lunes, 9 de noviembre de 2020

LA DERIVA AUTORITARIA

Vivimos tiempos confusos, complicados, hasta el extremo de pasar desapercibidos determinados acontecimientos de diversa y amplia relevancia, ocultos tras la densa niebla que se ha extendido por el País desde hace suficiente tiempo como para no recordar si han tenido lugar hechos destacables, aparte de la omnipresente pandemia, que tan ocupados tiene a los medios de comunicación, y por ende, a toda una sociedad, que se acuesta, convive todo el día y se levanta, con las mismas y machaconas noticias, que a fuerza de repetirse, nos han convertido en asiduos y fieles consumidores de las mismas, como si de una adictiva serie pesadilla se tratara, cuyos contenidos nos impiden vislumbrar lo que está sucediendo en otros niveles, de los que en gran medida dependemos, y, que en definitiva, son los que se encargan de ponernos la venda que no deja pasar lo que no quieren que veamos.

Empeñados en retorcer el estado social y de derecho, este gobierno tan peculiar, tan jaula de grillos, tan parecido al camarote de los hermanos Marx, tan contradictorio, no ceja en meterse en nuevos y controvertidos jardines, ya sea para nombrar casi por decreto a los jueces, para lanzar continuos desafíos a la prensa o para decirnos cuáles son las verdades y dónde están, con la creación de un siniestro organismo que remeda al famoso Ministerio de la Verdad, de la novela 1984 de George Orwell, y que asusta y preocupa a quienes no pueden dejar de pensar que algo así pueda, no ya suceder, sino simplemente imaginar, y que nadie puede descartar, dada la reciente historia de Europa, y los tormentosos tiempos por los que ahora estamos pasando.

Algo que ha provocado la indignación de amplios sectores de un País, que contempla con estupor e incredulidad, una deriva autoritaria, impensable en una Unión Europea del siglo XXI, que creía estar curada de espanto, cuyos organismos han dado un serio toque de advertencia a nuestros gobernantes, por estos y otros motivos, que deberían enrojecer de vergüenza las caras de unos componentes del ejecutivo actual en el poder, que no parecen darse por aludidos, aunque al final suelen retractarse anulando dichos oscuros intentos, sin reconocer nada, como si no fuera con ellos, como si fueran auténticos especialistas en soltar la piedra y esconder la mano.

Tal es la desmesurada soberbia que los caracteriza, con un presidente al frente, que ha sido ya calificado por muchos como una persona sin escrúpulos, capaz de mentir, como ha hecho reiteradamente, con una Incalificable e increíble capacidad para falsear y manipular multitud de aseveraciones, afirmaciones y negaciones, que dichas hoy, trocará mañana en aquello que más le interese en cada momento, sin inmutarse lo más mínimo, que le ha hecho acreedor a un auténtico aprendiz de caudillo bolivariano, que escandaliza y ofende a tantos seguidores socialistas que no pueden dar carta de naturaleza a estos comportamientos, aunque no pueden evitar mostrar su rechazo, ante unos hechos que no ayudan ni a su partido, ni por supuesto, a este País, y a la democracia.

La vergonzante espantada del presidente del gobierno en la sesión dónde se trataba de la ampliación del estado de alarma a seis meses, de una trascendencia innegable, ha quedado como un desplante, un desprecio y una falta de respeto absoluta e imperdonable hacia el Congreso de los diputados, y por extensión a los ciudadanos de todo un País que contempla con estupor cómo este gobierno, junto con sus inefables compañeros de viaje, tanto de la coalición de gobierno, como los que le apoyan y mantienen desde la investidura, cada día se escora más hacia una deriva bolivariana, que nos deja perplejos a una mayoría de ciudadanos, que contemplan incrédulos, cómo los aires autoritarios se implantan en un ejecutivo, dónde prevalece la soberbia y los ramalazos dictatoriales y arbitrarios, que son impropios de un gobierno democrático.


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