Se acercaba la señora letrada a
la sala donde se desarrollaba el juicio, donde ella forma parte de la
acusación, en un conocido proceso que dada su popularidad y resonancia
mediática que tiene lugar en un juzgado de cuyo nombre todos tenemos constancia
y que en todo caso resultaría harto sencillo su localización, para cualquiera
que se lo propusiese, dadas las
considerables facilidades que hoy en
día pone a nuestra disposición el mundo digital en el que vivimos.
Caminaba con paso firme y
decidido, que diríase, parecía más bien apresurado, dispuesta a no hacerse
esperar por el resto de los miembros de la mesa, con las carpetas de documentos
en ristre, y con una sonrisa de circunstancias que exhibía a su paso entre las
dos filas de periodistas que flanqueaban la entrada a los juzgados.
Uno de ellos le hizo una pregunta
sobre una cuestión que ella no debía ignorar, dada la importancia de la
cuestión planteada, que atañía a su gabinete, que además era de dominio
popular, y que podía poner en cuestión su continuidad como letrada
representante del mismo en el susodicho proceso, en principio no por causa
achacable a ella – aunque a última hora, están surgiendo dudas al respecto - sino por un posible delito del más alto
representante del gabinete al que ella pertenece.
La respuesta que dio al
representante de la prensa y que no se hizo esperar, siempre con una cara de
sorpresa, que no podemos saber si era impostada o no, pero que por su tono y
timbre, daba la impresión de ser absolutamente sincera, ya que según ella era
la primera noticia que tenía fue la que sigue: "estoy espeluznada”.
Sorprendido ante el inesperado
vocablo, de inmediato analicé la expresión, que me pareció de una oportunidad
impropia y excesiva, y de una rotundidad pretendida, que lejos de conseguir su
objetivo, que no era otro que el de impresionar vivamente en el auditorio,
juzgué, con perdón, constituía un despropósito inapropiado en una letrada acostumbrada
a hablar en público, y que debiera hacer honor al nombre que su cargo
representa.
Ignoro si en las intervenciones
en las fases orales de los procesos en los que actúa, suele utilizar estos
desfases lingüísticos que aunque tuviesen cabida dentro de un uso admitido por
la lengua y los órganos que la cuidan y rigen, suponen en todo caso, un empleo
desproporcionado y excesivamente burdo y rudo de expresión, que en este caso
hubiese bastado con "estoy asombrada, sorprendida, anonadada, estremecida,
horrorizada”, y tantos otros a los que hubiera podido recurrir, dada su supuesta
preparación cultural, que debiera ser más que suficiente para capear estos
imprevistos.
Y no es que no pueda utilizarse
dicho término, "espeluznada", sino que no debiera recurrirse a
semejante improperio, cuando se utiliza en un contexto, como en el que se daba
en este caso, algo que no siempre tienen en cuenta tantos personajes públicos y
representantes de los medios de comunicación, que nos tienen acostumbrarnos a
frecuentes dislates lingüísticos, que en este año del cuatrocientos aniversario
de la muerte de Cervantes, golpean con más fuerza aún en nuestros ya
maltratados oídos, por parte de aquellos que más debieran velar por la pureza
de la lengua, ya que de ella se valen al utilizarla como herramienta de un
trabajo que los dignifica, cuando de ella hacen un correcto, preciso y precioso
uso.
Espeluznantes - ahora mejor
empleado el vocablo - resultan estas traumáticas incursiones lingüísticas, que
suelen maltratar continua y persistentemente nuestra lengua cervantina, que
tenemos el deber, la obligación y la satisfacción de velar por ella y por su
pureza, con el ánimo siempre dispuesto para dar cabida a nuevos términos, con
una flexibilidad lógica y razonable, que los nuevos tiempos demandan.
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