lunes, 14 de agosto de 2017

LA MAGIA DE LA LECTURA

Desalentadoras las cifras que hablan del porcentaje de lectores entre la población de este País en general y de los jóvenes en particular, que nos conducen a una conclusión que deja pocas dudas y esperanzas a la hora de confiar en una recuperación en este sentido a medio plazo.
A ello habremos de añadir el deplorable hecho de que la tecnología imperante, que puede y debe ayudar a este fin, no colabora ni ayuda lo más mínimo, sino más bien al contrario, ya que simple y llanamente lo utilizan para otros menesteres que nada tienen que ver con las capacidades y potencialidades formativas que poseen y que no llegan aprovechar.
Los más jóvenes, desde su más tierna adolescencia, permanecen demasiadas horas al día, absorbidos por completo por esa tiranía que ejerce el móvil en sus vidas, seduciéndolos de tal forma, que han visto reducidas hasta las relaciones directas entre ellos.
Y es que se interpone la dictadura de un aparato en el que depositan todas las comunicaciones que antes llevaban a cabo de tú a tú, y que ahora, pese a estar en grupo, lo llevan a cabo a través del susodicho ingenio, que ha sustituido la comunicación interpersonal, por la pantalla de un móvil, que los ha fascinado y seducido hasta la extenuación.
Un ingenio de la tecnología moderna que permite y facilita el acceso a una necesaria lectura que han marginado en aras de un uso lúdico que nada tiene que ver con las bondades, el disfrute, la magia y el encanto que la afición y la práctica de la lectura procura a quienes tienen el acierto y la sapiencia suficientes para valorar esta valiosa y hermosa dedicación que ilustra, divierte y entretiene.
Todo ello a la par que seduce y transporta al lector a mundos reales e imaginarios que nos llenan de emoción y magia y que nos conducen a hechos y lugares históricos, pasados y presentes, a la vez que nos introducen en mundos futuros aún por descubrir.
Donde la literatura a través de la novela, el teatro, el ensayo y la poesía, sin encontrar límites ni espaciales ni temporales, nos sumergirán en nuevos y emocionantes mundos, en una experiencia vital inolvidable, que enriquecerá nuestra cultura y nuestro tiempo, a la vez que nos proporcionará el placer y la satisfacción que el viajero experimenta en su aventura a lo largo del real o imaginario trayecto.
Pocos placeres nos han sido dados a los humanos como el hermoso y agradecido regalo de la lectura. Cuando un libro nos atrae intensa y profundamente, deseamos que el tiempo pase más rápido, más fugaz, más vertiginoso, de tal forma que vuelva a llegar el momento en que nos introduzcamos de nuevo en él, en su mundo, en su localización, donde los personajes con frecuencia se desenvuelven conformando un mágico e irreal espectáculo, que el apasionado y entregado lector transforma de imaginario en real, de virtual en tangible.
Pero nuestros jóvenes no parecen estar en ello, en la labor de formarse, entretenerse y vivir mundos nuevos a través de los libros. Prefieren embeberse en esa tecnología que pese a sus posibilidades a estos efectos, únicamente les procura una diversión pasajera, sin posibilidad alguna de conocer nuevos escenarios que los deleitarán, pero que no han hallado aún, inmersos como están en otros tecnológicos universos.

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