenil, luce unos preciosos cabellos rubios, le encanta coser, y suele ayudarse de un bastón que apenas necesita y que lo utiliza como si de un aditamento o complemento más se tratara, en un gesto más de esa alegre y espontánea frescura juvenil, que para sí quisiéramos cuantos con muchos menos años, nos sentimos harto mayores que esta gentil  y simpática nonagenaria.
Hábil y destacada costurera, posee una envidiable vista y una mente privilegiada, así como una vibrante y decidida apuesta por la vida. Le encanta comer bien y disfrutar  de cuanto ella le ofrece, que es mucho, porque sabe y quiere gozarla, y porque seguramente la saluda cada día con una sonrisa dibujada en su cara, en un envidiable gesto que es un canto a la alegría de vivir.
 A esta encantadora y respetable señora, de una edad que de ninguna forma aparenta, a esta delicada y encantadora segoviana, lectora mía por más señas, quiero dedicarle a través de estas líneas, que sin duda leerá, si se publican, mi más sincero y emocionado reconocimiento. Un agradecido beso, estimada Carmen.

martes, 11 de agosto de 2015

AQUEL AÑORADO TRUEQUE

Cambio clases de informática por clase de Inglés o Japonés; cambio fregadora a baterías por moto, coche o cualquier otra cosa que pueda interesarme; cambio clases de francés, por clases de español; cambio Volkswagen escarabajo clásico por Audi TT; cambio mano de obra de pintor oficial por coche en buen estado; cambio centro de planchado, por algo que me interese, cambio guitarra acústica por artículos musicales, y así hasta lo más inimaginable que la mente pueda concebir.
Así rezan algunos de los anuncios que hoy en día pueden verse en internet, a nada que nos molestemos en buscar páginas en la que el trueque o intercambio sea la actividad destacada. Encontraremos una ingente cantidad de oferta y demanda en este sentido, en el que se cambian unos objetos por otros, unos servicios, por su contrapartida de la misma especie o por cualquier otro bien u objeto material o inmaterial, clasificado por secciones que todo lo acaparan.
Se suele definir el trueque, como el intercambio de bienes y servicios tanto materiales como inmateriales, en los que el dinero está ausente de toda transacción, ya que el dinero no intermedia en la operación, sino la simple y transparente permuta. Es una práctica que existe desde hace aproximadamente 10.000 años, con la aparición de la sociedad agricultora y ganadera
Entonces, la economía pasa a ser de depredadora, a ser productiva por la aparición de la agricultura y la ganadería, y ello dio lugar al excedente; un exceso de bienes que no necesitan consumirse. Con el excedente, un grupo de personas no necesita trabajar en la agricultura y la ganadería y puede dedicarse a producir otros productos, como la cerámica, e intercambiarlo con el agricultor o ganadero por el excedente.
 Con ello, apareció por primera vez el trueque y como consecuencia, la propiedad privada y el concepto de riqueza. La cantidad de producción sobrante es el inicio de la riqueza, cuanto más excedente más riqueza. Pero el excedente sólo tiene consecuencias cuando se consolida gracias a la aplicación del riego o el abonado, y permite la división social del trabajo.
Poderoso caballero es don dinero. Lo fue en el pasado, lo es ahora y lo seguirá siendo, aunque adopte otras formas, como la de disfrazarse de tarjeta de plástico, ya habitual y en un futuro único medio de transacción que acabará con el papel y la moneda, pero no con el dinero, con ese medio que ha logrado separar ricos de pobres, ha generado distintas clases sociales y ha condicionado la vida y obra de una humanidad, condenando a la mitad, a una miseria de la que nunca saldrá por obra y gracia del dinero.
Lejos quedan aquellos tiempos, en los que la moneda no existía, y las transacciones se reducían a los intercambios en especie, es decir, el trueque. Eran otras formas, otras manera de entender y separar a los  ciudadanos que poseían más y poseían menos, por lo que, en definitiva, seguían habiendo ricos y pobres, quizás con una menor diferencia en cuanto al abismo que hoy en día separa a las diferentes clases sociales, pero que no evitaba la existencia de las mismas, quizás más igualadas por abajo.
Hoy contemplamos con inmenso asombro, cómo se manejan gigantescas cantidades de dinero que pasan de unas manos a otras, evadiendo, despilfarrando, rescatando bancos y países, en una ceremonia de la confusión, en la que los ciudadanos nunca son los beneficiados ni serán los rescatados. Siempre estarán disponibles para hacer de paganos. El trueque no es la solución. Quizás en un futuro lejano. ¿Chi lo sa?

