miércoles, 6 de julio de 2016

UNA CULTURA POPULAR

Las calles del barrio madrileño de Vallecas que circundaban el auditorio donde iba a celebrarse el concierto, bullían de gente como hace mucho tiempo no se conocía por allí, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un miércoles normal y corriente, no festivo, un día laborable de un precioso y esperanzador día de un florido mes de mayo.
Gentes de todas las edades, dónde diríase que afortunadamente y en su mayoría, predominaban los más jóvenes, iban llenando los gradas y el anfiteatro del amplio recinto permanente de conciertos, que ubicado al aire libre, ocupaba gran parte de una amplia plaza vallecana, donde tendría lugar la esperada y celebrada fiesta musical popular.
Bares y comercios, estaban colapsados por una afluencia que les había sorprendido gratamente, hasta el extremo de agotar existencias en algunos casos, y en otros escaseaban de tal forma, que solicitadas de forma inesperada por el enorme aluvión de clientes que sin duda no esperaban abarrotando calles y callejuelas, apenas les llegaban para satisfacer la demanda de la alegre y paciente clientela.
Un Vallecas sorprendido por tan agradecida y alegre avalancha de ciudadanos de todas las edades, trabajadores de a pie y estudiantes que con su alegría y regocijo, llenaban de alegría y color la barriada de Vallecas, siempre emblemática por muchos motivos y desde siempre, como uno de los barrios más populares de Madrid, cuyos ciudadanos comentaban con sorpresa y agrado la inesperada fiesta que se estaba desarrollando cuando aún faltaban horas para el inicio el esperado concierto.
Cuando la iluminación natural del día se iba  con él extinguiendo, se encendieron  de improviso los potentes focos del escenario, y un prodigioso torrente de luz iluminó un espacio que parecía vacío y que se reveló pletórico de vida, al irrumpir los músicos y ocupar sus lugares, en una ceremonia ensayada hasta la extenuación, que apenas les llevó unos segundos.
Al cabo de los cuales se escucharon los primeros compases del comienzo de un soberbio evento musical, que llenaría durante varias horas las calles aledañas, que se vieron invadidas con el portentoso sonido que parecía alcanzar a todos los rincones, llegando a todos los asistentes, que por muy alejados que estuvieren, y lo estaban en gran medida, escuchaban con toda nitidez a los cantautores, su música, sus elaborados arreglos, y, sobre todo sus letras, sus poemas y su mensaje.
Una tormenta de aplausos y vítores de alegre y entusiasmada complacencia, recibió la aparición del primer cantautor, que entonó los primeros compases que arrancaron los aplausos y gritos de aptobación, que dieron paso a un expectante, respetuoso y emocionado silencio, preludio de uno de los más esperados conciertos populares y callejeros que en Madrid se han dado.
A partir de este momento, y con la noche ya presente, solos quedaron la música, sus creadores, y un entregado auditorio que escuchaba con una absoluta atención, apenas interrumpida por el coro de la gente que cantaba a dúo con el intérprete, los pasajes, estrofas y estribillos más conocidos y populares, en una ceremonia que representaba con toda fidelidad la unión de los cantautores con su apasionado y regocijado público.
Fueron desfilando los protagonistas del concierto, en un alarde de prodigiosa y constante progresión musical y poética, en la que no faltó un diálogo con los otros protagonistas, los asistentes al popular evento, emitiendo unos mensajes próximos a los deseos y anhelos de unos ciudadanos de a pie, de clase trabajadora, productora, según les gusta a algunos denominar, con los que conectaban abierta y claramente.
No faltaron por lo tanto, las alusiones a la situación política, social y laboral actual, algo que la gente agradece cuando de sus problemas y cuitas diarias se trata, así como de sus ideales y preferencias políticas, que concordaban plenamente con unos enfervorizados y entregados oyentes, que con sus vítores y aplausos, mostraban su acuerdo con los cantautores.
Más de cuatro horas de vibrante e intensa unión entre cantautores y público. De fiesta popular y siempre reivindicativa ante tantos derechos sociales como se han visto relegados casi al olvido en unos casos, y pisoteados y ninguneados en otros, que han sido reivindicados por el pueblo llano asistente, que en su mayoría era gente joven, que conectó a la perfección con las viejas glorias que lograron emocionar a todos.
Gracias a Ismael Serrano, Luis pastor, Luis Eduardo Aute y Silvio Rodríguez, trovadores del siglo XXI, representantes de una cultura, que los ciudadanos del pueblo de Vallecas, de Madrid, y de todos los rincones aledaños, que tuvimos la fortuna de asistir, y que agradecen y valoran en su justa medida, que siempre es mucha, sabia y popular.

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