lunes, 11 de julio de 2016

AQUÍ NO HA PASADO NADA

En realidad sí ha pasado, pero no lo suficiente para dar carpetazo de una vez, y a las segundas de cambio, poder determinar clara y rotundamente quienes van a gobernar este proceloso país, después de seis meses de una espera, que se ha demorado demasiado, y que no garantiza con total seguridad que de aquí saldrán las oportunas alianzas, sin las cuales será imposible llevar a cabo la formación de nuevo gobierno.
Y todo ello pese a la promesa de los líderes de los grandes partidos, que durante la campaña, exactamente en el debate a cuatro, prometieron llegar a acuerdos, con el objeto de que de ninguna forma hubiese que convocar unas terceras elecciones, que supondrían un auténtico batacazo para ellos mismos y para una ciudadanía que dudosamente soportaría estoicamente semejante desvarío.
Algo que podría llegar a un estado de nerviosismo y rabia popular tal, que no sería nada extraño que en ese remoto caso de nueva convocatoria de elecciones, y tal como aventuraba un político en los medios de comunicación, podría llegar en algunos casos, a agresiones más o menos violentas hacia los políticos, que podrían incluso temer por su integridad física en algunos mítines, donde la ira popular llegase al límite.
Los resultados de esta segunda vuelta, han dejado un poco más claro el panorama político, pero no lo suficiente como para presumir unos acuerdos que den paso a una formación inminente de un gabinete, que se nos antoja complicado después de que sólo el PP, haya conseguido aumentar en catorce escaños la renta que tenía, mientras que el resto de los partidos, han perdido una media de cinco a diez, lo que ha supuesto una importante pérdida para una izquierda que se ha visto penalizada hasta tal punto, que algunos de sus líderes no encuentran explicación razonable alguna.
Las previsiones hechas por las empresas encargadas de las encuestas – sobre las que se cierne un creciente desprestigio – han fracasado hasta extremos casi inimaginables. Y lo decimos así, porque ya traían ese aura de errores inexplicables, que ahora se han acentuado aún más en esta ocasión, con unas previsiones que daban a Podemos como segunda fuerza por delante del Psoe, mientras que el PP se estancaba, algo que ha sido desmentido por los votantes, que han premiado al partido en el gobierno y ha castigado al resto.
Inexplicable para muchos analistas, el hecho de que el PP haya sido premiado de esta forma, cuando sobre él penden acusaciones de todo tipo sobre corrupción, que ha llegado al extremo de que hasta en Valencia, y sobre todo en Sevilla, han ganado, algo que resulta increíble de todo punto de vista.
¿Qué ha pasado por la mente de los ciudadanos para votar de esta forma? ¿Cómo se explica que no hayan castigado a un partido abrumado por casos de corrupción en sus filas y de dudas más que razonables de extraños manejos que han salpicado incluso al presidente del gobierno con su “Tranquilo Luis” y “Todo es mentira, salvo alguna cosa”, y otras lindezas semejantes?
Sólo el voto del miedo, la inseguridad y la incertidumbre incrementados por la actual coyuntura internacional, así como los errores cometidos por la izquierda, pueden explicar unos resultados que parecen llevar a la conclusión de que el voto conservador garantiza mejor sus intereses. Nada convincente, por otra parte.

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