Observo con auténtica preocupación, cómo cada día que pasa, la polarización política y la crispación social van en progresivo e imparable aumento, creciendo hasta niveles inimaginables hasta ahora, fundamentalmente en el último año, con una perspectiva que nada positivo augura, dónde cualquier posición mantenida en cualquier sentido subjetivo y personal, acerca de cualquier tema, se interpreta de inmediato en clave política.
Traduciéndose a este nivel como un indudable posicionamiento a derecha o izquierda – a sus extremos – colocando al sujeto en cuestión, en una inusitada situación de tal calibre, que se ve obligado a preguntarse qué está pasando para que lo encuadren en uno u otro bando, si sus preferencias a la hora de decidir su elección, nada tienen que ver con la política ni contemplan en absoluto un determinante de ese cariz para llevar a cabo su libre elección.
Y así, si muestra su intención de ver un determinado programa televisivo, lo pueden tachar de facha, en oposición a su rival directo que es considerado como una opción progresista, en una absurda y ridícula acción que indica una pobreza mental y cultural aplastante, que puede extenderse a cualquier caso, en el que una persona decide llevar a cabo una elección en cualquiera de los órdenes de la vida, y es clasificado por ello, situándolo en uno u otro extremo sin haber mediado ninguna intencionalidad de índole político, aunque tuviera, como es lógico, pleno y libre derecho a ello.
La perplejidad es la primera reacción ante semejante desafuero, tamaño desatino, desolador y rechazable siempre, que se está llevando a extremos inimaginables como sucede hoy con determinados programas televisivos de contenidos absolutamente alejados de intencionalidad política alguna y que hoy se politizan, se contemplan como focos de la “blogosfera” más recalcitrante, por lo que cualquiera que los vea, en su afán de disfrutar de sus acostumbrados e inocuos contenidos, será tachado de inmediato de facha recalcitrante.
Resulta desalentador comprobar cómo estos hechos se van extendiendo a velocidad de vértigo, como si de una acción contagiosa se tratara, como si se hubiera institucionalizado una costumbre que resulta patética y ruin, que no responde a una lógica constatable, sino a una desafortunada y vulgar moda, que no es patrimonio, como pudiera pensarse de una juventud, a veces poco reflexiva, sino que han caído en sus redes ciudadanos de una cierta edad, con una estable posición social que considera progresismo esta ridícula actitud.
Cuando en realidad se trata de tergiversar unos hechos que consideran vulgares y conservadores, cambiándolos por unos modos y formas de pensar, que piensan se corresponden con un progresismo moderno y audaz, manifestando que quien no piensa así se hace acreedor de encuadrarse en lo que denominan blogosfera, término utilizado incluso por el presidente del gobierno, culpable en gran parte, junto con sus leales, de esta negativa crispación polarizada en extremo, y con lo que pretenden de una manera despectiva, ofender y faltar el respeto a quienes no consideran que puedan competir con ellos a nivel ideológico, cuando en realidad no son más que unos snob, aprendices de un progresismo que los descalifica como los adelantados demócratas que creen ser, y que están consiguiendo que la animadversión y el enfrentamiento creciente, se instale con una inusitada fuerza en un país, que es lo último que necesita, y que no ayuda en absoluto a lograr un necesario y saludable entendimiento entre sus ciudadanos.
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