La academia Sueca, parece haber
intentado dar un golpe de timón en su ya larga y dilatada trayectoria, a la
hora de designar a Bob Dylan como premio Nobel de literatura de este año de dos
mil dieciséis, que tanta polémica ha originado..
Un cambio en su estrategia
decisoria, que al margen de los estatutos que se supone explicitan claramente
su concesión, ha preferido otorgar tan preciado galardón, a un cantautor como
Dylan, antes que a un escritor al uso, con una obra extensa y reconocida a
nivel mundial.
Da la impresión que la
Academia, ha intentado con este premio prestigiarse a sí misma, auto
galardonarse, y no tanto al premiado, en una maniobra de nuevo cuño, que no
parece haber conseguido un consenso generalizado, sino que ha generado una
controversia que se ha extendido entre el público en general y el mundo de la cultura en particular.
Asombrados estamos todos,
mientras que el protagonista, tan ceñudo, mal humorado y taciturno como suele mostrarse
desde hace ya bastante tiempo, con ese aspecto que se ha ido acentuando con los
años, no se ha dignado decir palabra alguna, ni en prosa ni en verso, encerrado
en sí mismo, como si se debatiera entre aceptar o rechazar un galardón, que
seguramente duda que se lo merezca.
Apenas ha concedido entrevistas
en sus más de cincuenta años de vida artística. Seguramente cabrían en los
dedos de una mano el número de ocasiones en que se ha dignado concederlas. Tal
es su egocentrismo o su desidia para responder a un afortunado interlocutor, que
suponemos no lo tendría muy fácil con tan peculiar personaje.
En cuanto a su obra, aparte de
las letras de las canciones con las que ha editado casi sesenta discos, apenas
ha escrito dos libros, uno de ellos autobiográfico, y el otro en el que se
explaya sobre la música norteamericana. Eso es todo.
Entonces, ¿por qué se le ha concedido
un honor, supuestamente sólo al alcance de los más ilustres y prestigiados
escritores? Aparte de la teoría que afirma que lo que la Academia Sueca ha
pretendido ha sido auto acreditarse y ennoblecerse con el prestigio que le
puede dar este nombramiento, difícilmente podemos encontrar otras razones que
lo justifiquen.
¿Pero por qué no Brassens,
Cohen, Moustaki, Springsteen, Serrat, y tantos y tantas que podríamos citar,
que acreditan y poseen valores similares?
Seguramente porque Dylan
representa como nadie, con su popular música folk, con la que emprendió su
camino, y que nunca ha dejado de lado, un mundo de añoranza y ensoñación, de
búsqueda de la libertad y del planteamiento de las preguntas eternas que el ser
humano se ha planteado desde siempre.
Ha logrado de esta forma
conectar con el gran público de todo el mundo, al que ha conseguido llegar
hasta lo más profundo de la entrañable y evocadora capacidad que posee la
sensibilidad humana para captar sus mensajes, materializados en títulos como
"los tiempos están cambiando", "la respuesta está en el
viento", y otros que componen parte de la leyenda que acompaña a Dylan
desde sus comienzos allá por los años sesenta.
Un biógrafo suyo, que considera
merecido el galardón, considera que dada la importancia del premio, así como de
su cuantía económica, no duda que lo aceptará, que asistirá a recogerlo y pronunciará
el oportuno discurso, algo que no hizo cuando le concedieron el Príncipe de
Asturias de Las Artes, cuando se limitó a enviar unas palabras de
agradecimiento.
Leo, que una semana después, la
Academia Sueca no ha podido contactar con él después de haberlo intentado en
varias ocasiones. El mismo día de su concesión, actuaba en Las Vegas. No se
dignó hacer mención alguna a semejante honor con que le habían distinguido.
Quizás se ha limitado a depositar
la respuesta allí donde él considera que debe encontrarse: en el viento.
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