lunes, 23 de mayo de 2016

CERVANTES EN EL OLVIDO

Solemos pecar de excesos en esta nuestra vieja patria, con inusitada y continua frecuencia, tanto en un sentido como en el otro, si de solo dos hablamos, porque si los posibles fueran tan numerosos como erráticos nuestros despropósitos, las descalificaciones superarían de tal forma a los reconocimientos, halagos y alabanzas que debieran reconocerse, que el término gratitud y todos sus sinónimos desaparecerían de nuestro lenguaje, para dejar paso a la negación y la indiferencia hacia todo valor humano, material o inmaterial que objetivamente fuera merecedor del más estricto reconocimiento.
Así pasen cuatro días o cuatrocientos años, no tenemos inconveniente ni pudor alguno en tornarnos olvidadizos y remolones a la hora de cantar las alabanzas y aleluyas debidas hacia quien haya hecho los méritos suficientes para ser públicamente cantados de viva y sincera voz, pues ello parece escarnecer dolorosamente a quienes les pesa en exceso, no solamente su capacidad de valorar lo ajeno, sino su incapacidad para hacerse merecedor de los méritos cuyo reconocimiento deniegan.
No siempre estos comportamientos son debidos a ese vicio nacional tan negativo y persistente en el tiempo, que hemos dado en llamar envidia, sino a una desidia injustificable y consciente, casi siempre llevada a cabo por personas e instituciones que debieran tomar la iniciativa en determinadas y puntuales ocasiones, y que parecen mantenerse ajenas a toda responsabilidad que pudieran tener, y de la que suelen deshacerse con ese otro defecto, tan recurrido como necio e hipócrita, que es pasarle la pelota al de al lado, en un gesto que nos conduce al origen de toda esta maraña de despropósitos, que no es otro que la falta de una seriedad exigible, origen de tantos males.
Algo que nada ni nadie puede permitirse, y que nos ha perseguido a lo largo de toda nuestra procelosa y dilatada historia, que pese a nuestra indudable huella cultural en todos los órdenes, que nos acerca y ancla por un lado al mundo occidental, y por el otro, la picaresca, la chapuza y la desidia, nos han procurado una bien ganada fama de país de charanga y pandereta, que tanto daño nos ha hecho, y de lo que no tenemos obstáculo en reconocer, hasta el punto de hacer chanza y chirigota a su costa, en un gesto más de una insensatez y falta de conciencia histórica.
Ni siquiera ahora, cuatrocientos años después de la desaparición del más ilustre representante de la literatura española y universal, Miguel de Cervantes, hemos sido capaces de honrar en su justa medida a quién ya entonces dejó entrever en sus escritos algunos de los aspectos más característicos que siempre han acompañado al temperamento hispánico, que no parece haberse visto modificado sustancialmente desde entonces. “Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes”.
En sus obras, y sobre todo en su inmortal Quijote, Cervantes deja constancia de la ligereza, la desidia, la desmesura, y la ausencia de una seria y trascendente actitud ante determinados actos humanos que se suelen sustanciar con una frívola y negativa manera de afrontarlos mediante la burla, la chanza y la ridiculización de hechos y personas, como en el caso de Don Quijote, ingenioso personaje, cuya bondad e ingenua actitud, siempre dispuesto a hacer el bien y a deshacer entuertos, es tomado como objeto de burla y diversión, donde los más bajos instintos humanos, como la crueldad y el afán de ridiculizar y despreciar al indefenso, alcanzan su más alta amplia y alta expresión.
Dos genios de la literatura universal, Cervantes y Shakespeare, son celebrados en sus respectivos países, con motivo de los cuatrocientos años transcurridos desde su muerte, con muy desigual empeño. En Inglaterra, hay programados una inmensidad de actos y acontecimientos diversos que se desarrollarán a lo largo de todo el año, por todo el país, y en numerosos escenarios que alcanzan a todas las instituciones y organismos sociales, culturales y educativos.
Sin embargo en nuestro país, las críticas alzan su voz ante la indiferencia y la cicatera y manifiesta falta de interés por parte de las instituciones oficiales y culturales a la hora de exaltar y divulgar la vida y obra de nuestro más insigne escritor, algo que solo puede surgir de las insensatas y despectivas instancias encargadas de desarrollar y divulgar una cultura que ahora, más que nunca, ahora se hallan bajo mínimos.
Piensa Unamuno, que es mejor tener ideales, aunque no sean los más pertinentes, que no tenerlos, lamentándose de que la España de Sancho Panza haya perdido su fe en don Quijote y su esperanza en la ínsula Barataria.
Un genio de la literatura, que hace cuatrocientos años, escribió el texto que sigue, acerca de un bien que el ser humano ha perseguido siempre con denuedo y por el que tantas vidas y se han sacrificado, merece nuestra más absoluta y total dedicación, algo que hasta ahora, de forma inexplicable, le estamos en gran medida negando.
"La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida".

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