lunes, 4 de enero de 2016

LA SALIDA DEL LABERINTO

En ocasiones se presentan situaciones tan diabólicamente perversas, que la lógica y la razón humanas no parecen encontrar una salida a tamaño desafío, dando por hecho que no existe posibilidad alguna de encontrar una solución sensata, una salida que no contradiga la prudencia y el sentido común necesarios para no errar, para no cometer fallos imperdonables, que se podrían lamentar durante demasiado tiempo. Tal es la magnitud del problema.
Las gentes, días después, continúan preguntándose cómo es posible que se haya dado tal profusión de grupos, tal fragmentación, tal división, después de tantos años de bipartidismo. La respuesta es elemental y tozudamente sencilla.
Cargados de crispada razón, los ciudadanos de este País, han castigado dura y justamente a los dos grandes partidos, porque ambos se han hecho acreedores a unas corruptelas y despilfarros que se ven ahora justamente castigados, y porque en el caso del último gobierno, ha sometido a la población a unos excesivos duros y desmesurados esfuerzos que han dejado exhausta a una ciudadanía que ha visto recortados sus derechos laborales y su capacidad adquisitiva.
Las recientes elecciones generales han dejado un panorama tan pérfido, tan sibilino, tan confuso, que la primera reacción, vistos los intrincados resultados habidos, es la de desechar todo intento de encontrar una manera de formar gobierno, ya sea mediante la opción de que lo lleve a cabo la lista más votada, ya sea a través de distintas alianzas mediante las cuales se logre una mayoría lo más estable posible.
La primera de ellas, se nos antoja harto difícil, ya que el partido más votado, el que ostentaba el anterior gobierno, ha perdido la mayoría absoluta que tenía y se ha quedado en una minoría con la que gobernar sería una tare imposible de llevar a término, ya que tendría que pactar continua e interminablemente cualquier acción de gobierno que pretendiera llevar a cabo.
La segunda, la de intentar encontrar alianzas, parece una labor tan ardua y complicada como la primera, ya que la fragmentación ha sido de tal calibre, que no parece posible encontrar sinergias entre los numerosos grupos que compondrían la supuesta alianza, debido a la disparidad de los contenidos programáticos que deberían fusionarse para lograr un acuerdo.
Podría tratar de encontrarse una tercera vía, la más sencilla, pero al mismo tiempo la más difícil, sin problemas numéricos, que sería la de llegar a un acuerdo entre los cuatro principales partidos, ya sea entre todos ellos, o entre algunos de los mismos, con lo que se llegaría a formar una mayoría absoluta.
Pero las reticencias tanto entre dichos partidos, sus divergentes programas, y las lógicas protestas que surgirían de sus bases, harían improbable, por no decir imposible, el logro de una alianza que daría una absoluta estabilidad, pero que entra más dentro del terreno de la ciencia ficción que de una realidad que se nos antoja como un tozudo espejismo.
Un laberinto confuso, oscuro e impenetrable para cualquiera que intente entrar en él, con el objeto de recorrerlo y explorarlo detenidamente para tratar de encontrar respuestas y hallar una salida lógica y viable que desentrañe la maraña planteada, para la que no parece que exista solución alguna.
Quizás habría que llamar la atención de todos y cada uno de los partidos que han logrado representación, e invitarles a que se sienten, sin tiempo, sin condiciones previas, sin imposición alguna, y hablar y hablar, hasta lograr un acuerdo que haga gobernable este País.
No deberían abandonar dichas conversaciones hasta lograr un acuerdo, no deberíamos consentírselo. Nos representan, tienen nuestro mandato, algo que tantas veces repiten ellos, y que tan poco suelen respetar.
Todo menos estar instalados permanentemente en una incertidumbre que es lo último que necesitamos y deseamos los ciudadanos. No debería llegarse a la convocatoria de nuevas elecciones que supondrían nuevos e innecesarios gastos, y que dejaría seguramente un panorama similar al actual. La salida del laberinto es sin lugar a dudas extremadamente difícil. Pero no imposible.

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