En la corta trayectoria de la
democracia de nuestro atribulado país, jamás se había dado una situación
semejante, en cuanto a la disposición de muchos ciudadanos a la hora de
considerar el destino de su voto.
La impetuosa irrupción de un
partido como Podemos, en nuestro panorama político, ha llenado de un mar de
susceptibilidades y reparos de todo tipo a los electores, ante un nuevo grupo,
con poco más de un año de existencia, de cuyo programa, intenciones y
tendencias, poco se sabe a ciencia cierta.
Y es que pese a que mucho se
intuye, se adivina, vislumbra y supone, en un alarde de suprema y admirable
especulación, lo cierto es que sus integrantes han llevado al ciudadano a un
exacerbado confusionismo, a base de elucubrar, exhibir, y desmarrar contenidos
programáticos, de una forma permanente y continua tal, que descolocan al
votante, que no sabe finalmente a qué palo atenerse ante tanto despropósito
como parecen vaticinar.
La situación ha llegado a tal
extremo de polaridad manifiesta, que los que para unos son, simple y
llanamente, unos desaforados agoreros, para otros suponen unos aplicados y
fríos analistas que observan una realidad que creen van a transformar intensa y
profundamente todo un Estado como el nuestro, sus instituciones y sus políticas
económicas y sociales, hasta el punto de dejarlo irreconocible, a poco que les
dejen las manos libres, si al poder logran acceder en las próximas elecciones.
Con un mensaje generalmente
agresivo y vibrante, parecen comerse el mundo y sus pertenencias, con un
discurso con el que parecen romper todos los moldes establecidos, manifestando
su contrariedad ante todo lo que no se pliegue a su estricto ideario.
Dicha doctrina, parece estar de
vuelta de todo, en un giro de ciento ochenta grados con respecto a casi todo el
arco político patrio, sembrando el desconcierto y la incertidumbre en una parte
de la población, que no sale de su asombro ante tantos y tan intrépidos cambios
como parecen querer llevar a cabo.
Y es que nadie sabe con certera y
rotunda seguridad hasta dónde podrían llegar, caso de tocar poder, algo que a
muchos les pone los pelos de punta, en un supremo, irreprimible e irremediable
alarde de duda y recelo ante tantos y tan novedosos cambios como preconizan los
integrantes de Podemos y sus múltiples, variadas y diversas ramas diseminadas
por todo el territorio nacional.
Mientras tanto, el resto de los
partidos, está empeñado en tratar de demonizarlos, en un gesto que no les honra
precisamente, sino más bien al contrario, tachándolos de comunistas y otros
calificativos similares, que no son sino un intento de desacreditarlos, y que
se puede volver contra ellos,una vez que los ciudadanos descubran tamaña
argucia, que carece de sentido, pues hablar a estas alturas de revolucionarios,
leninistas y otras absurdas lindeces, es recurrir a viejos y trasnochados
métodos y argumentos, en los que ya nadie cree, comenzando por ellos mismos,
aunque sí puedeafectar a parte de suelectorado, proclive a creer en estas
patrañas.
El hecho cierto, es que existe un
colectivo de votantes, léase jubilados y pensionistas, entre los que hay un
porcentaje numeroso, sensible a este intento de difundir el voto del miedo, que
puede sucumbir ante estos manejos, ante el temor a perder sus pensiones, algo
irracional y absurdo, pero que puede causar estragos en este sector, y otros
similares.
Pero recurrir a estas artimañas,
no es solo privilegio y juego sucio que pueden llevar a cabo sus oponentes.
También ellos, Podemos y sus asimilados, pueden utilizar ese voto del miedo con
el que quieren influir en los indecisos, a base de sembrar la duda y el
consiguiente desconcierto con su discurso rompedor, incitando al único voto,
que según ellos, puede salvar del desastre a una población condenada a la
pérdida de sus derechos y conquistas sociales y económicas, lo que de ninguna
forma puede considerarse como algo seguro e inmediato.
Escuchar, razonar y discernir,
sosegada juiciosa y libremente, es tarea de cada uno, con el objeto de no
dejarse engatusar, engañar, y finalmente manejar, con un voto del miedo, que es
el peor consejero que podemos tener por compañía.
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