Fue el canciller Otto Von
Bismark el autor de la inefable, célebre y tajante cita histórica, que afirmaba
que España era el país más fuerte del mundo, un país indestructible, porque
llevaba siglos intentándolo y aún no lo había conseguido.
No es quizás un razonamiento
muy acertado, ni tampoco el más lógico y razonado, ya que el que realmente
sería el más fuerte, y por lo tanto más indestructible, sería aquel país que se
mantuviese unido y cohesionado a través de su historia, como demuestran muchos
países avanzados, que no han tenido que demostrar ser los más fuertes, para
mantener su unidad.
Así nos lo demuestran numerosos
países europeos y de otros continentes, que pese a haber sufrido algunos
avatares y vaivenes a lo largo de su historia, no han tenido que estar
demostrando permanentemente su capacidad para consolidar una unidad nacional
sin necesidad de continuos sobresaltos, algo de lo que España no puede
alardear.
España, ciertamente, ha pasado
por numerosos episodios históricos que desde sus orígenes han sumido a esta
nación en un mar bravío, donde el barco ha estado sometido a una inestabilidad
desasosegante, que lo ha colocado a la deriva con una frecuencia no deseada, de
la que hemos ido saliendo indemnes hasta un este azaroso presente en el que nos
encontramos, en los albores ya del siglo XXI.
No hemos de sentirnos
orgullosos por el hecho de haber capeado el temporal durante tantos siglos, y
haber escapado de sus garras sin excesivos destrozos, que no obstante, aunque
no de forma inmediata, sí a largo plazo hemos sufrido las consecuencias.
Han sido tantas las heridas que
quedaron abiertas en unos casos y en otros aún sin cerrar, que nos han
conducido a un mar de confusas e inestables situaciones territoriales que han
derivado en una España que después de tanto tiempo continúa sin definirse.
Una nación de naciones, un
estado plurinacional, una federación de países. Son estas algunas de las
situaciones con las que se trata de situar y definir a este País, inmerso en la
búsqueda de una definitiva definición que de sentido, tranquilidad y
estabilidad política y social a una España que no parece encontrarse a sí misma,
quinientos años después de consolidarse como nación.
Vanos intentos han tenido lugar
a lo largo de su historia, desde Los Comuneros hasta hoy, pasando por numerosos
episodios que intentaron desmembrar un territorio que ha logrado mantenerse
unido, pese a vaivenes de toda índole que han dejado sus indelebles huellas a
través de la historia.
Y aunque todos estos avatares
no habían conseguido sus propósitos hasta el presente, de nuevo vuelven a
mostrar sus oscuras y siniestras caras los fantasmas de un intento de secesión
que ha desembocado en una irresponsable y peligrosa rebeldía, sumada a una incalificable
desobediencia que puede acarrear importantes consecuencias, que la inmensa
mayoría de esta nación rechaza sin ambages.
Ochenta y tres años después, la
siniestra sombra del independentismo vuelve a mostrar su más inquietante cara.
Después de un ilegal y fraudulento referéndum, el gobierno catalán pretende
volver a salir al balcón a declarar de nuevo la independencia, inaugurando una
nueva época convulsa y cíclica de un País en estado de alerta permanente, que
no hace sino confirmar aquellos presagios del canciller alemán. Confiemos en
que su afirmación una vez más se confirme, y esta nación permanezca unida.
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