lunes, 16 de mayo de 2016

LA LETRADA ESPELUZNADA

Se acercaba la señora letrada a la sala donde se desarrollaba el juicio, donde ella forma parte de la acusación, en un conocido proceso que dada su popularidad y resonancia mediática que tiene lugar en un juzgado de cuyo nombre todos tenemos constancia y que en todo caso resultaría harto sencillo su localización, para cualquiera que se lo propusiese, dadas las  considerables facilidades que hoy en  día pone a nuestra disposición el mundo digital en el que vivimos.
Caminaba con paso firme y decidido, que diríase, parecía más bien apresurado, dispuesta a no hacerse esperar por el resto de los miembros de la mesa, con las carpetas de documentos en ristre, y con una sonrisa de circunstancias que exhibía a su paso entre las dos filas de periodistas que flanqueaban la entrada a los juzgados.
Uno de ellos le hizo una pregunta sobre una cuestión que ella no debía ignorar, dada la importancia de la cuestión planteada, que atañía a su gabinete, que además era de dominio popular, y que podía poner en cuestión su continuidad como letrada representante del mismo en el susodicho proceso, en principio no por causa achacable a ella – aunque a última hora, están surgiendo dudas al respecto -  sino por un posible delito del más alto representante del gabinete al que ella pertenece.
La respuesta que dio al representante de la prensa y que no se hizo esperar, siempre con una cara de sorpresa, que no podemos saber si era impostada o no, pero que por su tono y timbre, daba la impresión de ser absolutamente sincera, ya que según ella era la primera noticia que tenía fue la que sigue: "estoy espeluznada”.
Sorprendido ante el inesperado vocablo, de inmediato analicé la expresión, que me pareció de una oportunidad impropia y excesiva, y de una rotundidad pretendida, que lejos de conseguir su objetivo, que no era otro que el de impresionar vivamente en el auditorio, juzgué, con perdón, constituía un despropósito inapropiado en una letrada acostumbrada a hablar en público, y que debiera hacer honor al nombre que su cargo representa.
Ignoro si en las intervenciones en las fases orales de los procesos en los que actúa, suele utilizar estos desfases lingüísticos que aunque tuviesen cabida dentro de un uso admitido por la lengua y los órganos que la cuidan y rigen, suponen en todo caso, un empleo desproporcionado y excesivamente burdo y rudo de expresión, que en este caso hubiese bastado con "estoy asombrada, sorprendida, anonadada, estremecida, horrorizada”, y tantos otros a los que hubiera podido recurrir, dada su supuesta preparación cultural, que debiera ser más que suficiente para capear estos imprevistos.
Y no es que no pueda utilizarse dicho término, "espeluznada", sino que no debiera recurrirse a semejante improperio, cuando se utiliza en un contexto, como en el que se daba en este caso, algo que no siempre tienen en cuenta tantos personajes públicos y representantes de los medios de comunicación, que nos tienen acostumbrarnos a frecuentes dislates lingüísticos, que en este año del cuatrocientos aniversario de la muerte de Cervantes, golpean con más fuerza aún en nuestros ya maltratados oídos, por parte de aquellos que más debieran velar por la pureza de la lengua, ya que de ella se valen al utilizarla como herramienta de un trabajo que los dignifica, cuando de ella hacen un correcto, preciso y precioso uso.
Espeluznantes - ahora mejor empleado el vocablo - resultan estas traumáticas incursiones lingüísticas, que suelen maltratar continua y persistentemente nuestra lengua cervantina, que tenemos el deber, la obligación y la satisfacción de velar por ella y por su pureza, con el ánimo siempre dispuesto para dar cabida a nuevos términos, con una flexibilidad lógica y razonable, que los nuevos tiempos demandan.

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