lunes, 2 de octubre de 2017

EL NACIONALISMO SE CURA VIAJANDO

Es viajando como se descubre que las fronteras impuestas por los hombres, representan una limitación  social aberrante que ofende a la dignidad de los ciudadanos de un mundo que no entiende de barreras, murallas y obstáculos diversos, dispuestos a dificultar, si no a impedir, la libre circulación de las personas, en un acto contrario al entendimiento y a la comunicación personal y plenamente espontáneo y natural, a la que todo ser humano tiende de una forma instintiva.
Fue Pío Baroja quien afirmó que los nacionalismos se curan viajando, en un alarde de inteligencia y sabiduría, que nadie en su sano y sagaz juicio debería negar, y que comenzó con los primeros seres racionales que habitaron la Tierra, que continuó con los navegantes que se adentraron en los desconocidos y procelosos mares adonde se aventuraron en busca de nuevas tierras y civilizaciones.
Fueron muchos los que continuaron este empeño en conocer nuevos países, ciudades y gentes, en un alarde de valentía y afán de aventura, cuyo más singular representante fue sin duda Marco Polo, al que siguieron otros afortunados viajantes que recorrieron un mundo sin barreras ni fronteras, hasta llegar a nuestro tiempo, en que no parece que hayamos aprendido lección alguna de las muchas que ellos nos transmitieron con su valiente e incansable afán de infatigables viajes por el mundo conocido y por conocer.
Irlanda, un pequeño país que tantas evocaciones románticas despierta en las mentes de las gentes amantes de los viajes, es el país que en términos relativos, más grandes escritores ha dado al mundo, como Oscar Wilde, Samuel Beckett, Bernard Shaw, Patrick kavanagh y James Joyce, entre otros.
Todos ellos, abominaban del nacionalismo, considerando que sentirse orgulloso de haber nacido en un lugar determinado, no tenía sentido alguno, añadiendo Joyce, autor del Ulises, que al fin y al cabo, una nación, no era más que el mismo lugar dónde vivía la misma gente.
A menudo se confunde patriotismo con nacionalismo. George Orwell, afirmaba que el nacionalismo es el peor enemigo de la paz, ya que los nacionalistas piensan que la patria propia es superior las otras en todos los aspectos, mientras que el patriotismo no es más que un sentimiento de admiración por la forma de vida de una nación. Añadía Orwel, que el patriotismo es pasivo por naturaleza, mientras que el nacionalismo puede agresivo.
Derribar murallas y eliminar barreras que separen a los seres humanos, es tarea en la que deberíamos ocuparnos con empeño, en lugar de izar nuevas banderas, himnos y fronteras, utilizadas como escudos y elementos diferenciales para constituirse en nuevos estados, en oposición de la otra mitad de la ciudadanía que no está de acuerdo.
Y sin embargo, una desatada y radical onda independentista está arrasando Cataluña, con una inusitada y desbordante manifestación nacionalista que no respeta leyes ni normas por el orden jurídico y constitucional establecido y aprobado por una inmensa mayoría, con un fanatismo ciego y arrollador, que está creando situaciones de una extrema tensión como hace mucho tiempo que en España no se vivían.
Si a todo lo expuesto le añadimos el hecho indiscutible de que vivimos en un mundo cada día más globalizado, la conclusión la hallamos en la afirmación de Albert Einstein: “la estupidez humana es infinita”.

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