martes, 9 de agosto de 2016

NO PASARÁN

Esta expresión, es sin duda alguna una de las más celebradas, legendarias y míticas de la guerra civil española, atribuida a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, aunque existe documentación en el sentido de que su origen se remonta a la primera guerra mundial, donde un comandante del ejército francés, habría sido el primero en pronunciar tan celebrada frase en la batalla de Verdún, donde los combatientes franceses intentaban detener el avance del ejército alemán, algo que al final lograron, pese a las espantosas bajas causadas en ambos bandos.
En nuestra guerra civil, las calles de Madrid se llenaron de pancartas, escritos y pintadas con la frase citada, en un desesperado intento por insuflar ánimos a los combatientes republicanos de una ciudad asediada por el ejército rebelde, que acabaría tomando la capital de España, pese a la heroica resistencia de soldados y ciudadanos leales a la república, dejando el mal lugar tan atribulada cita, que quedó a partir de entonces como símbolo de la resistencia contra la opresión y la imposición por la vía de la fuerza.
Desde entonces, muchas batallas se han perdido y se han ganado en contiendas donde se exhibía este popular lema, con la esperanza, la determinación, y la firme decisión de impedir el avance de quienes intentaban de grado o de fuerza, someter a su voluntad a quienes ofrecían una resistencia que no siempre se ofrecía con la utilización de una violencia que a veces no estaba presente en los conflictos planteados.
Acontecimientos de todo tipo, rencillas de diverso cariz, y disgresiones diversas, han enfrentado con frecuencia a dos bandos, que manteniendo posiciones divergentes, han recurrido a este grito mítico y solidario, en aras de mantener y afirmar su posición frente a quienes pretendían, bien con la fuerza, bien mediante el empleo del argumentario más o menos razonable y razonado, consolidar sus posturas, afirmando que la razón y la lógica estaban de su parte, por lo que no darán su brazo a torcer mientras no se atiendan sus justas posiciones, a las que no han de renunciar por mucho que la otra parte insista en lograr sus propósitos, haciendo honor ambos a tan determinante, firme y decidido intento de no dejar paso al bando contrario.
En una de las abundantes tertulias y variados debates que asolan permanentemente el territorio nacional, uno de los tertulianos introdujo en su discurso, en este caso político, un sonoro “no pasarán”, que a estas alturas podría parecer un tanto anacrónico, pero que visto que lo que sigue, continúa vigente, por ser aplicable a situaciones que hoy en día nos ocupan con harta frecuencia.
¿A qué hacía mención con esta expresión el susodicho tertuliano?
¿Quizás al hecho de impedir el trepidante e imparable ascenso de los “neocomunistas” de Podemos?
¿A la derecha, que pretende volver a gobernar, y que con este gesto expresivo pretendía cortar el paso?
¿A la inversa, es decir, a la izquierda que en buena lógica, también pretende alcanzar el poder?
¿Se refería quizás a lo que los ciudadanos pensaban, hartos de unos ineficaces e ineptos políticos?
No iban por ahí los tiros. Se refería a la endiablada y pertinaz pretensión de los políticos independentistas catalanes, que han decidido desoír y desobedecer todas y cada una de las sentencias del Tribunal Constitucional, que ha fallado en contra de sus hasta ahora imparables pasos hacia adelante, decididos a llevar a cabo la ruptura con España, desconectando todas sus instituciones y creando unas nuevas propias que culminen dicha ruptura con la creación de un nuevo Estado y la declaración unilateral de la independencia catalana, que no solamente supondría una imposible vuelta atrás, sino unas nefastas consecuencias de todo orden, difíciles de predecir y precisar en estos momentos, pero que en todo caso serían traumáticas para todos.
A cada paso que dan los catalanes, y muchos han sido en los últimos años, el Estado responde a través del Constitucional con la oportuna y desestimante sentencia, que es recibida por los rupturistas con un claro mensaje de desobediencia, que es nuevamente contrarrestado por el Tribunal, al que nuevamente harán oídos sordos los independentistas, en un juego ridículo que no se sustancia de una forma taxativa y definitiva por parte de un Estado que parece tener miedo a actuar soberana y eficazmente, aplicando las leyes que la Constitución contempla, y dejar de jugar al ratón y al gato, en un juego que le desacredita y le debilita a partes iguales.
Si un día quizás no muy lejano en el tiempo, el Presidente de la Generalitat convoca a los ciudadanos catalanes, y comparece en el balcón rodeado de sus acólitos, no para lanzar una vez más las tan conocidas proclamas soberanistas, sino para proclamar una solemne declaración unilateral de independencia, que nadie se sorprenda ni se llame a engaño, pues todos lo sabíamos y nadie hizo nada.
Y a partir de entonces, ya no cabrían más recursos ni sentencias. El que avisa, no es traidor.

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