miércoles, 15 de junio de 2016

EL ABRAZO DEL OSO

Continúa la incertidumbre política. A estas alturas, después del consabido recurrido y machacado 20 D, seguimos en ascuas, sin saber a qué atenernos, a qué palo mágico tocar, en un intento de descifrar pronta y certeramente la que se avecina para el 26J.
Algo que es más que lógico y ciertamente explicable, habida cuenta de los profundos cambios que se han dado en las preferencias de los votantes, y que se han visto reflejados en la imposibilidad manifiesta de las múltiples tendencias para llegar a acuerdos y formar un gobierno que se está haciendo esperar más de la cuenta.
Curiosamente, lo que no fue posible en todo ese tiempo, parece haberse enmendado en apenas unos días. La irrupción de Unidos Podemos - nada ingeniosa una denominación, cuya búsqueda les ha llevado más tiempo que los propios términos del acuerdo - y que ha supuesto un auténtico golpe de mano que han llevado a cabo Izquierda Unida y Podemos.
Las consecuencias de esta alianza, son ahora mismo un tanto impredecibles. El electorado, los ciudadanos, en suma, aún no han asimilado un hecho, que necesariamente supondrá un cambio para muchos de ellos a la hora de depositar el voto en las urnas, lo que traerá consigo unos resultados forzosamente diferentes a los de la anterior votación.
¿Cómo reaccionarán los partidarios de cada uno de los dos grupos? Parece, en principio, que después de la consulta previa llevada a cabo, la mayoría está de acuerdo con la suma de fuerzas, pero no hay que dejar al margen, no hay que olvidar, ni obviar por un sólo momento, que el porcentaje de participación en dicha consulta, ha sido muy minoritario.
Tan sólo alrededor de un treinta por ciento, que debería considerarse muy preocupante, y que se presta a múltiples interpretaciones, todas ellas no analizadas en profundidad hasta ahora, pero que en definitiva suponen que un alto número de sus votantes con su abstención, o están en desacuerdo, o no tienen una decisión formada sobre el tema.
Todo esto no debería permitir a ambos partidos lanzar las campanas al vuelo - que no obstante ya están llevando a cabo con auténtica fruición y entusiasmo - pues pueden llevarse una desagradable sorpresa, si no se esfuerzan, y mucho, en convencer a ese setenta por ciento que no ha tomado partido en la decisión previa acerca de la unión de ambos grupos.
¿Un partido con una sólida base y tradición histórica como Izquierda Unida, se ha echado en brazos de una formación como Podemos, surgida hace poco más de un año, o ha sido a la inversa? ¿Quién se ha subido al carro de quién? ¿Ambos se necesitaban y se han unido en un fraternal abrazo? ¿Se adivina por algún resquicio el abrazo del oso? ¿Y en este caso, a cuál de ellos le correspondería el papel del plantígrado?
La respuesta, a priori, parece sumamente elemental: Podemos ejercería del bello y fiero animal. Pero quizás quepa una mejor, más elaborada y precisa, más sopesada y racional. Hasta quizás más lógica, si me lo permiten: Hay abrazo, pero no hay un sólo oso dominante. En el otro lado se encuentran los oseznos. Y además, los papeles están cambiados. Juzguen ustedes.
¿Y quién teme a estos osos transformados en un único lobo feroz? La respuesta no puede ser más sencilla, nítida y evidente: todos los demás partidos, y en especial los dos grandes, por mucho que intenten disimularlo en un esfuerzo vano e inútil, que no logra confundir a nadie.
La campaña, aunque no oficialmente, ya ha comenzado. Algunos están señalando a Unidos Podemos como un partido comunista, leninista y cuantos apelativos similares podamos encontrar. Todos ellos apuntan a calificarlos como extremistas de izquierdas, capaces poco menos que a destruir el Estado moderno, tal y como lo conocemos, y convertirlo en un modelo bolivariano, cuyas connotaciones suenan sumamente funestas.
El hecho es que la coalición resultante, impone un auténtico respeto demasiado próximo al miedo para demasiada gente, no sólo los partidos oponentes, sino, y esto es más preocupante, para muchos ciudadanos, que desconfían de un grupo en exceso escorado hacia una izquierda que consideran en extremo radical, y que podría dar al traste con su seguridad y tranquilidad económica, léase jubilados y pensionistas entre otros, que podrían restarles muchos votos.
El abrazo del oso podría quedar sólo en eso: en un gesto amistoso de cara a la galería, que los contemplaría como si de un circo se tratase. Pero sin permitirles superar los límites de la pista donde se desenvuelven.

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