Las calles del
barrio madrileño de Vallecas que circundaban el auditorio donde iba a
celebrarse el concierto, bullían de gente como hace mucho tiempo no se conocía
por allí, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un miércoles normal y
corriente, no festivo, un día laborable de un precioso y esperanzador día de un
florido mes de mayo.
Gentes de todas
las edades, dónde diríase que afortunadamente y en su mayoría, predominaban los
más jóvenes, iban llenando los gradas y el anfiteatro del amplio recinto
permanente de conciertos, que ubicado al aire libre, ocupaba gran parte de una
amplia plaza vallecana, donde tendría lugar la esperada y celebrada fiesta
musical popular.
Bares y
comercios, estaban colapsados por una afluencia que les había sorprendido
gratamente, hasta el extremo de agotar existencias en algunos casos, y en otros
escaseaban de tal forma, que solicitadas de forma inesperada por el enorme
aluvión de clientes que sin duda no esperaban abarrotando calles y callejuelas,
apenas les llegaban para satisfacer la demanda de la alegre y paciente
clientela.
Un Vallecas
sorprendido por tan agradecida y alegre avalancha de ciudadanos de todas las
edades, trabajadores de a pie y estudiantes que con su alegría y regocijo, llenaban
de alegría y color la barriada de Vallecas, siempre emblemática por muchos
motivos y desde siempre, como uno de los barrios más populares de Madrid, cuyos
ciudadanos comentaban con sorpresa y agrado la inesperada fiesta que se estaba
desarrollando cuando aún faltaban horas para el inicio el esperado concierto.
Cuando la
iluminación natural del día se iba con
él extinguiendo, se encendieron de
improviso los potentes focos del escenario, y un prodigioso torrente de luz
iluminó un espacio que parecía vacío y que se reveló pletórico de vida, al
irrumpir los músicos y ocupar sus lugares, en una ceremonia ensayada hasta la
extenuación, que apenas les llevó unos segundos.
Al cabo de los
cuales se escucharon los primeros compases del comienzo de un soberbio evento
musical, que llenaría durante varias horas las calles aledañas, que se vieron
invadidas con el portentoso sonido que parecía alcanzar a todos los rincones,
llegando a todos los asistentes, que por muy alejados que estuvieren, y lo
estaban en gran medida, escuchaban con toda nitidez a los cantautores, su
música, sus elaborados arreglos, y, sobre todo sus letras, sus poemas y su
mensaje.
Una tormenta de
aplausos y vítores de alegre y entusiasmada complacencia, recibió la aparición
del primer cantautor, que entonó los primeros compases que arrancaron los
aplausos y gritos de aptobación, que dieron paso a un expectante, respetuoso y
emocionado silencio, preludio de uno de los más esperados conciertos populares
y callejeros que en Madrid se han dado.
A partir de
este momento, y con la noche ya presente, solos quedaron la música, sus
creadores, y un entregado auditorio que escuchaba con una absoluta atención,
apenas interrumpida por el coro de la gente que cantaba a dúo con el
intérprete, los pasajes, estrofas y estribillos más conocidos y populares, en
una ceremonia que representaba con toda fidelidad la unión de los cantautores
con su apasionado y regocijado público.
Fueron
desfilando los protagonistas del concierto, en un alarde de prodigiosa y
constante progresión musical y poética, en la que no faltó un diálogo con los
otros protagonistas, los asistentes al popular evento, emitiendo unos mensajes
próximos a los deseos y anhelos de unos ciudadanos de a pie, de clase
trabajadora, productora, según les gusta a algunos denominar, con los que
conectaban abierta y claramente.
No faltaron por
lo tanto, las alusiones a la situación política, social y laboral actual, algo
que la gente agradece cuando de sus problemas y cuitas diarias se trata, así
como de sus ideales y preferencias políticas, que concordaban plenamente con
unos enfervorizados y entregados oyentes, que con sus vítores y aplausos,
mostraban su acuerdo con los cantautores.
Más de cuatro
horas de vibrante e intensa unión entre cantautores y público. De fiesta
popular y siempre reivindicativa ante tantos derechos sociales como se han
visto relegados casi al olvido en unos casos, y pisoteados y ninguneados en
otros, que han sido reivindicados por el pueblo llano asistente, que en su
mayoría era gente joven, que conectó a la perfección con las viejas glorias que
lograron emocionar a todos.
Gracias a
Ismael Serrano, Luis pastor, Luis Eduardo Aute y Silvio Rodríguez, trovadores
del siglo XXI, representantes de una cultura, que los ciudadanos del pueblo de
Vallecas, de Madrid, y de todos los rincones aledaños, que tuvimos la fortuna
de asistir, y que agradecen y valoran en su justa medida, que siempre es mucha,
sabia y popular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario