jueves, 6 de octubre de 2016

DE INTERÉS TURÍSTICO NACIONAL

Gozoso y afortunado país el nuestro, que se permite el lujo de celebrar fiestas durante todo el año, con preferencia durante los cálidos meses de julio a septiembre, con una duración media en muchos casos de una semana, tiempo más que suficiente para disfrutar de las mismas, y que no se han visto reducidas en su programación ni en un solo día en los últimos y sufridos años.
Pese a la crisis que lleva años campante, sin que esta circunstancia parezca haber afectado en absoluto al presupuesto destinado a tal efecto. Celebraciones que en la mayoría de los casos tienen un par de  motivos o eje central común, que se sustancian, bien en la exaltación de un acontecimiento religioso, o bien en uno taurino o en ambos, que es algo harto frecuento en muchas fiestas que salpican el territorio nacional durante el verano.
Contemplando el cartel de las fiestas de la ciudad en la que resido, próxima a Madrid y famosa por sus encierros, observo cómo se reparten a partes iguales los motivos religiosos y las imágenes más profanas de los toros, tratando de congeniar ambos con una modernidad que se nos antoja imposible a estas alturas del siglo XXI, pero que permanece inalterable desde tiempos inmemoriales.
Leyendo el texto del reclamo gráfico, léase cartel de las fiestas, que por supuesto está sometido a un concurso, imagino que internacional, y dotado de un premio económico considerable, se observa que al pie del principal, dedicado al Santísimo Cristo de los Remedios, destaca una leyenda que no deja de sorprender al lector que detenido la contempla y que dice lo siguiente: fiestas declaradas de interés turístico nacional.
No ignoramos que el turismo en España es una de las principales fuentes de ingresos, que llega a suponer más de un diez por ciento del producto interior bruto, algo realmente considerable, aunque siempre frágil, por su propia naturaleza. Pero de ahí a pretender que unos festejos basados en la religión y los toros, supongan un valor añadido turístico, que quisiéramos traducir en cultural, hay un gigantesco paso.
No es esta una población que carezca de buenas infraestructuras, comunicaciones y otros aspectos que supongan cuidados y beneficios para sus ciudadanos, ya que se encuentra en una zona muy cercana a la capital, y de ello se beneficia sin duda, aunque tampoco destaca en exceso, con lagunas considerables que deberían ser más tenidas en cuenta.
Sin embargo, jamás le faltaron a sus fiestas las dotaciones presupuestarias necesarias, que además han ido en aumento en los últimos años, y que suponen un motivo de quejas no atendidas en cuanto a molestias de todo orden, fundamentalmente de ruidos y movilidad, como este año, con el recorrido de los famosos encierros, cuyo trayecto se valla desde dos semanas antes con los consiguientes problemas de movimiento por dichas calles, donde los ciudadanos quedan atrapados en unos callejones por donde han de moverse.
 A todo ello, se han sumado unas absurdas, molestas y sobredimensionadas tribunas, con el objeto de que la gente pueda contemplar desde ellas y cómodamente – durante veinte segundos - el correspondiente espectáculo taurino, que junto a las procesiones de imágenes recorriendo las calles entre el fervor de las gentes, componen el susodicho evento digno de ser distinguido como de interés turístico nacional, a la altura de nuestro soberbio arte románico y gótico, nuestras maravillosas catedrales, museos, ciudades, paisajes naturales y demás atractivos de alto nivel ético y estético,  que nada tienen que ver con las fiestas patronales aludidas.
Leo en la prensa cómo este año, al igual que en los anteriores, varias personas han muerto, bien en los encierros, bien en las celebraciones taurinas celebradas en numeroso pueblos, en recintos que no reúnen las necesarias medidas de seguridad, o que tienen lugar en sus calles, y que se celebran con motivo de las fiestas del lugar.
Inexplicable e inadmisible que esto suceda, y más aún que a estos festejos se los distinga con el pretendido reclamo de fiestas turísticas de interés nacional. Es todo un despropósito, que no escapa al sentimiento y a la percepción de una mínima sensibilidad, que no puede estar de acuerdo con estas manifestaciones que nada tienen de turísticas, ni mucho menos culturales.

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