sábado, 1 de agosto de 2015

ESCRIBIR CON EL CORAZÓN

Con frecuencia pienso que deberíamos probar a llevar a cabo una desconexión total y absoluta por unos cuantos días, por un tiempo, el necesario para desintoxicarnos de tan gigantesco caudal de información, de un marasmo de datos en un despótico formato digital que nos impone su formidable capacidad de generar datos e información, que no conoce límite alguno y que ningún respiro nos da en el quehacer diario.
No le encuentro lógica a esta súper comunicación desmesurada, a este exceso consumista y degradante, que se sustancia en una incapacidad progresiva y recalcitrante para darnos un respiro, para estar a solas con nosotros mismos, en un acto que debiera ser algo harto elemental y deseado en nuestras vidas, y que sin embargo se convierte en una pasión desenfrenada por estar permanentemente comunicados.
Nos mostramos así demasiado a menudo, sin que seamos plenamente conscientes de ello, incapaces para resolver y afirmar nuestras propias ideas y contradicciones, diluidas en un mar de informaciones y contactos, de continuas interrupciones que no golpean y nos hieren cada día, impidiendo la ansiada, necesaria, urgente y relajante soledad,  que nos empeñamos en desdeñar, y a la que empezamos a temer, por lo que supone de enfrentamiento con nosotros mismos.
Todo ello nos provoca una tensión exasperante a la que estamos sometidos, por mucho que nos empeñemos en negarlo, ya que a veces no somos conscientes. Esto supone enfrentarnos a una situación que escapa a nuestro control y a nuestro yo consciente.
Porque apenas nos conocemos a nosotros mismos, nos ignoramos, en un proceso que raya la negación personal, ya que a fuerza de darnos a conocer a los demás, de tanto revelar nuestra identidad, de tanto  compartirla, nos hemos quedado sin ella.
Todo esto se traduce en una pérdida de esa intimidad necesaria, a base de no ejercitarla, de renunciar involuntariamente a ella, en un ejercicio de negación absoluta de una inteligencia que se nos supone, pero de la que en realidad hacemos una estúpida e inoportuna dejación.
Ante estas premisas, y sentada la aparente imposibilidad de luchar contra una tecnología que no te da ocasión de enfrentarte a ella en igualdad de condiciones, me recomienda un buen amigo que escriba con el corazón, y ello me lleva inevitablemente, a plantearme las siguientes preguntas.
¿Pero cómo confiarle semejante trabajo a un órgano al que no damos ni tregua ni ocasión para ello?
¿Cómo va a actuar independientemente, si es la mente la que en definitiva lo controla y delimita?
¿Qué podemos esperar de él, que ya no nos haya dado a lo largo de tantos años?
¿Sinceridad, nobleza, sensibilidad, dignidad, honestidad? Todos están agotados.
La vida que llevamos, está fundamentalmente dirigida por un cerebro que posee una memoria capaz de almacenar un formidable caudal de ideas, experiencias y sentimientos, que el corazón no puede digerir, y que en los actuales tiempos tecnológicos, ha demostrado ser capaz de de sobrellevar con suma facilidad y desparpajo.
Se desarrolla todo tan rápido, tan vertiginosamente, que ha desistido en su pelea con tan poderosas fuerzas contra las que nada puede, y ha quedado para los poetas, los soñadores y los creadores de la magia depositada en los cuentos.
Abandonar la vertiginosa, soberbia y tiránica vida digital, para regresar a la pausada, serena y limitada vida analógica, supondría dar un incalificable paso hacia atrás, a toda vista anacrónica y regresiva.
Pero con ello retornaría la tranquila y serena sensación de que el sosiego vuelve a nuestras vidas, de que somos dueños de nuestra propia y personalísima identidad.
Y volveríamos a escribir con el corazón.