martes, 12 de enero de 2016

LA LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA

La alarma saltó hace ya demasiado tiempo, el suficiente para lamentar y confirmar ahora, que el cambio climático al que nos enfrentamos desde hace muchos decenios, si no irreversible, sí es sumamente complicado de resolver, ya que el tiempo perdido, nos obliga ahora a acelerar soluciones, para los que la humanidad no parece ni convencida, pues no hay unanimidad, ni dispuesta a ceder su cuota de exceso de una degeneración contaminante, que está envenenando el Planeta.
 Estas parecen ser las explicaciones que con más frecuencia se escuchan hoy en día y que no aporta todos los elementos de juicio que entran en juego para llegar a una conclusión que muchos consideran casi definitiva, por dura y desalentadora que nos parezca: No tenemos margen ni de tiempo ni de movimiento para impedirlo, se nos ha pasado ya la capacidad de influir decida y definitivamente en un clima que hemos modificado bruscamente, en contra de una regulación que sólo a la Naturaleza atañe, y ello nos ha conducido a una situación de un posible no retorno. No podemos volver atrás.
Quizás se ya tarde, muy tarde para reparar todos los destrozos que desde los comienzos de la revolución industrial hemos infligido a este hermoso planeta. Lo hemos machacado de tal forma que lo hemos dejado irreconocible.
No hay espacio en él que continúe intocable, ni siquiera en las selvas más recónditas, donde la mano de esa plaga llamada humanidad, ¡qué contrasentido!, ha llegado para violar, esquilmar y destrozar los últimos resquicios vírgenes de este planeta.
El balance es desolador, y la conclusión, aunque quizás pueda considerársela excesiva y alarmantemente pesimista, es preferible a una dejadez como la mostrada hasta ahora, que nos ha conducida a una situación de difícil y delicada salida, dónde ya no caben las medias tintas, tal es el imparable deterioro que a pasos agigantados sufre nuestro Planeta y que avalan los expertos con sus datos, que prácticamente nadie se atreve a desmentir.
 No necesitamos contemplar la espantosa contaminación de las grandes concentraciones industriales que a todos los niveles existen en  el mundo, basta con salir a la calle cada día para sufrir la tremenda contaminación acústica y atmosférica provocada por los automóviles, en cada calle de cada ciudad de cada país de este sufrido y agotado planeta Tierra. Hago extensible este panorama a los mares convertidos en estercoleros y a los cielos en fuente de contaminación y ruido.
Lo deseable, sería parar las fábricas que contaminan, impedir la  circulación y limitar la fabricación de automóviles y otros medios de locomoción aéreos y marítimos contaminantes y tomar otras muchas medidas de forma tajante e inmediata para detener el desastre que se avecina. Pero con ello, lograríamos desencadenar lo que sería una catástrofe aún mayor. Paro a gran escala, desabastecimiento y por último la paralización y el bloqueo planetario y total a todos los niveles.
Hay soluciones, aún estamos a tiempo, pero han de ser inmediatas y radicales, pues no vamos a tener más oportunidades. Disminuir ya la contaminación en el porcentaje que los científicos están pidiendo a voz en grito, y que nadie contradice. Pero para empezar, los grandes contaminantes, Estados Unidos y China, ya han advertido que no aceptarán que los acuerdos sean vinculantes. El Planeta no se merece esto.

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