La alarma saltó hace ya
demasiado tiempo, el suficiente para lamentar y confirmar ahora, que el cambio
climático al que nos enfrentamos desde hace muchos decenios, si no
irreversible, sí es sumamente complicado de resolver, ya que el tiempo perdido,
nos obliga ahora a acelerar soluciones, para los que la humanidad no parece ni
convencida, pues no hay unanimidad, ni dispuesta a ceder su cuota de exceso de
una degeneración contaminante, que está envenenando el Planeta.
Estas parecen ser las explicaciones que con
más frecuencia se escuchan hoy en día y que no aporta todos los elementos de
juicio que entran en juego para llegar a una conclusión que muchos consideran
casi definitiva, por dura y desalentadora que nos parezca: No tenemos margen ni
de tiempo ni de movimiento para impedirlo, se nos ha pasado ya la capacidad de
influir decida y definitivamente en un clima que hemos modificado bruscamente,
en contra de una regulación que sólo a la Naturaleza atañe, y ello nos ha conducido
a una situación de un posible no retorno. No podemos volver atrás.
Quizás se ya tarde, muy tarde
para reparar todos los destrozos que desde los comienzos de la revolución
industrial hemos infligido a este hermoso planeta. Lo hemos machacado de tal
forma que lo hemos dejado irreconocible.
No hay espacio en él que
continúe intocable, ni siquiera en las selvas más recónditas, donde la mano de
esa plaga llamada humanidad, ¡qué contrasentido!, ha llegado para violar,
esquilmar y destrozar los últimos resquicios vírgenes de este planeta.
El balance es desolador, y la
conclusión, aunque quizás pueda considerársela excesiva y alarmantemente
pesimista, es preferible a una dejadez como la mostrada hasta ahora, que nos ha
conducida a una situación de difícil y delicada salida, dónde ya no caben las
medias tintas, tal es el imparable deterioro que a pasos agigantados sufre
nuestro Planeta y que avalan los expertos con sus datos, que prácticamente
nadie se atreve a desmentir.
No necesitamos contemplar la espantosa contaminación
de las grandes concentraciones industriales que a todos los niveles existen
en el mundo, basta con salir a la calle
cada día para sufrir la tremenda contaminación acústica y atmosférica provocada
por los automóviles, en cada calle de cada ciudad de cada país de este sufrido
y agotado planeta Tierra. Hago extensible este panorama a los mares convertidos
en estercoleros y a los cielos en fuente de contaminación y ruido.
Lo deseable, sería parar las fábricas
que contaminan, impedir la circulación y
limitar la fabricación de automóviles y otros medios de locomoción aéreos y marítimos
contaminantes y tomar otras muchas medidas de forma tajante e inmediata para
detener el desastre que se avecina. Pero con ello, lograríamos desencadenar lo
que sería una catástrofe aún mayor. Paro a gran escala, desabastecimiento y por
último la paralización y el bloqueo planetario y total a todos los niveles.
Hay soluciones, aún estamos a
tiempo, pero han de ser inmediatas y radicales, pues no vamos a tener más
oportunidades. Disminuir ya la contaminación en el porcentaje que los
científicos están pidiendo a voz en grito, y que nadie contradice. Pero para
empezar, los grandes contaminantes, Estados Unidos y China, ya han advertido
que no aceptarán que los acuerdos sean vinculantes. El Planeta no se merece
esto.
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