domingo, 27 de agosto de 2017

EL TURISMO NOS ROBA

El hastío, la intransigencia, la intolerancia y una profunda irresponsabilidad, empuja a muchos grupos sociales a sumarse a una infantil revolución ajada y trasnochada que han dado en denominar anti sistema, anticapitalista, y cuantos calificativos podamos encontrar que signifiquen y definan sus pretensiones, que no son otros que oponerse a cuanto esté establecido.
Surgen por doquier, a la sombra de tanto populista barato y pseudo revolucionario anacrónico tan de moda en la actualidad, que seduce y obnubila las mentes de jóvenes y maduros que parecen ver en esta actitud una forma de protesta y oposición al mundo y sus circunstancias.
Nada aportan con sus protestas, quejas y desvaríos, salvo el rastro que a su paso van dejando, que no es otro que los destrozos en instalaciones turísticas, medios de transporte, locales y mobiliario urbano que pagan las consecuencias de su violencia, y que en muchos casos acaba sufragando el erario público, en definitiva los ciudadanos, pues tal es su grado de inconsciencia y tales los desmanes que llevan a cabo estos individuos, mensajeros de la estupidez y la sinrazón más elocuentes y disparatadas.
El desconcierto alcanza su punto más álgido cuando el ciudadano contempla cómo determinados grupos políticos con representación en gobiernos regionales, apoyan y aplauden estos hechos y estos comportamientos que no dejan indiferente a nadie y que conducen a preguntarse qué está pasando, qué está sucediendo, qué puede pasar por la mente de estas personas, que recurren a la violencia sin ambages en una sociedad abierta y plural que permite como nunca divulgar, denunciar, y comunicar en definitiva, al instante, y a toda la sociedad en su conjunto, cuantas observaciones e inquietudes tengan a bien transmitir a través de las redes sociales.
Revolucionarios de nuevo cuño, fuera de lugar y de tiempo, que dicen oponerse aun Sistema establecido del que se nutren y alimentan en su tiempo libre para su disfrute y bienestar, utilizándolo a su antojo e interés, cuando de obtener una ventaja se trata, para a renglón seguido cuestionarlo y perseguirlo en una malévola maniobra tenazmente reiterativa.
¿Y qué decir de los responsables políticos, representantes de una ciudadanía que contempla asombrada cómo desvirtúan una actuación que debiera repercutir en el bienestar de sus votantes?
¿Acaso esos ciudadanos les han autorizado a cometer tales desmanes?
¿Pueden justificarse de alguna forma, los destrozos causados en nombre de una llamada turismofobia?
Evidentemente no. Es absolutamente condenable e injustificable. Mientras, quienes de alguna forma les apoyan en las altas esferas regionales, utilizan una doble vara de medir, con el objeto de contentar a los suyos y al resto, es decir, a unos y a otros, a propios y extraños, en una clamorosa y vergonzante ceremonia de la confusión, que acaba por atraparlos en sus propias redes, en un doble juego que acaba por no contentar a nadie.
La han emprendido contra el turismo, al que acusan de masivo, comenzando por Barcelona y continuando en otras ciudades, dónde grupos similares han tomado su ejemplo, llevando a cabo acciones violentas contra instalaciones turísticas de todo tipo, desde hoteles y autobuses a bicicletas turísticas de alquiler, ante la atónita mirada de quienes los visitan, que no dan crédito a estos hechos violentos,  que no pretenden otra cosa que visitar sus ciudades, contribuyendo con ello a su economía, y a la de un País, dónde esta actividad es la principal fuente de recursos.
Los excesos de cierto turismo marginal, facilitados en gran medida por hosteleros y agencias de viaje sin escrúpulos con sus campañas del todo a cien, por otra parte muy localizado, y que puede y debe controlarse y perseguirse por los medios legales oportunos, no puede de ninguna forma justificar estos actos vandálicos, siempre condenables y rechazables.

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