martes, 21 de junio de 2016

EL VOTO DEL MIEDO

En la corta trayectoria de la democracia de nuestro atribulado país, jamás se había dado una situación semejante, en cuanto a la disposición de muchos ciudadanos a la hora de considerar el destino de su voto.
La impetuosa irrupción de un partido como Podemos, en nuestro panorama político, ha llenado de un mar de susceptibilidades y reparos de todo tipo a los electores, ante un nuevo grupo, con poco más de un año de existencia, de cuyo programa, intenciones y tendencias, poco se sabe a ciencia cierta.
Y es que pese a que mucho se intuye, se adivina, vislumbra y supone, en un alarde de suprema y admirable especulación, lo cierto es que sus integrantes han llevado al ciudadano a un exacerbado confusionismo, a base de elucubrar, exhibir, y desmarrar contenidos programáticos, de una forma permanente y continua tal, que descolocan al votante, que no sabe finalmente a qué palo atenerse ante tanto despropósito como parecen vaticinar.
La situación ha llegado a tal extremo de polaridad manifiesta, que los que para unos son, simple y llanamente, unos desaforados agoreros, para otros suponen unos aplicados y fríos analistas que observan una realidad que creen van a transformar intensa y profundamente todo un Estado como el nuestro, sus instituciones y sus políticas económicas y sociales, hasta el punto de dejarlo irreconocible, a poco que les dejen las manos libres, si al poder logran acceder en las próximas elecciones.
Con un mensaje generalmente agresivo y vibrante, parecen comerse el mundo y sus pertenencias, con un discurso con el que parecen romper todos los moldes establecidos, manifestando su contrariedad ante todo lo que no se pliegue a su estricto ideario.
Dicha doctrina, parece estar de vuelta de todo, en un giro de ciento ochenta grados con respecto a casi todo el arco político patrio, sembrando el desconcierto y la incertidumbre en una parte de la población, que no sale de su asombro ante tantos y tan intrépidos cambios como parecen querer llevar a cabo.
Y es que nadie sabe con certera y rotunda seguridad hasta dónde podrían llegar, caso de tocar poder, algo que a muchos les pone los pelos de punta, en un supremo, irreprimible e irremediable alarde de duda y recelo ante tantos y tan novedosos cambios como preconizan los integrantes de Podemos y sus múltiples, variadas y diversas ramas diseminadas por todo el territorio nacional.
Mientras tanto, el resto de los partidos, está empeñado en tratar de demonizarlos, en un gesto que no les honra precisamente, sino más bien al contrario, tachándolos de comunistas y otros calificativos similares, que no son sino un intento de desacreditarlos, y que se puede volver contra ellos,una vez que los ciudadanos descubran tamaña argucia, que carece de sentido, pues hablar a estas alturas de revolucionarios, leninistas y otras absurdas lindeces, es recurrir a viejos y trasnochados métodos y argumentos, en los que ya nadie cree, comenzando por ellos mismos, aunque sí puedeafectar a parte de suelectorado, proclive a creer en estas patrañas.
El hecho cierto, es que existe un colectivo de votantes, léase jubilados y pensionistas, entre los que hay un porcentaje numeroso, sensible a este intento de difundir el voto del miedo, que puede sucumbir ante estos manejos, ante el temor a perder sus pensiones, algo irracional y absurdo, pero que puede causar estragos en este sector, y otros similares.
Pero recurrir a estas artimañas, no es solo privilegio y juego sucio que pueden llevar a cabo sus oponentes. También ellos, Podemos y sus asimilados, pueden utilizar ese voto del miedo con el que quieren influir en los indecisos, a base de sembrar la duda y el consiguiente desconcierto con su discurso rompedor, incitando al único voto, que según ellos, puede salvar del desastre a una población condenada a la pérdida de sus derechos y conquistas sociales y económicas, lo que de ninguna forma puede considerarse como algo seguro e inmediato.
Escuchar, razonar y discernir, sosegada juiciosa y libremente, es tarea de cada uno, con el objeto de no dejarse engatusar, engañar, y finalmente manejar, con un voto del miedo, que es el peor consejero que podemos tener por compañía.

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