jueves, 29 de diciembre de 2016

LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

Una de las estadísticas más escalofriantes e insidiosas de cuantas publican los medios de comunicación, es sin lugar a dudas el de las víctimas de la violencia machista contra la mujer, que lejos de desaparecer de dichos espacios, y aunque la cifra ha ido disminuyendo con el paso de los años, continúa estando presente en los mismos, y que arroja unos valores que tristemente continuamos soportando y que últimamente se mantienen en torno a los cuatro asesinatos al mes, es decir, uno a la semana.
Aún no hemos terminado el año dos mil dieciséis, y ya son cuarenta y tres las mujeres que han sido víctimas de un machismo insoportable, confirmando la tétrica y terrible media de muertes violentas, siempre inexplicables, pese a que en todos los casos estas mujeres habían denunciado a su agresor, lo que resulta aún más increíble, dado este hecho, que debería actuar como freno y prevención de esa violencia que fatalmente no se ha evitado.
Tratar de encontrar culpables entre quienes tienen la función de velar por la seguridad de los ciudadanos, a cargo siempre de los organismos públicos correspondientes, nos llevaría a dudar de los mecanismos seguridad que estos aportan a las mujeres maltratadas que denunciaron estos hechos, como el caso de las víctimas de este año, y que pese a todo no han conseguido evitar su asesinato.
Posiblemente pueda mejorarse dicha protección, algo que se reivindica constantemente por una sociedad que cada vez entiende menos estos hechos, y que de ninguna manera puede llegar a acostumbrarse o a relajarse por el hecho de que el número de víctimas esté descendiendo progresivamente en los últimos años, ya que uno sólo de estos actos violentos, ya es más que suficiente para reprobarlos como una acto vil y profundamente cobarde.
No nos cabe la menor duda, de que los organismos encargados de velar por la sociedad, llevan a cabo una labor que no siempre es fácil ni efectiva, pues no siempre depende de ellos y de su celo profesional, ya que las causas de estos lamentables sucesos, hay que buscarlos precisamente en las entrañas de esa sociedad, educando y formando en la escuela a ambos sexos, en el respeto y la consideración mutuas para que en el futuro jamás aparezcan en ellos sombra alguna de discriminación por razón de sexo.
            De forma incomprensible, en nuestro país, y según encuestas llevadas a cabo entre los jóvenes, un importante porcentaje llega a admitir determinados comportamientos machistas que no son de recibo. Según estos datos, el 22 % de los chicos y un 22 % de las chicas entre doce y veinticuatro años, está “algo de acuerdo”, en que “el hombre que parece agresivo es más atractivo”. Inadmisible a estas alturas.
¿Cómo comprender estas actitudes en una juventud a la que se le supone cada vez más preparada? ¿Cómo entender que una chica joven, con acceso a una preparación cultural y técnica supuestamente avanzada, pueda aceptar unos comportamientos machistas por parte de su pareja? ¿Y cómo un joven es capaz de exigir una cierta sumisión y acatamiento a quién comparte con él sus ratos de ocio y su vida diaria?
Inexplicable, pero aunque este penoso fenómeno de la violencia machista no es exclusivo de nuestro País, no por ello podemos abandonar ni bajar la guardia ante un hecho que podemos considerar universal, pues ello únicamente propiciaría que el problema fuese en aumento.
La Familia, la escuela, los organismos públicos y la sociedad en general, deben implicarse.

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