sábado, 4 de junio de 2016

LOS AMIGOS DE LA MANCHA

Leyendo El Quijote, se puede apreciar que por encima de la relación formal que une a Don Quijote y Sancho, sobresale una sincera y leal amistad, que constituye todo un admirable y edificante canto a este valor tan universal, caballero y escudero, del que Miguel de Cervantes, a través de tan singulares personajes, deseó sin duda dejar clara y notoria constancia.
Sancho amigo y amigo Sancho, son dos expresiones que utiliza con harta frecuencia Don Quijote, durante el tiempo que dura su fructífera y sincera amistad, que fue toda su vida, desde que le nombra su fiel escudero, hasta la muerte de su estimado y muy querido caballero, hacia el que sintió una auténtica y devota veneración que demuestra con creces a lo largo de todas sus inefables y fascinantes aventuras.
Prodigioso libro que nadie debiera dejar de leer, ahora que existen versiones absolutamente inteligibles para el lector del siglo XXI, gracias a escritores que han dedicado años de su vida, para hacer legible un texto de hace cuatrocientos años, que hasta se introdujo en la escuela de mi tiempo, en un intento desafortunado, pues no es libro para infantes, y que más tarde, ya adultos y lectores consagrados, intentamos leer.
Pero desafortunadamente, y como la inmensa mayoría, opté por abandonarlo al cabo de unas cuantas páginas, hasta que afortunadamente di con una traducción – si así me permiten llamarla – que me hizo disfrutar inmensamente, que leí con auténtico deleite, y que recomiendo a todo el mundo que quiera saborear una novela que le dejará una indeleble huella para el resto de su vida, que querrá volver a leer, como sin duda yo haré, y que contiene todos los ingredientes de una obra genial, tan válida entonces como en la actualidad.
Retomando los valores de la amistad, tan considerados a lo largo de la obra, merece la pena destacar no solamente la que se pone de manifiesto entre los dos principales protagonistas, y en ello pone todo su empeño Cervantes, sino con otros personajes que intervienen asiduamente en la novela, como son el cura, el bachiller Sansón Carrasco y el barbero, entre otros.
Tal amistad llega a establecerse incluso entre amos y jumentos, como es el caso de Sancho, que manifiesta una auténtica devoción por su rucio o Don Quijote por su jamelgo Rocinante, hasta el punto de que llega a trabarse una unión entre los cuatro, amos y animales, y animales entre sí, tal como demuestra el siguiente texto, que Miguel de Cervantes, que reza como sigue:
“La amistad de el Rucio y Rocinante fue tan única y tan trabada, que hay fama, por tradición de padres a hijos, que el autor de esta verdadera historia hizo particulares capítulos de ella, más que por guardar la decencia y decoro que a tan heroica historia se debe, no los puso en ella, puesto que algunas veces se descuida de este su presupuesto y escribe que así como las dos bestias se juntaban, acudían a rascarse el uno al otro”.
Una amistad que no se fundamente en la verdad, no es verdadera amistad. Este principio universal, queda patente entre los dos protagonistas, pese a que Sancho se ve obligado a hacer la vista gorda con relativa frecuencia ante los desatinos y excesos de su amo.
Pero al final, casi siempre acaba recomendándole lo que mejor considera para él, o recurriendo a las clásicas y condescendiente mentiras piadosas, que a su pesar, se ve obligado a dedicarle, todo ello merced al inmenso agradecimiento que le manifiesta y a la amistad que le une a su amo, a quién no abandonará en ningún momento, pese a las muchas promesas incumplidas, que la imaginación de Don Alonso Quijano le procura, y que Sancho asume con una bondadosa comprensión.
En aquellos tiempos llamábase escudero al criado o siervo que acompañaba a un señor. En el primer diálogo entre los dos, nada más ser elegido por don Quijote, Sancho le recuerda que no se olvide de la ínsula que le ha prometido, a lo que don Quijote le responde:
“Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que ganaban y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza, antes pienso aventajarme en ella”
En la segunda parte, cuando recobra el juicio, Don Quijote, en un admirable alarde de sincera y gratificante amistad, pide perdón a Sancho, su fiel escudero:
“Es mi voluntad que de ciertos dineros que Sancho Panza, a quien en mi locura hice mi escudero, tiene, que porque ha habido entre él y mí ciertas cuentas, y dares y tomares, quiero que no se le haga cargo de ellos ni se le pida cuenta alguna, sino que si sobrare alguno después de haberse pagado de lo que le debo, el restante sea suyo, que será bien poco, y buen provecho le haga”
Es por todo ello, que a veces cabe preguntarse, por qué el título no hace mención y referencia expresa a ambos, Don Quijote y Sancho, habida cuenta del destacado protagonismo que desempeñan caballero y escudero y de la fraternal amistad que los une.
Bien así está, no obstante, si así lo decidió su autor, que a ambos concibió, y a los que supo darles inmortal y amigable vida, en su venturoso viaje por los campos de La Mancha.

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